01 [Yugyeom]

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A pesar de ir andando por todas partes, estamos sin ninguna respuesta salvo lo obvio. Buscar al asesino de la madre de Jin no ha sido fácil, por lo menos he descubierto varias cosas en el camino, como por ejemplo: he aprendido a impulsar mi magia a algún vacío, como justo ahora.

La magia dura mientras toco el brazo de Jin.

Me siento limpio.

Siento como una corriente.

No sé cómo lo está sintiendo Jin. No mueve un músculo de la cara y, cuando salimos de Seúl, las lagrimas empiezan a brotar de sus ojos. No se las limpia ni parpadea para apartarlas, así que le corren por las mejillas y le gotean por la barbilla. 

Cuando llegamos a la zona rural, ya no necesita mi magia para despejar el camino, así que le suelto. Gira una y otra vez hacia carreteras cada vez más pequeñas hasta que conducimos por una flanqueada de árboles, donde la gravilla se levanta y golpea los bajos del coche.

Jin se sale abruptamente del camino y frena de golpe, derrapando un poco hacia una zanja, luego sale del coche como si acabara de aparcar en paralelo y se dirige hacia los árboles.

Abro la puerta del copiloto y empiezo a seguirlo, pero me doy media vuelta para apagar el motor y quitar las llaves. Corro siguiendo sus huellas en la nieve, atravesando hileras de árboles hasta que pierdo su rastro en la oscuridad.

—¡Jin! —grito—. ¡Jin!

Sigo caminando, y estoy a punto de tropezar con una rama. Al final, termino haciéndolo y cayendo al suelo.

—¡Jin! —veo un resplandor de luz, fuego, delante de mí, en la profundidad del bosque.

—¡Vete a la mierda, Yu! —lo escuchó gritar.

Corro hacia la fogata y hacia su voz.

—¿Jin?

Dispara fuego otra vez, el rayo alcanza una rama, que se prende, iluminando a Jin. Está sentado debajo de un árbol con la cabeza apoyada en los brazos.

—¿Qué estás haciendo? —le digo—. Apágalo.

No me responde. Está temblando.

—Jin, no te preocupes. Conseguiremos que otra persona nos revele el nombre que estamos buscando. Esto no ha terminado todavía. Vamos a hacer lo que tu madre nos pidió que hiciéramos.

Porque hubo un tiempo, cuando Jin no estaba, el velo se abrió y vi una aparición: su madre, la madre de Park Jinyoung. Me pedía que encontráramos a su asesino.

Él hace oscilar su varita mágica y deja escapar un grito que es prácticamente un aullido, mientras rocía fuego a nuestro alrededor.

Esto es lo que mi madre querría para mí, imbécil.

Caigo de rodillas delante de él.

—¿De qué demonios estás hablando?

Me mira con desprecio, dejando los dientes a la vista: todos los dientes. Sus colmillos son tan afilados como los de un lobo.

—Mi madre murió asesinando vampiros —aclara—. Y, cuando la mordieron, se suicidó. Es lo último que hizo. Si supiera lo que soy... Nunca me habría dejado vivir.

—Eso no es verdad —replico—. Ella te quería.

—¡Ella quería al niño que era! —grita—. Pero ya no soy ese niño. Ahora soy uno de ellos.

—No lo eres.

—¿No llevas intentando demostrar que soy un monstruo desde que somos niños? ¡Por Crowley!, ya tienes la prueba. Ve a contárselo al Hechicero, ¡cuéntale a todo el mundo que tenías razón! —la luz del fuego danza en su rostro. Siento el calor en mi espalda—. ¡Soy un vampiro, Gyeom! ¿Ya estás contento?

—No lo eres —digo, y no sé por qué lo digo, y no sé por qué de repente estoy llorando.

Jin parece sorprendido. Y enfadado.

—¿Qué?

—Ni siquiera has mordido a nadie en tu vida. —respondo.

—Joder. Lárgate.

—¡No!

Vuelve a dejar caer la cabeza sobre los brazos.

—En serio. Vete. Esta hoguera no es la tuya.

Le cojo la muñeca y le levanto.

—Exacto —añado—, no puede ser. Siempre me has dicho que te asegurarías de que hubiera audiencia cuando terminaras conmigo —tiro de él—. Vamos.

Jin no se resiste: sencillamente, se desploma. Una nube de chispas se arremolina a su alrededor y les gruño, soplando para alejarlas.

Le levanto la barbilla.

—Jin.

—Lárgate, Yu.

—No eres un monstruo —le digo. Al tacto de mi mano, su rostro está frío como el de un cadáver—. Todos estos años, he estado equivocado. Eres un matón. Y un arrogante. Y un imbécil. Pero no eres un monstruo.

Jin intenta apartar la cara, pero se la sujeto más fuerte. Abre los ojos, que son dos pozos chocolates y negros de dolor. No lo soporto. Gruño de nuevo. El fuego vuelve a soplar.

—Me merezco esto —responde.

Niego con la cabeza.

—Bueno, pero yo no me lo merezco.

—Entonces, vete.

Veo el fuego titular en sus ojos, lo cual quiere decir que quizá ya estemos completamente rodeados.

—No me voy a ir —respondo—. Nunca te he dado la espalda. No voy a empezar a hacerlo ahora.


La imagen del capítulo no es mía, créditos a la creadora.

Espero que disfruten este primer capítulo. 🌼🌟🌼

Moriré besando a Kim Yugyeom ► jingyeomDonde viven las historias. Descúbrelo ahora