Capítulo 6

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Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte ni la vida ni ángeles ni principados ni otra ninguna criatura podrá jamás separarnos del amor de Dios que se funda en Jesucristo nuestro Señor.

Romanos 8:38 y 39

Ismael salió con toda prisa del edificio en donde vivía y se subió con los bolsos al auto del Padre Jeremías completamente nervioso y alterado, el sacerdote se quedó mirándolo con cierta preocupación.

- ¿Qué Sucedió Ismael, está todo bien?

- Si Padre... ¡está todo más que bien! arranque el auto por favor...

- ¿Pero tu padre te dejó venir, cómo?

- Finalmente pude hacerlo razonar... ¡¿puede arrancar el puto auto por favor??!!

- ¡Ismael!

- Disculpe Padre... no quise maldecir... es que quiero abandonar este lugar de una buena vez y no volver nunca más...

- Está bien Ismael... pero vas a tener que aprender a controlar ese temperamento tuyo.

- Sí, sí, como usted diga Padre...

El Padre Jeremías arrancó su coche y rápidamente se alejaron de ahí.

Cuando llegaron a la casa, Ismael se dirigió rápidamente hacia su habitación, tiró la ropa de ambos bolsos al piso y procedió a acomodar cuidadosamente toda su ropa en el pequeño ropero, nunca antes había tenido un ropero medianamente decente en su casa, era la primera vez que sentía que podía vivir en condiciones aceptables y comenzar una nueva vida completamente de cero, lejos de sus padres y olvidando rápidamente lo que había sucedido con Abel, su padre, un rato antes de volver a la casa de Jeremías.

En uno de los bolsos que había llevado a su casa para traer su ropa procedió a poner la ropa que se encontraba sucia y debía ser lavada. Una vez que terminó de separar y guardar la ropa limpia y colocar en el bolso la ropa sucia, procedió a ir con el mismo hasta donde estaba la cesta de ropa sucia en el baño y colocarla allí.

Abrió la tapa y se encontró allí con un calzoncillo bóxer que no era de él, claramente tenía que ser del Padre Jeremías, nadie más vivía en esa casa además de él junto al sacerdote. Soltó el bolso y este cayó al piso como saco de papas, procedió a tomar el mismo y lo sostuvo en sus manos durante algunos segundos. Lo observaba detalladamente, lo acariciaba sin temor y sin vergüenza. Quería sentirlo en sus manos, sentir la prenda interior que había estado en contacto con el cuerpo del sexy sacerdote y que lo tenía muy cachondo.

Lentamente procedió a llevarse los mismos hacia su rostro, le costaba un poco hacerlo, pues no se animaba, le daba vergüenza y timidez hacerlo. Comenzó a sentir una gran adrenalina al querer avanzar un nivel con ese bóxer en sus manos, era la prenda íntima del hombre que lo calentaba, era como tener un encuentro íntimo con él de manera indirecta.

Finalmente se decidió y se llevó el mismo hacia su cara. Olió tímidamente el mismo, se sentía un olor a hombre muy rico, enseguida aspiró fuertemente el mismo para sentir de manera más profunda el aroma que el Padre Jeremías había dejado en él.

Una expresión de placer pudo apreciarse en su rostro, le gustaba el aroma de la prenda interior y le gustaba lo que estaba haciendo con ella. Comenzó a aspirar más y más, cada vez de manera más profunda y con más ganas. Con más deseo lo hacía. El olor a hombre de Jeremías lo hacía perderse en breves fantasías eróticas en donde aquel hombre se rendía ante sus más bajos instintos junto al adolescente.

El Monaguillo del DiabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora