Capítulo 10

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Porque el que quiera salvar su vida la perderá pero el que pierda su vida por mi causa la encontrará.

Mateo 16:25

Todos se encontraban desconcertados con la desaparición repentina de Lucas, la policía no lograba recabar ninguna pista que pudiera dirigirlos hacia su paradero. Jeremías y la Hermana Teresa no podían ocultar su malestar con la situación. Ofrecían misas y cadenas de oración diarias para lograr encontrar al joven novicio sano y salvo.

La policía llegó a la conclusión de que quizás el joven tuviera algún romance escondido y que por ese motivo haya decidido huir de la congregación, para así escapar de sus votos de castidad y fidelidad a la iglesia católica, pero tanto Jeremías como la Hermana Teresa discordaron con esa conclusión totalmente, ya que los novicios no tenían demasiado contacto social fuera de la congregación y mucho menos con jovencitas tanto dentro como fuera del grupo de feligreses que allí asistían.

Ismael por su parte se mostraba muy preocupado ante la policía y especialmente ante el Padre Jeremías. El joven era quien se encargaba de difundir la foto de Lucas entre la población local y entre los feligreses con el fin de recabar información sobre el paradero del joven que él mismo había asesinado. Nadie estaba al tanto del vínculo cercano que éste había desarrollado con el joven desaparecido y por ese motivo nadie sospechaba que Ismael pudiera tener información sobre lo que había pasado con Lucas.

Las misas comenzaron a ser oficiadas por el Padre Jeremías con la torpe ayuda de Ismael, quién cometía errores todo el tiempo. Había llegado inclusive a abandonar la misma en medio de la ceremonia, debido a que tenía que atender su teléfono celular ante la mirada sorprendida del Padre Jeremías y la mirada de indignación y desaprobación total por parte de la Hermana Teresa.

Jeremías encontró una total falta de respeto la salida repentina de Ismael de la misa, pues se supone que los monaguillos deben tener o al menos demostrar una conducta prolija e intachable ante los feligreses tanto dentro como fuera de la parroquia y lo suyo con el celular había sido un acto de irresponsabilidad total.

Cuando llegaron a la casa Ismael quiso disculparse de una manera muy cariñosa con él, pero el hombre lo apartó de manera furiosa. El joven quedó sorprendido de la reacción que el sacerdote había tenido con él, Jeremías nunca había tenido un mal gesto con él desde que lo había conocido, muy por el contrario, lo consentía demasiado.

Esa noche poco se dijeron durante la cena, Jeremías casi no comió nada, en parte la situación con la desaparición de Lucas lo tenía un tanto desbordado ya que nadie conseguía dar con su paradero.

Esa situación se repitió durante algunos días, lentamente Jeremías comenzó a ser menos estricto y distante con Ismael en la casa. Por su parte el joven comenzó a ser más cuidadoso con su rol de monaguillo, pues quería ganarse la confianza y el afecto del Padre nuevamente, pero seguía bajo la mirada reprobadora de la Hermana Teresa dentro de la congregación que por nada del mundo quería al joven como un integrante de la parroquia.

Sobre el final de la semana al finalizar la misa vespertina de los viernes, cuando ya los feligreses ya se habían retirado e Ismael estaba poniendo las cosas en orden dentro de la parroquia ve a lo lejos al Padre Jeremías y la Hermana Teresa charlando muy amenamente con un joven como de su edad y vestido de manera muy prolija, ambos se mostraban muy amistosos con él.

Ismael inmediatamente puso todos sus sentidos en alerta, la situación no le gustaba absolutamente nada, no le agradaba ver al Padre Jeremías ser tan afectuoso con otro joven que no fuera él. Su descontento podía verse con mucha facilidad en su rostro.

El Monaguillo del DiabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora