3. Vegeta

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Los pasillos se volvían extenuantes y largos cuando el joven príncipe deseaba llegar a sus aposentos y descansar luego de las purgas planetarias que le encomendaba su padre.
No había nada en el mundo que lo llenará, más que las luchas intestina y las matanzas, eso le proporcionaba el regocijo y la emoción a su vida; ni el entrenamiento constante, ni la meditación, ni las putas en el harem, nada, en lo absoluto, podía llegar a saciar un ápice de esa sed creciente de sangre. Era todo un asesino.
Socialmente en la raza Sayan, no era mal visto, los guerreros debían entrenar para ser productivos en las batallas y esto devenía en las matanzas de vidas necesarias para efectuar una conquista y por consiguiente, la victoria.

Vegeta abrió la puerta de sus aposentos y se dirigió a la cama grande que estaba en el medio de la habitación.
Era de dos plazas, cubierta por colchas color rojo borravino, con cuatro pilares en cada esquina que sostenía un techo construido de un material símil madera y del cual salían telas rojas, estas prohibían la visión de lo que había adentro de la cama, formando como una especie de cubículo para evitar la mirada intrusa de a los esclavos que entraran en los aposentos del príncipe, esto en gran parte le encantaba a él, ya que le gustaba la privacidad; cuando las criadas venían a entregarle su desayuno, ninguno de esos ojos impuros osaba verlo a el en su totalidad. Las criadas sabían que sólo debían dejar los alimentos en una mesa cercana a la cama y retirarse al instante, estaba prohibido ver al príncipe y no por protocolo, sino por meras obsesión del mismo vegeta. Las únicas mujeres de condición esclava que podían verlo, eran sus favoritas, pero ellas morían tras fornicar.
También se encontraba entre las esclavas, Kaede, pero el joven Vegeta no la consideraba inferior como el resto, ella fue su madre de lactancia, la que le enseño a leer y escribir; y ahora era la mujer que le brindaba mujeres para su diversión, a ella la sentía familia, no un objeto sino un sujeto.

Se sentó en la inmensa cama y procedió a sacarse la armadura y dejar su traje spandex, se recostó poniendo su brazos atrás de la cabeza viendo el techo de su cama.
Había algo, una sensación, una sensación que lo atormentaba.
"Ese" algo que no lo dejaba sentir tranquilo ni ser feliz en su totalidad, algo que lo hacia sentir incompleto.
No era dolor, ni culpa por las muertes que ocasionó, es más las disfrutaba. No sé quejaba tampoco de la vida que llevaba, tenía todo lo que deseaba. Un imperio próximo a ser suyo, guerras que parecían interminables donde podía evidenciar sus capacidades de estrategia y lucha y reafirmar su superioridad ante los demás, era rico y controlaba los recursos naturales de aproximadamente 36 planetas y esa cantidad aumentaría en los años subsiguientes. Tenía hembras para complacer sus deseos sexuales, aunque le molestaba que fuesen tan débiles al no resistir un simple acto sexual. No tenía intenciones de contraer matrimonio con alguna de su misma clase ni tener descendencia por lo pronto, y su padre tampoco le sugería nada. Tenía todo, pero aún así algo le faltaba y no lo dejaba disfrutar el momento, ni la meditación tenía un efecto sedatorio en él para apaciguar ese sentimiento que provenía desde lo mas profundo de él.
La matanza lo llenaba, pero bastaba unas horas después del combate que ese sentimiento volvía a reaparecer, pensando que al fin lo había extirpado de él, esa "cosa" que no podía definir en palabras, siempre volvía a él.
El vacío.

¿Qué es esto que no me deja ser feliz? ¿Qué me falta acaso? Soy el más fuerte de mi raza, he superado a mi padre en fuerza. Conquisto planetas, gano todas las batallas, no hay ningún oponente que me supere ¿será eso? ¿Tal vez necesito a alguien a quién superar en fuerza?...

Los pensamientos fueron disipados al escuchar que su rastreador sonaba, se coloco el visor y vio a la figura de su padre - Hijo, necesito que te presentes en la sala imperial, es para hablar sobre la nueva conquista que tuvo Bardock.
A Vegeta se le transfiguró la cara, detestaba a ese general de baja categoría que por lo único que le habían subido el rango es por haber predicho que Freezer los iba a traicionar y por efectuar un plan y en consecuencia una emboscada a ese cretino, matándolo y así dando paso a la raza sayajin a tener un monopolio completo de la conquista de mundos sin ser subyugados a los designios de otras razas por pura diplomacia y acuerdos. Vegeta pensaba que cualquier Sayan clase alta era capaz de darse cuenta de las reales intenciones de Freezer, pero en ese momento el era un niño.
— Esta bien, iré enseguida. - corto la comunicación.

En el salón imperial, se encontraba el rey sentando de una manera despreocupada en un sillón mullido de color negro, mirando fijamente al terrícola que se había sentado en el sillón que se ubicaba enfrente de él. Al lado del terrícola se encontraba Bardock con los ojos cerrados y cruzado de brazos.

El príncipe tardó unos minutos en llegar al lado de su padre y sentarse sin saludar.
— Hijo te presento al terrícola que por excelencia es el mejor en la tierra en ciencia, el va a perfeccionar la tecnología que tenemos en el planeta e inventar artefactos que nos ayuden en el entrenamiento.
El señor Brief no se inmuto por la presentación del rey ni de la cara de desagrado del hijo de este - Encantado, me han dicho, que en tu harem esta mi hija - las palabras del científico fueron tan crudas, a él no le interesaba todo ese protocolo absurdo, ni la presentación.
El había aceptado trabajar para los Sayan porque su hija había desaparecido el mismo día que ataco la raza al planeta tierra, el decidió hablar con Bardock y presentarse como un ser útil para ellos, porque tanto su lógica científica como su intuición humana le decían que si su hija no era alguien importante o si los sayan no la consideraban alguien, iba a terminar muerta, y el jugaba con su única carta, que era su coeficiente intelectual.

¿Cómo sabía entonces que los alienígenas iban a querer científicos mecánicos? Por tratar de conquistar el mundo, y no por base de armas sino por el único medio para llegar a la conquista: utilizando una nave que los llevara de un lugar lejano a otro, por eso se presento apenas se entero de que su hija no estaba en casa, sino fuera.

- Eso es muy desubicado de su parte - vegeta emitió un breve sonido pero no dejo de mantener su misma postura corporal.
- ¡Hijo! ¡Comportate frente al invitado! - la voz del rey retumbo por toda la sala - Sí, me ha informado la cuidadora del harem que su hija pertenece al harem de mi hijo, pero no sé preocupe, el no la ha visto ni tocado, trataremos de que sea bien educada con las costumbres Sayan así puede resultar una buena favorita para el principe - el científico tosió un poco
— La realidad es que quería saber si Bulma, mi hija a pesar de su ahora nueva condición, no podría trabajar para mi, verá... Ella también es científica - la cara del rey cambio totalmente de semblante y comenzó a reír.
— Disculpe Dr Brief, pero las reglas del harem son claras, el príncipe va a ser el único que le pueda dar la libertad o libertades a su concubina, su hija sólo pertenece al harem de mi hijo, es él quien tiene que dar permiso. Pero yo le aseguro que su hija recibirá protección de mi parte, no se preocupes señor Brief, ella se encuentra bien.

Vegeta no podía creer lo que escuchaba, estaban hablando de su harem, así tan ligeramente y encima a una criada por ser simplemente hija de un científico que ni sabía las reales capacidades tecnológicas del tipo, iban a resguardarla y protegerla como si su sangre corriera sangre Sayan, eso era descabellado, desubicado y fuera de lugar de toda norma y protocolo según su razonamiento.

— Disculpen, pero de mi harem me encargo yo, no liberaré a la esclava, me pertenece y me da igual quien seas - mirando fijamente al terricola - No te metas en mis temas de alcoba. - al terminar sonrió y decidió marcharse, se desentendió de todo el asunto, hizo oído sordos a las objeciones de su padre y regreso a sus aposentos a descansar, la conversación había finalizado, pero algo surgía.

Una nueva inquietud en Vegeta nacía, y le venía a la mente tras recordar ese encuentro con el terrícola. ¿Quién de su harem, era la muchacha? ¿Por qué era tan importante para ese humano? ¿Qué tenía de especial? Esa conversación planto la semilla de la duda en vegeta y comenzó a germinar y propagarse rápidamente, iba a averiguar quién era esa mujer, dando un paseo con Kaede en su Harem, esa idea le complació. La sonrisa se le dibujo en el rostro al llegar a esa solución.

Continuará

El Harem De VegetaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora