Temporentia Sensium

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¡Aviso!: Un poco de "intensidad" cerca del final (・//∀//・)
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La cena de bienvenida era más o menos la misma de siempre, pensó Harry mientras tocaba su puré de patatas, lo recogió en una pila pequeña antes de meterse algo en la boca. El mismo salón, las mismas caras, excepto que los de 'octavo año' habían conseguido su propia mesa (más pequeña) que había sido puesta al frente del salón. No había nada de malo en eso, excepto que cuando todos se dirigieron a ella, habían tenido más tiempo para caminar, una mayor cantidad de tiempo para que todos los ojos los estudiaran como si hubieran vuelto al primero año.

Harry mantuvo la mirada baja, sintiendo sus miradas en la parte posterior de su cabeza mientras comía. Pero también, sintió una mirada particular e inhumana clavada en él en cada bocado. Malfoy estaba a pocos asientos de donde estaba, pero no lo suficiente cerca dado lo que había intentado hacer antes en el tren.

- Si bajas más la cabeza, estarás cara a cara con la salsa. -murmuró Hermione en su oído y Harry se enderezó un poco, justo a tiempo para ver a Ron apartar su mirada de él. Harry trató de no dejar que el dolor se reflejara en su rostro mientras se enfocaba solo en Hermione. Ron ya le estaba hablando nuevamente, pero era tenso e incómodo.

- Ahora es diez veces peor, las miradas fijas, desearía que encontraran fascinación por alguien más. -respondió Harry, frotándose el cuello mientras se inclinaba, incómodo. No pudo evitar preguntarse si tenía algo que ver con Malfoy, era exactamente donde estaba su cicatriz después de todo. Tal vez me haya dado la rabia de los vampiros, reflexionó, preguntándose si siquiera existía tal cosa.

- ¿Tienes pulgas, Potter? -una voz se alzó y Harry levantó la vista para ver a Zabini mirándolo desde su asiento junto a Malfoy.- ¿O acabas de encontrar a una novia demasiado entusiasta?

Harry se sonrojó incluso mientras apartaba la mirada, escuchando un desdeñoso bufido desde el lado que ocupaba Ron. Los Slytherins tenían el tiempo perfecto como siempre para las burlas.- Si mantuvieras tu aristocrático trasero en el mundo real con más frecuencia, Zabini, sabrías lo que es una cicatriz en cuanto la miras. -Harry gruñó, alejando lo que quedaba de su comida y bebiendo su jugo de calabaza.

- Estoy en el mundo real con la frecuencia suficiente para echarme un polvo, Potter, es posible que quieras probarlo de vez en cuando. -se burló Zabini, haciendo un espectáculo al tomar otro mordisco elocuente de su propia comida.- Por la forma en la que la Weasley lo dice, todavía eres una pequeña y delicada virgen.

Harry vio rojo entonces cuando el salón calló para escuchar su humillación. Su cuerpo se sacudió físicamente con furia y una brisa apareció de la nada, levantando sus cortos mechones oscuros y rozando su piel humeante. La mesa tembló. Levantó la vista para ver a la directora McGonagall con los ojos fijos en los suyos, a pesar de lo que sentía, logró mantenerse en su asiento por la advertencia de sus ojos. Las palabras que le dijo hace solo quince minutos todavía estaban frescas en su mente.

Los estudiantes de octavo año eran adultos, debían establecerse en un dormitorio separado organizado especialmente para ellos, tendrían ciertos privilegios pero con esas ventajas venian las responsabilidades. Tenían que mostrar su mejor comportamiento, los principales desordenes (como una pelea antes de que el curso incluso estuviera oficialmente comenzado) terminarían con el gran privilegio de que se les permitiera terminar su educación siendo expulsados. Ninguno de ellos quería eso, ni siquiera los Slytherins. Todos aquellos que tuvieron las agallas para regresar tenían algo que probar, tenían que hacer algo por sí mismos y necesitaban de Hogwarts para eso.

Recordando esto justo a tiempo, Harry apartó su mirada del chico de piel oscura, concentrándose en el tazón de helado que de repente había aparecido ante él. Mentalmente contó hasta diez. Había pasado todo el verano luchando por aprovechar el repentino aumento de poder del que había sido imbuido, pero no había tenido la oportunidad de mejorar su control. Sintió que se estremecía, se estiraba hasta su límite. Pero se detuvo. Soltando un bajo suspiro, levantó la vista para ver a McGonagall dándole una suave sonrisa. Supuso que ser directora significaba poder elegir premiar a los estudiantes con cosas dulces, McGonagall parecía tener una habilidad especial para adivinar el sabor de su helado favorito. Sonrió distraídamente mientras tomaba su primer mordisco, el *cookie dough era su favorito.

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