Capítulo 1. Sueños

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"Hay muchas maneras de mantenerse con vida, cualquier cosa con tal de sobrevivir. Y es que muchas veces los límites que separan la vida y la muerte son difusos, mínimos y escasos. ¿Dónde empieza uno y donde acaba el otro? Una batalla que no tiene final."

Mikasa entró en la ducha, en el baño de chicas. Dejó su albornoz en el perchero de fuera mientras su mano sujetaba una pequeña cesta con un champú y suavizante. No era de esas típicas chicas que se echaban veinte mil cosas en el pelo. Tampoco es que tuviera mucho más.
Cerró la cortina una vez desnuda y abrió el grifo. Empezó a salir agua y fue regulándola hasta dar con la temperatura adecuada.

Escuchó que alguien entraba en el baño, sin embargo, no le dió mayor importancia. Seguramente sería alguna que otra chica que iría a ducharse posiblemente.

Detectó que aquellos pasos se dirigían a la ducha donde estaba ella y abría la cortina poco a poco, introduciéndose poco a poco dentro del cubículo donde se encontraba la chica.
Esta, de lo poco que podía hacer, se cubrió con sus brazos y dirigió a la esquina todavía con el agua cayendo por su espalda.

Sintió que unos brazos envolvían su cintura, empezó a temblar mínimamente. Nunca había enseñado su cuerpo completamente desnudo, y menos a una persona que no podía ni verle la cara.

— Tranquila Mikasa... Soy yo... — ¿El capitán? ¿Qué hacía aquí?

El recientemente aparecido empezó a repartir besos por el cuello y espalda de Mikasa mientras sus manos subían de su cintura hasta sus pechos.
La azabache no oponía resistencia, le gustaba. Podría decirse que incluso quería más. Quería sentirlo dentro de ella.

La cercanía del miembro del pelinegro al trasero de la chica hacía que ambos quisieran más, mucho más.

—¿Estás segura? ¿Mikasa? — Iba a responder otra vez cuando una voz exterior la llamó y le rompió todos sus sueños

— ¡Mikasa! — Pegaba gritos su gran amiga Sasha, en su habitación. — ¡Menos mal! Si que estabas perdida en un buen sueño... — Se sentó en la cama que le pertenecía a ella. — ¿Qué soñabas, por cierto?

— ¿Por qué lo dices? — Actuó la otra chica indiferente, ocultando que el corazón le iba a mil y se sentía bastante húmeda por la parte baja.

— Bueno, si no me los quieres contar esta bien pero yo tengo hambre. — Se levantó de un salto. — Voy al comedor, ven cuando termines. Por cierto, te toca a hacer la colada... Ah! Y no ovoides ducharte, hueles raro.

Mikasa rodó los ojos mientras la castaña salía por la puerta. Se levantó de su cama con pesadez y se dirigió a la ventana, la cual la abrió de par en par y se encontró a la persona que menos quería ver entrenando.

Nunca se sintió así. Hecha una matojo de emociones y sensaciones. Su interior era una lucha, una guerra por conseguir el control total de sus acciones. Sin embargo su cuerpo le seguía fallando.

Su mirada se clavada en algún punto del techo de la habitación todas y cada una de las noche, pensando en que pasaría si algo distinto ocurriese.
Sin quererlo su sangre subía a su cabeza en su presencia. En la de aquella persona que le hacía temblar con cada roce.
Era un big bang a punto de explotar. Un big bang en él auge de su carga, y no encontraba tiempo ni lugar para descargarla.

Había un problema, él era el capitán. Ella una simple recluta. No podía hacer nada al respecto. No sabía o no quería saber siquiera si él sabía de su existencia.
Eren hablaba maravillas de él, pero claro que no lo comprendió hasta tenerlo en persona. En una expedición.

(...)

Entró toda la espesura y niebla del inmenso y casi inacabable bosque, en una misión de exploración, se perdió. Oía los gritos de sus compañeros siendo arrastrados hacia la muerte uno tras otro. No encontraba forma de orientarse de alguna forma y volver a la formación.

Aceleró el paso cuando escuchó unas pisadas de titán detrás de ella. Pero en un solo instante, en un mísero segundo, dejó de escucharlo. Se giró para ver quien había sido la persona que había matado a ese clase 10. Se encontró cara a cara con el hombre más fuerte de la humanidad.

 ¡Ackerman! - Gritó el azabache  ¿Qué coño haces? ¡Concéntrate, maldita sea!  Lo miró con recelo y fijó su vista al camino que le quedaba para salir del bosque.

Poco después llegó él montando su caballo de pelaje negro y la adelantó con facilidad. Oyó un grito cerca, alguien había muerto, supuso. Vio la espalda de su capitán y sintió que se encogía más en su cuerpo, pese a lo pequeño que era.
Lo notaba, notaba cada muerte de sus compañero, de eso se dio cuenta Mikasa al mirarlo fijamente.

Un trueno amenazó cuando salieron del bosque y de pronto empezó un gran diluvio. Mikasa se puso la capucha de su capa, al igual que lo hizo su capitán. Verdaderamente estaban bastante lejos de toda la legión y no sabía si eso era bueno o, por el contrario, malo.

Cuando ya la luna amenazaba en salir decidieron retirarse. El escuadrón de Levi volvió al piso franco mientras todo el resto de la legión se dirigía al castillo donde siempre habían estado.
En aquella minuciosa casa había suficiente espacio como para que cada uno tuviera una habitación individual, pero los cuartos de baños eran compartidos.

Cuando llegaron todo se encontraba exactamente igual que como lo dejaron. Mikasa recordaba no hacer mucho en el tiempo en el que Eren y Jean preparaban la cena. No supo el momento en que Sasha le encargó entregarle al capitán una carta del comandante. Así pues llamó a la puerta una, dos y tres veces, pero nadie respondió.

Finalmente escogió abrir la puerta ella misma y entrar en la habitación del capitán. Este se encontraba dormido en el sillón. Mikasa no encontró nada raro en esa escena por lo que se apresuró en dejar la carta sobre su escritorio y salir con sumo cuidado de ni despertarle.
Antes de irse completamente dio otro vistazo hacía el azabache y se dio cuenta de pronto de las lágrimas que brotaban de sus ojos. Se acercó a él y, en un acto inconsciente, le secó los llantos. Se dio cuenta de que tenía una foto en la mano.

Esta mostraba a su antiguo escuadrón y a él, seguramente, una tarde cualquiera en el comedor. Todos en aquella foto estaban muertos... Todos a excepción de él. "Debía ser duro perder a todos tus seres queridos y que el mismo diablo te tenga tanto desprecio como para dejarte en este infierno." Eso pensaba Mikasa.

Ella pensaba que fue ahí cuando empezó a enamorarse de él, después de mucho pensar claro.

De un momento a otro, volvió a la realidad.

Apartó la mirada de ese hombre que seguía entrenando solo, como todas las mañanas, cuando el sol apenas rozaba las montañas. Acto seguido cogió sus sabanas y las de su compañera, las dejó en el montón de ropa que había para lavar ese día, montón que le tocaba lavar a ella.



"El tiempo perdido no regresa

y los errores cometidos no tienen vuelta"

Mi Salvador | RivaMika [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora