Siete años después
Planeta Ebsarta, sistema Impera
Caminó por la tierra negra, contemplaba el lugar al que debió bajar sin rechistar. Aquel no era más que un pequeño y destruido planeta al que ni la suerte ni Elaysa le había sonreído; cayó en el abandono muy pronto, sin embargo aun guardaba historias antiguas.
Una neblina perenne parecía absorber cada roca, montaña, o columna, su bajo grado de visión le molestaba. A pesar de tener a Nerit frente a ella, tanteaba el suelo con cada pisada que daba pues ya se habían encontrado con suelos falsos de barro. Aunque tal como habían visto en sus pantallas y sabido gracias a los mapas espaciales, el planeta tenia componentes artificiales como la placa metálica que encontraron en el camino y la tierra gris que ahora cubría el suelo, además contaba con algunas especies que habían logrado adaptarse y procrear en ese clima y geografía.
Él enfocó la mirada a su diestra, ella fijó su mirada en el sitio donde apuntaba. Varios monolitos de roca hacían figuras que lograron darle una sensación de escalofrío. Su compañero hizo una señal de forma tal que ambos se separaron.
Ella revisó su muñeca donde una pequeña pantalla se iluminó al contacto, envió una señal para que sus gafas activaran la opción de temperatura; con arma en mano apuntó a la zona donde las rocas se empezaban a elevar sobre su cabeza. Su sendero la llevó a adentrarse entre ellas, se encontró con varias columnas talladas. En su parte frontal se veía la imagen de un Lomus agresivo. Ella se acercó a él precavida, sus dedos rozaron las líneas de expresión del animal. Siempre le había gustado la furia que emanaba aquel mamífero, su devoción por los suyos y su capacidad de protección, pero su devoción solo podía caer en la mítica sirena.
Paró en seco al escuchar un murmullo detrás de ella. Era un sonido nasal seguido de un galope rápido y grave. Se aferró al arma y giró con lentitud, apuntaba a lo que sea que estuviera detrás; no encontró nada y eso no le gustaba. Se agazapó junto a una de las columnas. La neblina seguía siendo un impedimento. Soltó varios improperios y retomó el camino a pesar de que sabía que no sería una buena idea. Lo que sea que estuviera cerca buscaría la manera de atacar y andar con tanta tranquilidad aceleraría tal proceso. Aunque ella no se lo permitiría.
Esconderse o seguir.
Ella era de las que prefería seguir y enfrentarse lo que sea que quisiera hacerla temer. Siendo así empezó a andar sin bajar la guardia. Sus pasos se hacían más sigilosos y sus sentidos estaban más atentos de lo acostumbrado, la modificación de su oído se activó. Eran en ocasiones como aquella que agradecía tener una agudeza auditiva digna de un animal, hubiera preferido la visión, pero sus oídos la habían salvado en muchas ocasiones. El temido sonido que la hizo detener había aparecido, pero a diferencia de la primera vez, se habían triplicado.
Disparó.
Aunque la velocidad del enemigo la había sorprendido lanzándola varios metros lejos del punto donde se encontraba. Rodó sobre sí, herida como estaba debía mitigar el dolor. Se levantó tan rápido como pudo y volvió a disparar a lo que sea que la hubiera atacado. Gracias a la luz procedente del arma logró ver qué eran. Insectoides de varias patas cartilaginosas, tenazas parecidas a un cuchillo filoso y metálico, eran mutaciones que los hombres habían creado y se habían salido de control. Entendía por qué no las había visto. Le extrañó ver esa clase de especie en el planeta aunque también entendía que era de esperarse. Matarlos no era fácil, por lo que agradeció contar con aquella arma entre sus manos, era una de las pocas que podía lograr atravesar el caparazón de los insectoides aunque poco más que eso.
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Elaysa: La ciudad de los condenados
Science FictionLas leyendas hablaban de ella como el último lugar al cual desear llegar, pero al que nadie ha logrado entrar. Las historias de muerte y silencio eran demasiadas como para querer encontrar "La ciudad de los condenados". Aunque no para algunos. Los s...