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—No tenía por qué haber pagado los alquileres que le debía a mi casera

—le digo en cuanto la señora Meyer cierra la puerta tras de sí. No puedo evitar sentirme avergonzado por su gesto.

—No ha sido nada

—responde él.

—Sí, sí es algo. No lo tenía que haber hecho

—vuelvo a decir

—. No voy a poder devolvérselo.
En el fondo estoy enfadado; de pronto el señor Jeon  se ha convertido en mi salvador, y eso no me gusta.

—No quiero que me lo devuelva. Es solo dinero, joven kim

—anota pausadamente.

—Solo dinero…

—siseo en un tono inaudible.

Cuando alzo la vista, advierto que su mirada está recorriendo mi cuerpo de arriba abajo y que sus ojos se detienen en mis piernas. Entonces caigo en la cuenta de que estoy en medio del salón, descalzo, con una camiseta ancha que apenas me cubre los muslos y que tengo el hombro derecho al descubierto.

Noto que el pulso se me acelera y un golpe de rubor asciende hasta mis mejillas al verme de esa guisa ante él, ante el hombre más elegante de la ciudad, y que parece haberme desvestido con una sola mirada.

Como puedo, tiro del borde de la camiseta con los dedos en un intento de alargar la prenda y de que me tape los muslos, pero es del todo improductivo, porque no logro que cubra más de lo que lo hace.

—¿Cómo ha conseguido mi dirección?

—le pregunto algo molesto, cambiando radicalmente de tema.

—Se le olvida que antes de salir corriendo de mi despacho me dejó su curriculum, joven kim  y que, como en todo curriculum, estaba su dirección.

Señor jeon 1-Tae 0.
Decido no darle réplica.

—¿Qué hace aquí?

—sigo interrogando. Pero antes de que conteste vuelvo a tomar la palabra

—. ¿Ha venido a convencerme para que acepte su proposición?

—Puede. ¿Le molestaría que lo hiciese? —dice.

—No creo que usted tenga mucho en cuenta lo que le molesta o no a la gente.

—Quizá lo tengo en cuenta más de lo que usted se piensa, joven kim.

—¿Tiene algún problema con llamarme Tae?

—le digo

—. Prefiero que me tutee. El «usted» me pone nervioso.

Durante unos instantes me mira con una expresión que me resulta indescifrable.

—Como quieras…, Tae

—dice con voz pausada.

Me siento extraño cuando ha dicho mi nombre. No sé si son imaginaciones mías, pero lo ha pronunciado de una manera que nadie lo había hecho antes; en un tono profundo, melodioso, incluso sensual.

Me sorprendo preguntándome cómo sonaría susurrado al oído mientras me hace el amor.

Mi propio pensamiento hace que vuelva a sonrojarme. ¡¿Qué diablos me está pasando por la cabeza?! ¡¿Cómo puedo estar planteándome algo semejante?! Jin no es la única que tiene que hacerse mirar algunas cosas. Yo también, desde luego.

—¿Por qué insiste, señor Jeon? —pregunto.

—Llámame jungkook

—dice.

La Proposición del señor Jeon  (Kookv) +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora