Capítulo 3

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Quien se conduce con integridad, anda seguro; quien anda en malos pasos será descubierto.

Proverbios 10:9

Jeremías se iba alejando en su auto cuando vio por el espejo retrovisor que Ismael salía del edificio que lo había dejado y caminaba rápidamente en dirección contraria.

Con su auto aceleró la marcha y disimuladamente dio la vuelta por otra calle para poder ir en la misma dirección que el chico y así poder seguir sus pasos.

Ismael se dirigió hacia una avenida y una vez allí se sentó en una parada de buses a esperar el que lo llevaría a su destino.

La espera duró aproximadamente unos quince minutos, en los cuales Jeremías esperó con su auto estacionado a unos cuantos metros de distancia para que el joven no se percatara de su presencia.

Una vez que se subió al bus, Jeremías comenzó a seguir el mismo para ver hacia donde Ismael se dirigía. El recorrido era muy largo y el joven vivía en un lugar mucho más alejado del que le había dicho en un principio.

Lentamente el ómnibus comenzaba a acercarse a las inmediaciones del Barrio Norte, la zona más peligrosa de la ciudad.

Finalmente se detuvo en una avenida cercana hacia esa zona y todos los pasajeros procedieron a descender de la unidad, entre ellos Ismael. Ese era el destino del recorrido, pues el bus no ingresaba al barrio debido a su alto índice de criminalidad y la gente debía culminar su trayecto a pie.

Jeremías procedió a bajarse de su coche de alta gama y dejarlo allí. Rápida pero discretamente procedió a seguir a Ismael sin que el joven se diera cuenta.

A medida que avanzaba en su camino, las prostitutas del lugar lo abordaban y le gritaban todo tipo de cosas groseras, al joven por su parte también y lo agredían a causa de sus padres, pero al igual que siempre los enfrentaba a todos y seguía valientemente por el lugar sin demostrar una pizca de miedo.

Finalmente procedió a ingresar al edificio completamente en ruinas y asquerosamente sucio, era prácticamente un lugar abandonado, las luces de las escaleras no funcionaban y se encontraban completamente a oscuras debido a que ya había caído la noche. El panorama era igual al de una película apocalíptica de zombis.

Jeremías esperó unos minutos afuera y se quedó analizando si era seguro o no ingresar al lugar, pues el sitio se veía bastante tenebroso y peligroso. Se sentía en shock por lo que estaba presenciando y no podía creer que el joven pudiera vivir en ese lugar, pero si su misión era ayudar al prójimo, socorrer al más necesitado, debía armarse de valor y enfrentarse a la gente de ese lugar.

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Ismael abrió la puerta de su casa y se encontró con un lugar completamente solitario y desolado. Claramente sus padres seguían detenidos, por lo que tenía que pasar la noche allí solo, hasta cierto punto era un alivio para él, ya que no tenía que enfrentarse una situación violenta con ellos.

Se dirigió hacia el refrigerador y el mismo estaba completamente vacío. No había nada para comer. Tampoco tenía dinero para poder ir a comprar algo en la tienda, pues no había podido ir a conseguir dinero durante la tarde, ya que había pasado el día entero en la congregación, por lo que esa noche debía dormir con el estómago vacío ya que lo único que había comido en el día era el suculento desayuno por la mañana y un ligero almuerzo por la tarde.

Molesto con la situación, se sentó en el sofá y se quedó mirando el techo. En ese momento golpearon a la puerta, extrañado y con un poco de miedo de lo que pudiera ocurrir, Ismael se decidió a abrir la puerta.

El Monaguillo del DiabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora