Capítulo 22

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—Estaba ubicada en lo más alto del Valle, la casa de los Lion era reconocido gracias a mi padre. Dedicó su vida a la regeneración humana. Parte de los avances actuales en medicina son gracias a él, pero algunas personas creyeron conveniente que Tom Lion dejase de visualizar el mundo que él buscaba.

»¿Un hombre capaz de regenerarse? Es una soberana estupidez pensar en ello por los problemas que traerían si cae en manos de la milicia. Sin embargo, ellos tomaron el trabajo por el que mi padre dedicó tantos años de vida. Dos hombres entraron en la casa, nos redujeron, amordazados; mi padre solo tenía que hacer lo que ellos querían y saldríamos con vida de ello. Más no cumplieron su promesa. Lo asesinaron frente a mí.

Han observó el complejo al cual debían llegar en cuestión de segundos. Desde fuera era tan imponente como por dentro. Era ese uno de los tantos lugares que no había podido visitar siendo un peón de La Avanza. Había algo alrededor de ella que les impedía tocarlo.

—No puedes confiar en asesinos.

Recalcó Yetre cruzada de brazos detrás de él.

—En cambio puedes fiarte de un sibilante —Joga rio adusto—. Es verdad lo que te digo, Lion, si un sibilante te da su palabra puedes fiarte de él. Bueno, también hay que destacar que ese hombre debe ser Prato Rowane y Cavany Emblat. —Aclaró.

Han había notado qué tan a gusto estaba la morena al lado del capitán y de su segundo; ella confiaba ciegamente en ellos y ellos en ella. Si alguien en la tripulación tenía todo lo que deseara de ellos, esa persona era nada más y nada menos que Ora Yetre.

—Claro —evitó seguir con el tema en cuestión—. Debemos reunirnos con Sasha. No pasará mucho cuando nos enlacemos a Las Arcas.

Una hora después la nave donde el trío viajaba ya estaba en los hangares de Las Arcas. La amplia zona metalizada resguardaba las naves en un manto de vidrio forjado. Los técnicos señalizaban la zona hacia la cual se encontrarían con el centro del recinto. Ora revisaba su intercomunicador, esperaba que en cualquier momento el enlace diera señales de vida. Sasha se adelantó, lanzó un silbido que se escuchó por toda la majestuosa zona.

—Estamos en pleno apogeo —canturreó—. Será difícil ubicar a ese sujeto aquí.

—Debería comunicarse —gruñó ella.

—Tranquila, Yetre, lo hará. Lo más seguro es que esté buscándonos —espetó Sasha, no podía parpadear ni dejar de ver su alrededor.

Han contemplaba el sitio con incredulidad. Era un mundo nuevo al que estaba poco acostumbrado, sí, había visto y vivido bastante el tiempo que estuvo fuera de la vista de La Avanza y junto a Espirale, pero no había sido suficiente ni se comparaba con esos momentos de algarabía que el gentío demostraba. Notó la espumadera en el aire rociando a los visitante, entonces concluyó que de allí la exaltación. Sasha le entregó un inhalador para que evitase oler la sustancia. Requerían estar completamente centrados como para dejarse llevar por los alucinógenos que contenían.

Cuando el comunicador de Yetre mostró la información que requerían, el trío se puso en marcha. Avanzaron entre las personas hasta un callejón angosto donde solo las cajas hacían vida, de ahí a su derecha descendieron encontrándose con una amplia entrada de color rojizo. Ora se acercó para tocar cuatro veces. Los ojos negros por completo de un sujeto se posaron en la chica.

—¿Nave? —refunfuñó.

—Espirale.

Las puertas se abrieron dejando entrar al trío. La oscuridad los envolvió por breves segundos hasta que las luces de neón se encendieron y mostraban un camino lleno de cuadros.

Elaysa: La ciudad de los condenadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora