Capítulo 25

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Dos golpes al saco y una patada a su flanco hicieron que el objeto se moviera varios centímetros

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Dos golpes al saco y una patada a su flanco hicieron que el objeto se moviera varios centímetros. Yuri llevaba alrededor de dos horas en el salón de entrenamiento, meditaba todo cuanto había ocurrido y la forma en cómo había sucedido. En ese momento, víctima de su propia ira, había hecho del lugar un verdadero campo hasta que Zel le pidió que entrenara de forma convencional.

Las realidades aumentadas solo la hacían perder la paciencia.

Gold salió del sitio con el cuerpo entumecido por los días de entrenamiento pero feliz por la agilidad que retomaba a ella. De alguna manera creía haber perdido su fuerza durante los días en Ugen. Concebía su bienestar a los días que había transcurrido en el espacio aun en esa solitaria nave donde ellos dos eran únicos.

Zel la vio entrar a la sala con la frente sudorosa y una bolsa de agua. Él había pasado varias horas con la mirada en el espacio. Algo que lo transportaba. Sentía su corazón latir con fuerza cuando pensaba en la herida que empezaba a verse mejor conforme pasaban las horas. Fuera lo que fuera que Goegen habría hecho rendía sus frutos y eso lo agradecía. Necesitaba estar fuerte, retomar el control; pensar con claridad.

—Será cuestión de días para estar cerca de Aki —resopló mirándola.

Ella asintió con la cabeza, lo sabía.

—Iré a investigar —comentó únicamente—. Aki es un planeta deshabitado del que sabemos muy poco y esa nave: Anaquil, es un completo misterio para mí.

Zel se cruzó de brazos.

—Anaquil: la mejor arma de Lord Ebsarta.

Yuri frunció el ceño sorprendida ante la mención del planeta.

—¿No lo sabías? Bueno, no puedo esperar que lo sepas todo —suspiró—. Esa nave es la maldición de los sibilantes. Todos la quieren y nadie ha podido obtenerla. Desconozco porqué.

Zel se encogió de hombros.

—¿Quién fue Lord Ebsarta? —preguntó.

Zel dudó por un segundo.

—Su capitán. Era también un hombre nacido en Ebsarta, el mismo que gobernaba en el planeta, demás está decir. De allí que mantuviera ese apodo, pero claro todos en Ebsarta tenían ese nombre —bufó—. Era hasta cierto punto ridículo. Para que sea más claro, si tu nombre es Yuri Gold y naciste allí, sería: Yuri Gold de Ebsarta —comentó irónico.

—Hay lugares con tradiciones ridículas. —dijo, le restó importancia.

El descanso luego del ejercicio le venía de perlas y eso hacía: descansar y ejercitar. No tenía nada más en mente.

Con los días siguientes el par se mantuvo quieto, cada uno hacía sus labores correspondientes. Yuri se encerraba en unas de las habitaciones, buscaba todo lo referente a Anaquil y Lord Ebsarta. Le parecía increíble ver la cantidad de información que se encontraba acerca de un sujeto del que antes de ese viaje no sabía absolutamente nada. Lord Ebsarta era un hombre de mundo, ambicioso hasta cierto punto, amable y considerado en otros aspectos. Tenía una persona a su lado llamada Holly con la que había compartida aventuras y desventuras. Su final llegó con el mismo final del planeta que alguna vez concibió la igualdad entre ladrones y la ley reinante.

Elaysa: La ciudad de los condenadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora