Emeral corrió por el sendero bajando varias cuadras con los Ducras detrás de ella quienes empezaban a ver la diversión tras la ida a Zaga. Le molestaba haber sido tan lenta para comprometerse, más aun le parecía inadecuado y poco propia de ella.
Seguía un camino donde el empedrado se perdía y la tierra blanda empezaba, sitio donde Girón buscaba deshacerse de otros dos a los cuales dejó atontados entre un par de barriles pestilentes, cajas y animales de sangre fría. Al doblar en una esquina el par se encontró de frente, él haló de Emeral y llevó por un callejón donde una puerta entre abierta daba lugar a un bar de poca monta en el que el aroma a amonio y licor se mezclaban.
Giron se movió hacia la ventana con cuidado esperando haberlos perdido de vista. Suspiro al verse a salvo aunque en un sitio ajeno con miradas turbias puestas sobre ambos.
Con una señal, Blan le hizo ver a su compañero que era hora de salir de allí. Ambos recorrieron caminos distintos con una sola idea en mente. Ella rodeó la plaza de las Antorchas perdiéndose en un mar de gente que transitaba por el lugar. Las variadas columnas y la muchedumbre serían una ventaja. O eso creía.
Hugh golpeó el hombro de Norm haciendo señas. Uno tomó lugar hacia la derecha, mientras que el otro se fue por la izquierda. Emeral observó a ambos desde el techo de uno de los locales del lugar. Decidida, caminó lejos de la plaza hacia una zona menos alta donde el techo de otro edificio le esperaba. Impactó contra el otro local. Gritó al sentir una corriente recorrer su cuerpo hasta su columna y caminó con la cabeza gacha hasta la otra esquina del lugar, pasó un pequeño muro grisáceo y siguió hasta dar con un par de cajas apiladas en una esquina.
Una vez en el suelo, luego de haberse lanzado y maldecido hasta el cansancio, buscó entre sus pertenencias un intercomunicador. Lo colocó en su oreja y esperó a que Carnis atendiera.
—¿Sigues viva? —inquirió con ironía el hombre.
—Hierba mala nunca muere —contestó—. ¿Dónde está Girón? Estos tipos se han dividido.
—Tu pequeño soldado se ha ido más allá de la zona sureste a una velocidad tremenda. Está a varios kilómetros del navío. Ahora, querrás saber cómo ha llegado hasta allá... pues no me creerás pero alguien lo está guiando —comentó el hombre en tono serio, falto de cualquier emoción.
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Elaysa: La ciudad de los condenados
Ciencia FicciónLas leyendas hablaban de ella como el último lugar al cual desear llegar, pero al que nadie ha logrado entrar. Las historias de muerte y silencio eran demasiadas como para querer encontrar "La ciudad de los condenados". Aunque no para algunos. Los s...