—Scagliare, Luna...
En medio de la multitud de ojos cansados queriendo cerrarse por tiempo indeterminado, malas posturas y cabezas gachas escondidas en brazos cubiertos por cárdigans del mismo tono de borravino, Luna levantó la mano. —Presente—anunció, para luego volver a hundir la cara en su mochila como si no tuviera ganas de vivir. No había en ella ni la más mínima predisposición para disimular el agotamiento que cargaba.
—Lu...—desde el banco de atrás la tocaron con un lápiz en la espalda.—¿Venís a mi cumple este viernes, no?
Se incorporó despacio y se dio vuelta para encontrarse con una rubia cuyo humor era demasiado alterado como para digerirlo a tan tempranas horas del día. —Sí. ¿Al final qué vas a hacer?
La chica aplaudió de la emoción y acercó su banco ruidosamente, sobresaltando al par de chicos detrás de ella, que parecían haber estado en un sueño profundo. —Me dejan la casa sola, así que de todo menos rezar—se rió.—Hasta ahora creo que viene todo el curso. Ya conseguí la bebida y la música.
—Qué confianza te tienen tus papás—dijo Luna a medio bostezo.
—No saben, boba. Les dije que íbamos a ser cinco chicas, como mucho. Si se enteran, no veo más la luz del día—susurró, dando claras instrucciones de guardar el secreto. Luna asintió sin mucho interés y volvió a su posición anterior, rogando que la profesora se tardara unos minutos más en llegar. —Lu...—la llamó de nuevo su compañera, a lo que ella suspiró y la volvió a enfrentar, expectante..—Invitalo a tu novio, si querés.
—No tengo novio, Pilar—encogió un hombro con desdén.
—Bueno, ese con el que siempre te besuqueás a la salida—hizo rodar los ojos, mientras a Luna se le extendía el rojo de la cara hasta la línea del cuello.—Invitalo. Mientras más seamos, mejor.
—Después le pregunto—musitó tímida y se dio vuelta, queriendo dar la conversación por finalizada. Logró su cometido solo por unos segundos.
—Lu...
—¿Qué?—dijo con una mirada asesina.
Pilar le acercó un bollo de papel. —Del pesado de Esteban.
Su atención se enfocó en una esquina del aula, desde donde un morocho con pelo negro azabache que le llegaba a los hombros le sonreía con una expresión fanfarrona. Abrió el papel, y el contenido no la sorprendió demasiado.
Vayamos a la fiesta de Pilar juntos.
Iban al menos dos meses en los cuales había rechazado a todas y cada una de sus proposiciones, y aun así el muchacho parecía no querer dar la batalla por perdida. Pero esta vez lo que le molestó a Luna no fue su insistencia, si no la elección de sus palabras: no le estaba preguntando.
Negó con la cabeza, asegurándose de que la viera, y luego abolló el papel de nuevo y lo dejó arriba del banco. Minutos después le llegó otro; éste le había pegado en la espalda.
Dale. ¿Por qué no?
Ni siquiera se molestó en darle algún tipo de respuesta. No se la debía, y tampoco se la merecía.
Para la tarde sus ánimos habían mejorado notablemente. No era en muchas ocasiones en que se quedaba sola en casa, pero ese día alguna entidad divina había conspirado a su favor para que todos tuvieran la tarde ocupada, menos ella. Era refrescante para su psiquis poder caminar sin que nadie le venga con reproches. Inhalaba y exhalaba serenidad. Los rincones hacían eco de sus pasos al ser los únicos, pero eso estaba por cambiar.
Sonó el timbre justo cuando se había terminado de hacer una trenza, ya que la humedad del día había causado estragos en su pelo. El corazón le empezó a latir más rápido con la emoción que se apoderó de ella. Se acomodó la camisa y se aseguró de que la pollera no estuviera tan corta, y segundos después recorrió la distancia que la separaba de la entrada mirándose en todos los espejos a su paso, para luego abrir la puerta despacio mientras la consumían el anhelo y los nervios del encuentro.
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Coronados de gloria |El Ángel|
FanfictionHay fuego en su mirada y un poco de insatisfacción por esa mujer que siempre quiso y nunca pudo amar. Jamás, jamás. Luna era una nena bien hasta que Carlos la sedujo hacia el mal.