Capítulo 11

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Podrán desfallecer mi cuerpo y mi espíritu, pero Dios fortalece mi corazón; él es mi herencia eterna.

Salmos 73:26

Ismael lentamente comenzó a recuperar el conocimiento, se encontraba en la cama de un hospital, no recordaba nada de lo que había pasado. Lo último que recordaba era ver al Padre Jeremías predicando en la misa y de un momento a otro se vio acostado en la cama del hospital.

- ¿Qué pasó, por qué estoy aquí?

- Te descompensaste en la misa de hoy... me preocupaste mucho Ismael...

- Si claro Jeremías... te distraje de la atención que le prestabas a tu muchachito nuevo...

- ¿De qué estás hablando Ismael?

- Del Tomás ese... tan perfecto, tan bueno él... se nota que te encanta...

- ¿Estás celoso??

- ¿Celoso yo??? Ja!! Ya quisiera usted Padre...

- Entonces no comprendo tu planteo Ismael.

- Sólo comento verdades... para la próxima misa deberías usar un babero por encima de la estola.

- Creo que la medicación te está haciendo delirar Ismael.

- La medicación sí... a todo esto... ¿Qué hora es?

- Son las diez de la noche.

- Ya es tarde, debería volver a su casa, ya vio que estoy vivo...

- Por la mañana te darán el alta, y ahí me iré contigo.

- ¿Remordimiento Jeremías, por expresar favoritismo por ese arrimado??

- ¡No tengo favoritismos por nadie Ismael! ¡Por amor a Dios! A Tomás lo trajo Teresa para ayudarnos en la parroquia y para que tú puedas mejorar y aprender de alguien que está más acostumbrado a las tareas eclesiásticas, debido que ya no está Lucas para entrenarte. No es para hacerte un mal tontuelo...

- Sí claro... que santa esa mujer... le agradeceré cuando recupere fuerzas...

Jeremías se quedó toda la noche al lado de Ismael cuidándolo, pero él aún se sentía un tanto ofendido con el sacerdote, pues no quería ni un poco a Tomás y no lo quería dando vueltas entre ellos. Quería la exclusividad de Jeremías para él solo.

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Varios días pasaron desde aquel incidente con Ismael en la misa, el joven ya se encontraba completamente recuperado y había vuelto a su rutina diaria en la congregación y la parroquia, siempre secundando a Tomás, algo que le provocaba bastante rabia, pero debía contenerse y no decir nada para no darle el gusto a la Hermana Teresa de sentirse triunfante hacia él.

La religiosa era muy confidente y amable con su allegado, a diferencia de cómo era con él, ya que no le gustaba la cercanía que tenía con Jeremías y no la aprobaba.

Tomás era el típico chico de buena familia, educado, de buenos valores, que le caía bien a todos. El candidato ideal para presentar a cualquier padre. Pero para Ismael todos tenían un lado oscuro y él estaba dispuesto a descubrir el de Tomás y dejarlo en evidencia, para así expulsarlo de la parroquia o a su defecto rebajar su importancia dentro de la misma, quedando los dos al mismo nivel nuevamente. La idea de ser un segundón era algo que lo carcomía.

El Monaguillo del DiabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora