Después de haber puesto su armario patas arriba, de haber realizado una larga y laboriosa rutina de belleza, Madie se encontraba esperándolo en un café. Se había comenzado a arreglar desde las doce del día, claramente con la notoria ayuda de Elisa ya que nuestra querida protagonista entro en shock al haber visto aquellos mensajes. Entre las dos habían elegido unos jeans ajustados y oscuros junto con una blusa de tirantes, que iba a juego con unas flats del mismo color. Llevaba una sombre rosada con máscara de pestañas, un poco de rubor y polvo translúcido. Por último, llevaba un labial rosado matte. Su hermoso cabello iba recogido en un chongo holgado y levemente despeinado. Por supuesto llevaba sus lentes, debido a que odiaba los de contacto (los cuales solo ocupaba cuando David se lo pedía).
En lo que esperaba, observaba el lugar en el que le habían citado. Era un café muy tranquilo, ambientado con música jazz y las personas no necesitaban gritar para poder comunicarse. Tenía un estilo muy vintage, y eso le agradaba demasiado. No había demasiado luz artificial pero tampoco estaba en tinieblas, era la cantidad adecuada de aquella cálida luz; las plantas que colgaban en sus macetas era muy adorables. Las mesas mantenían el típico color de la madera ya un poco vieja y desgastada, pero combinaban con loa colores pasteles que cubrían los distintos tipos de silla. Había algunas paredes que tenían cuadros de paisajes (ya fuese de campo o ciudad) y en las mismas paredes estaban colgadas luces cálidas, que en épocas navideñas usualmente decoraban los pinos.
Las personas que venían acompañadas platicaban amenamente, disfrutando del café , la compañía y aquel lugar. En cambio, las personas que venían solas estaban escuchando música con sus audífonos y observando; algunas se encontraban muy concentrados escribiendo en sus computadoras portátiles. Madie volteó por milésima vez a la puerta, y ahí lo vio. Cuando él la vislumbró, le dedicó una hermosa y blanca sonrisa. Se acercó a ella y le saludó con un beso, luego se sentaron en la mesa.
—Perdón por llegar tarde Mads, había demasiado tráfico. Ya sabes como es New York de ocupada y poblada.
—Jajajaja, no te preocupes Shawn. Supuse que llegarías tarde, tal como aquel día en la reunión.
—Créeme que odio llegar tarde y hacer esperar a la otra persona, en especial a una señorita tan hermosa como tú—Madison se sonrojó, gesto que hizo sonreír a Shawn, siguió hablando—. ¿Ya ordenaste algo?
—Nop, estaba esperando a que cierta persona llegara.
— ¿Quién podría ser? No se me ocurre nadie, ¿a ti sí?
—La verdad es que sí. El chico se llama Shawn Peter Raúl Mendes.
—No, no lo conozco—dijo él haciéndose el loco, después de unos segundos de verse serios, ambos soltaron una carcajada. El mesero se acercó a ellos.
— ¿Ya saben lo que desean ordenar? —preguntó esperando con su pequeña libreta y lapicero.
—Yo voy a querer un té de hierba buena con un poco de miel, por favor— dijo Madison amablemente.
—Y yo voy a querer un café latte junto con una rebanada de pastel de ¿chocolate está bien, Mads? —preguntó, ella asintió— y una rebanada de pastel de chocolate para compartir, por favor joven. Gracias—el joven se retiró a entregar su orden a la cocina.
En lo que esperaban, empezaron a hablar sobre sus vidas. Shawn le hablaba sobre su hermana Aaliyah y Madie no pudo evitar pensar en todas las veces en las que Tom le había contado sobre las travesuras que le hacían sus hermanos o que hacían juntos; tampoco pudo evitar pensar en la fiesta de disfraces, en sus ojos, en su maravillosa y calmada voz, su hermoso acento y en sus labios...
Regresó al mundo real con la voz del joven mesero, el cual traía sus pedidos. Siguieron platicando un rato más, pero ahora Mads hablaba sobre sus aventuras con su mejor amiga: todos sus viajes juntas con sus familias y alguna que otra pelea que tuvieron con el paso de los años, pero siempre lo supieron solucionar pues más que mejores amigas, Elisa y Madison eran hermanas de otra madre.
