Recordar que la imagen de Gonk no le era casual lo desarticulaba. El hombre, en las pocas veces que lo vio, era de contextura fuerte, una masa sólida que seguramente era capaz de todo cuanto se le ordenaba. Cari no era una persona que se rodeara de débiles, sin embargo frente a Mirov caminaba un hombre devastado con una camilla traída por droides donde reposaban los restos de Cari Trent. La poderosa, enérgica y servicial Cari que Mirov conoció y que creció al lado de un hombre como Erna Teber. Su funeral debía ser tal como era la de un representante de reino y como tal, sus familiares debían estar presentes.Gonk le dedicó una mirada sombría y conflictiva. Detrás de sus ojos Velikoj entendía su posición. Quizá les ayudaría hasta tener a Teber entre sus manos y eso le era suficiente al general, luego le daría lo que había pactado con Trent en una de sus tantas cartas: un hogar y seguridad para sus hombres. En aquel entonces eran dos. Luego de hablar con el sibilante supo que solo quedaba él.
Gonk se sentó en la cama viéndola con pesadez. Aun enojado, triste y nostálgico. Aun lleno de una ira que no veía aplacarse en mucho tiempo. Recordar la voz y la mirada de Trent le ponía peor, aun así solo en ella encontraba también un poco de calma para luego pasar a ese odio incontrolable que hizo volar objetos por el lugar.
Aferrado a la mesa con los ojos desorbitados e intranquilos, Mirov lo encontró fuera de sí y lo entendía. Lomus y Elaysa bien podían entenderlo. Selló la puerta hasta que se generó el particular sonido y Gonk giró. El general llevaba las manos a su espalda. Erguido, con el ceño fruncido y sus labios en una línea recta que no demostraba nada. El sibilante volvió su mirada a la mesa grisácea de la cual se sostenía y rio. Apenado, alterado como nunca, dolido como pocos, seguían siendo sus heridas dolorosas y más aún las emocionales.
—Lo siento —dijo riendo. Velikoj no cambió en lo absoluto cuando vio las lágrimas resbalar luego de que lo encarase—. Lo siento —repitió.
Tomó asiento, sentía el peso de su cuerpo demasiado para sus piernas.
—¿Cómo era? —preguntó, sacó de su ensoñación al hombre.
Gonk lo contempló dubitativo. Respiró hondo y sonrió.
—Era la mujer más valiente que había conocido. —murmuró—. Era como… como una hermana. —Recordó días y días de intenso entrenamiento, de estudio, de pequeños golpes al ego de Trent—. Era una buena mujer.
Mirov soltó el aire que había estado conteniendo.
—Nos hemos conectado con su familia en Riporld —Gonk alzó la vista visiblemente inquieto—. ¿Sabes qué debes hacer?
—No soy nadie —refutó.
—Eres la última persona con la que habló. Se lo debes, se los debes —espetó.
—¡Sí! Fui la última persona, pero para ellos yo no significo nada ¡Soy un simple pirata cobarde y...!
—¿Alguna vez te preguntaste por qué Cari Trent, una heredera a las riquezas de la familia Trent, decidió hacer esto? —inquirió el general convencido de que Trent nunca había hecho la mención de ello—. Nunca se los dijo, es visible y era parte de sus condiciones. —Rememoró—. Cari era una niña audaz que conoció a Marian mucho antes de que partiera, mi hija solía correr tras ella intentando imitarla. —Sonrió con pesadez—. Ralph Trent era y es, un hombre con el que conté cuando me uní a La Avanza, fue quien me dio los escalones para ascender y fue el único en enterarse de mis secretos. Él y la misma Cari tomaron la decisión y yo me negué, me rehusé a que esa niña siguiera los pasos de Erna pero su padre: Ralph, ese viejo confiado, admiraba y conocía los límites de su hija. Luego llegaste tú y decidiste tomarla bajo tu ala como su cuidador. Ralph había acertado en algo que nunca pensé y es que Cari se ganaría la confianza de los hombres de El Marqués y así hizo. Ralph estaba orgulloso de su pequeña y de saber que quien la acobijó la protegería. Créeme, representas los años de vida que Cari estuvo lejos de la familia Trent, representas la persona que la vio crecer, luchar y morir. Eres importante para ellos.
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Elaysa: La ciudad de los condenados
Ficção CientíficaLas leyendas hablaban de ella como el último lugar al cual desear llegar, pero al que nadie ha logrado entrar. Las historias de muerte y silencio eran demasiadas como para querer encontrar "La ciudad de los condenados". Aunque no para algunos. Los s...