Más de 1 año terrestre.Un golpe al abdomen hizo que la mujer se doblegara. Él aprovechó la oportunidad y tomó el brazo de la chica para luego hacerla caer de espaldas sobre el colchón de prueba. Ella se retorcía de dolor, apenas podía decir palabra alguna luego de haber recibido tal ataque. Lo que tenía de increíble Gonk era su capacidad para seguir sin mediar en las consecuencias. A los ojos del hombre, Emira seguía siendo la niña que empezó a entrenar meses atrás. No era la hija de Erna Teber, para él nunca lo fue, mucho menos era la hija de un reconocido general de La Avanza: Smog Mirova, tenía una serie de historias todas tan escalofriantes que dudaba de quién era finalmente aquel hombre. En tal caso, separaba a Emira de esas personalidades.
Emira abrió los ojos se sentía desfallecer, pero eso no la detendría. Se movió por el suelo hasta encontrar equilibrio y levantarse nuevamente. No quería perder frente a Gonk mucho menos delante de quienes les observaban. Sarasay gritaba a viva voz su nombre como muestra de su apoyo, mientras su hermano se quedaba de brazos cruzados observando el duelo.
—Una segunda vez, esta es la última, niña. —Ella asintió.
—Esta vez podré. —Gonk carcajeó impoluto, ni creía en tal aseveración ni dejaría que si quiera lo intentase.
—No has visto a tu primo. El pobre es persistente, casi lo logra, pero no llegó muy lejos. Igual te pasará a ti.
Con el segundo ataque de imprevisto, Gonk no previno el golpe al rostro, ni la finta que la chica tenía preparado; pero no cayó, encontró un espacio donde golpear. Emira volvió a caer, esta vez fuera del colchón. Él se acercó lo suficiente como para ver el bonito rostro de ella un poco pálido, con las mejillas sonrosadas y un hilo de sangre emanar de su frente.
—Es suficiente —dijo. Emira suspiró. Se levantó como pudo del suelo y limpió su rostro con las mangas de su suéter. No quería terminar así, no deseaba dejarse ganar por Gonk. Él había visto esa mirada en más de una ocasión y sabía qué haría. La tomó del hombro y palmeó varias veces—. No he salido tan ileso como piensas, me has dado una buena. Por ahora, considero que hemos terminado, pero has mejorado. Lo has hecho.
—No puedo solo ser mejor si me quiero acercar a Teber —susurró.
—¿Crees que te dejaré acercarte? —Mirova contempló al par con los brazos cruzados y el rostro ceñido. Tenía días con la misma postura y el mismo semblante.
—Haré lo que me plazca y lo que me place es llegar a él.
—Mientras estés en esta nave, no. —zanjó—. Es una orden.
—Él no tiene idea de donde estoy, ni con quien, puedo llevarte a él, puedo hacerlo. Pero debes dejar que me acerque. Teber no me hará daño. —gruñó enfadada.
—Señor, Teber no le provocará más dolor del que ya ha sufrido. En el fondo la tiene muy en cuenta, si la ve, es probable que le permita tomar su lado en Anaquil ¿no es Anaquil lo que quiere? —comentó Gonk.
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Elaysa: La ciudad de los condenados
Ciencia FicciónLas leyendas hablaban de ella como el último lugar al cual desear llegar, pero al que nadie ha logrado entrar. Las historias de muerte y silencio eran demasiadas como para querer encontrar "La ciudad de los condenados". Aunque no para algunos. Los s...