—Yuri Gold ¿Ah? Así te dicen aquí ¿Ese es tu nombre?
El golpe justo en su abdomen la había acortado la respiración, flexionada sobre sí misma, Yuri intentaba recuperar el oxígeno que había perdido. Observó con aire de soberbia al hombre que se atrevió a meterse en su camino.
—¿Y tú? —preguntó—. ¿Cómo te llaman a ti? ¿Imbécil o bestia? —ironizó con una sonrisa en sus labios.
El hombre, un sujeto de contextura fornida y ojos negros se carcajeó.
—Ese es el débil intento de la niña —Se burló—. Estoy sintiendo el terror —exclamó ahogado en su propia risa con un público apoyándolo. Yuri aprovecho el instante para enfrentarse al hombre—. ¿Qué animal se enfrenta de frente a alguien que no podrá vencer? ¡Yuri Gold! —lanzó ansioso.
Frente al sujeto, Yuri se movió ágilmente evitando un golpe que seguro la dejaría sin aire nuevamente. Trepó por la espalda del hombre viéndose en los hombros del individuo quien intentó zafarse del amarre que había hecho justo a nivel de su cuello. Yuri se inclinó hacia atrás yendo hacia el suelo derribando a su oponente sin dejar de sostenerlo. El rostro de aquel fue a dar contra el suelo de forma estrepitosa.
Ella se abalanzó contra él propinándole un certero codazo entre los omoplatos seguido de choques del rostro contra el suelo. Yuri concibió la satisfacción al ver emerger el charco de sangre. Se relamió los labios e hizo su cabellera rojiza hacia atrás ahora contemplando al público que ansiaba la victoria de Zel "El grande". Ella escuchó el abucheo incesante de los hombres al notar que su querido y más fiel competidor había quedado en la lona muerto a manos de una mujer que parecía no iba a tener la ventaja de ganar frente a él. Satisfecha, con la frente en alto y una sonrisa triunfal formada en su rostro, caminó fuera del círculo hacia las puertas de madera vieja que se abrían a ella por dos hombres vestidos con túnicas amarradas a en su cintura por cuero negro.
Escuchar los deseos de los hombres de su muerte era algo que esperaba, más no esperaba escuchar su nombre retumbar aludiendo al apellido que ella misma se había impuesto. Giró buscando la voz de la persona que llamaba a su nombre con clamor. Un hombre mayor sin una cabellera que poblase su cabeza y una barba prominente y trenzada.
Yuri observó al hombre por unos segundos volteando a ver su camino. Se había tomado el tiempo necesario para memorizar cada aspecto de las facciones del hombre y su vestimenta.
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Elaysa: La ciudad de los condenados
Bilim KurguLas leyendas hablaban de ella como el último lugar al cual desear llegar, pero al que nadie ha logrado entrar. Las historias de muerte y silencio eran demasiadas como para querer encontrar "La ciudad de los condenados". Aunque no para algunos. Los s...