Solaris Sphere

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El pánico lo golpeó como una llama que alimentar. Todavía había un infierno en su vientre, pero ahora estaba mezclado con el caos. Saltó desde el escritorio, comprobando que el Essenz der Fee estaba guardado en su bolsillo junto con la capa y su varita mágica antes de mirar a Malfoy. El Alohomora de antes había sido suficiente para marearlo, ya no podía usar más magia para salir de aquí.

- ¡Tenemos que salir de aquí! -susurró precipitadamente, enfurecido y con pánico aún más al ver la tranquila autocomplacencia de Draco. El rubio se acercó casualmente a la ventana. ¡Santa mierda! Harry sintió que su corazón latía furiosamente en su pecho por una razón muy diferente ahora. La puerta estaba volviendo a su lugar en cámara lenta, pero aún así parecía demasiado rápida.

¿Cómo pudo olvidar dónde estaba? ¿Por qué estaba aquí? Había estado tan perdido por el alucinante placer que pudo haber sido asesinado en el acto y no le habría importado. Eso lo asustó, esa falta de conciencia, esa felicidad abrumadora. Seguramente ningún sentimiento terrenal podría hacerle olvidar el peligro de esa manera. Debe haber sido un efecto secundario de tanta exposición a la saliva de Draco. ¿Quizás?

En ese momento, dos brazos fuertes se agarraron a sus hombros, haciéndolo volver al presente. Volvió a reaccionar para escuchar la mitad de la frase de Draco.

- ...pero tenemos que darnos prisa! Como en el bosque, pon tus brazos alrededor de mi cuello y nos sacaré de aquí.

Harry sólo pudo asentir con la cabeza, echó un último vistazo a la puerta, viendo que ahora era casi totalmente visible antes de sentir que tiraban de él hacia la ventana. La abrió antes de que Draco tuviera la oportunidad, su cabeza aún confusa, su pecho todavía sin aliento y con sus frenéticos latidos. Draco salió deprisa por ella y se sujetó a la pared, aferrándose sin esfuerzo a la piedra. Los ojos del vampiro seguían siendo plateados y le decían que Draco también luchaba por mantener la calma a pesar de sus instintos y deseos. Una pálida mano blanca se extendió hacia él y Harry, escuchando el eco de su promesa de no volver a enfrentarse solo al mundo, la aceptó. Como si fuera más ligero que una pluma, Draco lo sacó sin esfuerzo de la habitación y lo sostuvo contra su pecho.

- No mires hacia abajo. -musitó Draco a lo lejos, mirando a su alrededor, buscando una piedra más estable, sin duda. Harry miró hacia la ventana y la cerró con una patada. Eso les daría algo más de tiempo, esperaba. Alaric no asumiría inmediatamente que serían tan estúpidos como para saltar por la ventana. Una caída puede no matar a Draco pero Harry era ciertamente susceptible a las caídas altas.

- Buscador, ¿recuerdas? -Harry respondió distraído, con el pánico corriendo en sus venas- Apenas me asustan las alturas. -Una fuerte presión en el estómago, donde el brazo de Draco lo sujetaba, fue la única advertencia que tuvo antes de que Draco los subiera a ambos al techo inclinado de arriba. El viento aullaba a su alrededor a esas alturas, la tormenta aún no había muerto en el aire. Pero al menos parecía que la lluvia había cesado.

Harry gruñó mientras Draco los arrojaba a los dos al techo antes de alcanzar su propia varita mágica. Harry no pudo evitar resentirse por el hecho de que alguien lo estuviera salvando, el hecho de que necesitaba ser salvado. No era algo a lo que se acostumbraría fácilmente, pensó. Pero sabía que tenía que hacerlo, una vida muy corta y muy solitaria era la única alternativa.

- ¡Accio Saeta de Fuego! -Draco gritó y los ojos de Harry se abrieron de par en par, sorprendido. Draco había llamado a su escoba en vez de a la suya. Aunque la Saeta era más rápida, por supuesto, tenía la sensación de que ese no había sido el razonamiento de Draco. En unos momentos, su escoba se deslizó por el aire y flotaba a su lado.- Llévanos a un lugar seguro, Potter. -dijo Draco, mirando por la ventana de la que acababan de escapar.- Antes de que Alaric decida que la ventana tuvo que ser nuestra única salida.

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