DÍA 16

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[JENO]

Llamaron al timbre y fui corriendo a abrir la puerta ¿a qué clase de idiota se le ocurre hacer eso a las siete de la mañana?

Obviamente, al idiota de Haechan.

—¿Qué haces aquí tan temprano? —pregunté mientras bostezaba.

—¿Qué? Ah, me llamaste y cuando fui a responder se cortó, te llamé y nada. Pensé que te habría pasado algo pero te veo vivo así que he desperdiciado horas de sueño por nada. —entró a mi casa como si fuera suya y fue a la cocina, yo le seguí— ¿Ya has desayunado? Oh, hola señora Lee.

—¿Haechan? ¿Qué haces aquí tan temprano?

—No me puedo creer que te aprovecharas de la hospitalidad de mi madre, ¡para desayunar por segunda vez!

—Tu madre me invitó y simplemente no la rechacé. Además, un segundo desayuno no viene mal.

—Eres increíble...

—Lo sé.

No era un elogio, pero tampoco se lo dije. No pretendía explotar su pequeña burbuja de ego.

Después de separarnos el camino a clase fue aburrido hasta que la vi. Haneul estaba allí, caminando mientras escuchaba música.

¿Debía acercarme o seguir mi camino ignorando que la había visto? Mientras esa pregunta rondaba mi cabeza fui hacia ella y la asusté. Mala idea porque gritó y me pegó un codazo en la cara.

—¡AY! —grité llevándome las manos a la mejilla.

—¿Jeno? —preguntó girándose evitando reírse.

—Hola Haneul.

—Lo siento muchísmo, si hubiera sabido que eras tú no habría hecho eso. ¿Por qué me asustas? Deberías saber que esa es una reacción natural.

—No lo pensé bien. —Ni lo pensé, definitivamente soy idiota.

—Bueno, pues... ¿vamos juntos?

—¡Vale! —me miró raro y volvió a colocarse los audífonos para luego quitárselos.

Empezó a caminar pero yo me quedé parado. Sí, soy tonto.

—¿Vas a moverte o tengo que arrastrarte? No quiero llegar tarde y menos por tu culpa, así que camina.

Por fin reaccioné y cuando llegué a donde estaba esperando caminamos en silencio hasta que se tropezó en una grieta que había en el suelo y se cayó.

—Haneul ¿estás bien?

—Sí, ehmm... ¿puedes ayudarme?

Le tendí mi mano y la ayudé a levantarse, intentó caminar pero agarró mi brazo cuando casi se cae.

—Vamos a ese banco. —asintió y la ayudé a llegar hasta donde dije— Siéntate, creo que te has torcido el tobillo. Quiero comprobarlo.

—No, no hace falta. Puedo ir hasta la enfermería del colegio.

Después de discutir sobre eso un rato acabó cediendo y pude comprobar que tenía razón. Parecía leve así que lo mejor sería no forzarlo para que no se ponga peor.

BABY - L. JENODonde viven las historias. Descúbrelo ahora