El que atiende a la corrección va camino a la vida; el que la rechaza se pierde.
Proverbios 10:17
Un nuevo día estaba comenzando y con la primera luz del amanecer, Jeremías se dispuso a comenzar una nueva jornada eclesiástica.
Procedió a tomar el rosario que tenía encima de la biblia en su mesa de luz y arrodillado mirando hacia la ventana que tenía detrás de la cabecera de su cama de la sobria habitación de la casa parroquial, se dispuso a rezar la oración de la mañana.
"Señor, en el silencio de este día que nace,
Vengo a pedirte paz, sabiduría y fuerza.
Hoy quiero mirar al mundo con ojos llenos de amor.
Ser paciente, comprensivo, humilde, suave y bueno.
Ver a tus hijos detrás de las apariencias,
Como los ves tú mismo,
Para así poder apreciar la bondad de cada uno.
Cierra mis oídos a toda murmuración.
Guarda mi lengua de toda maledicencia.
Que sólo los pensamientos que bendigan permanezcan en mí.
Quiero ser tan bienintencionado y bueno
Que todos los que se acerquen a mi sientan tu presencia.
Revísteme de tu bondad señor
Y haz que en este día yo te refleje. Amén"
Rápidamente procedió a levantarse y a ejercitarse con su rutina diaria de abdominales y musculación en el pequeño gimnasio que tenía instalado en una de las habitaciones de la planta baja de su casa. Luego de eso procedió a ducharse. El agua caliente fuertemente caía sobre su ejercitado cuerpo. Jeremías era un hombre joven, de unos treinta y tres años, uno de los sacerdotes más jóvenes de la diócesis local. Su pecho era musculado y levemente peludo, al igual que sus brazos y piernas. Y la barba de su rostro lo hacía verse muy sexy y masculino.
Lentamente se enjabonaba y lentamente masajeaba su cuerpo trabajado bajo la ducha y el agua caliente que caía sobre el mismo, la cual le generaba cierta sensación de placer y se veía reflejado en la reacción involuntaria de su cuerpo y que Jeremías debía ignorar debido a sus votos de castidad. Por lo que debía evitar todo placer sexual que se le presentara.
Sus manos seguían recorriendo lentamente todo su pecho, lo enjabonaba y masajeaba sin parar, también masajeaba y recorría sus brazos y rápidamente lo hacía con sus glúteos. Luego lentamente procedió a recorrer con sus manos sus largas y firmes piernas, masajeaba lentamente sus piernas, acariciaba sus pantorrillas una y otra vez, de manera lenta y rítmica a la vez. Sus genitales se ponían cada vez más tensos con las caricias que le hacía a su cuerpo, pero el hombre se resistía a todo placer carnal que el mismo le pedía. Solamente procedía a tocarse en su zona genital por razones higiénicas y no por placer.
El hombre se sentía incómodo y a la vez complacido con lo que estaba experimentando, pero no quería caer en pecado, sentía que no debía fallarle a Dios, que no debía ceder ante el placer carnal y romper su comunión con él.
Finalmente dejó de tocarse y quedo quieto bajo la ducha, con el agua cayendo a toda fuerza recorriendo cada centímetro de su cuerpo, esperando a que el mismo dejara de estar tenso y tratando de borrar todo pensamiento impuro de su mente, insistía en que no quería fallarle al Señor e ir a cumplir con su deber eclesiástico de manera impura.
![](https://img.wattpad.com/cover/159564090-288-k20816.jpg)
ESTÁS LEYENDO
El Monaguillo del Diablo
Misterio / SuspensoLa vida del Padre Jeremías, un hombre de conducta intachable, con su fe y valores católicos muy arraigados, cambia rotundamente cuando en su camino se cruza Ismael, un adolescente de un barrio pobre. El joven comienza a seducirlo con su aparente in...