Capítulo 39

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La imagen de la anciana mujer le era borrosa

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La imagen de la anciana mujer le era borrosa. Sentía haberla visto antes, en algún lugar, pero nada le aseguraba que fuera así. Por el contrario, su mente se dispersaba entre recuerdos borrosos de hombres y mujeres a los que no podía darle un rostro definido y los años que vivió junto a Teber. Kalisa daba todo de sí para mostrarse confiada y segura delante de quien era su niña aunque por dentro sintiera quemarse por esa falta de tacto. 

Emira respondía con una sonrisa noble pero cruel a sus ojos. Terminó de limpiar sus lágrimas y se despidió con la naturalidad que pudo. Cuando la pantalla holográfica se diseminó en el aire, Emira suspiró penosa de lo que hacía. Ni conocía a la mujer ni podía mostrar nada por ella, a sus ojos Kalisa era una extraña que acababa de conocer y a la que intentó conectar con sus recuerdos sin encontrar nada. 

Kalisa, Emeral, Lion, Velikoj; ninguno de ellos existían para ella. Eran simples marionetas que aparecían en ese instante diciéndole cosas que debía aceptar y que no podía. Un examen sanguíneo pedido por ella terminó de aclarar lo que tanto Mirov como Lion se cansaron de hacerle ver. La prueba final estaba frente a sus ojos y aún era increíble para ella, pero era la realidad.

Emira contempló el espectro frente al espejo. Sus ojos ojerosos, su rostro cadavérico; había perdido algo de color y con ello fuerzas. No tenía deseos de nada que no fuera ver a Erna Teber, esa era la razón por la que, aun en contra de las negativas de Velikoj Mirov, ella estaba en esa nave desconocida rumbo al Sistema Dtar. Fuese Smog su padre o no, no tenía intenciones de quedarse a esperar quién sabe qué. Para ella, muy a pesar de todo, su deber era buscar a Erna Teber y hacerle hablar. Salió de su dormitorio encontrándose con la imagen del mismo hombre que un tiempo antes quiso coquetearle. Maxiliam sonreía apenado rascándose la nuca y el rostro hacia abajo.

—Marian… perdona… Gonk quiere que nos encontremos en unos minutos. Venía a buscarte —musitó.

—Emira —susurró. Maxiliam se incorporó dudoso—. Mi nombre. —aclaró. Terwood lo aceptó aunque bufaba por la actitud.

—Cada examen que has querido probar dice muy bien quién eres ¿Sabes? —negó resoplando—. Pero si aún deseas ser hija del hombre más… es tu decisión —terminó marchándose—. ¡Te estaremos esperando!

Emira, Emira, Emira. Ese era el nombre que su padre le había dado y no tenía razones para cambiarlo, no mientras estuviese allí. 

La ruta los llevaba a gran velocidad a las cercanías del Sistema, sin embargo pasaría un par de meses para que ello ocurriera y tal como esperaban el viaje era tranquilo. Días de porvenir parecidos a los anteriores. Mirova visualizaba el mapa sin verlo y tomaba de un vaso el líquido que hacía carraspear su garganta. Un horrible sabor modificado para calentar su cuerpo de manera debida. Su hermana le hablaba sin parar y sabía que debía poner atención a lo que sea que estuviera diciendo pero en ese instante no tenía cabeza. Su propia hija reformulaba cada vez que podía las pruebas que gritaban a simple vista lo que sus palabras decían y ella negaba una y otra vez. Vio en ese simple hecho a su amada, terca como su hija. Le era inevitable sentir un vacío comerlo poco a poco gracias a las mentiras de Erna Teber. Logró hacer lo que quizá alguna vez dudó podía suceder.

Elaysa: La ciudad de los condenadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora