2: Siempre equipada.
Antes de que me diera cuenta, mamá me había metido a mi habitación y había abierto mi armario. Me senté en mi cama y suspiré. Mamá tenía 40 años y los ocultaba muy bien. Esperaba crecer y ser como ella: entusiasta, divertida y simpática. No tenía arrugas, aunque el otro día había notado una que otra cana en su cabellera. No se lo dije por pena, pero sabía que ella lo había notado.
-Si te sientes mal allí, quiero que me llames y enviaremos al jet de tu padre a buscarte, ¿está bien?-Habló ella. Le escuché a la distancia a pesar de que estábamos a pocos metros. Le miré luego de varios segundos y asentí mecánicamente.
-Descuida, mamá. Me acostumbraré. Allí es todo muy estricto.-Sonreí para alivianar mis palabras- Estoy segura que no tendré problemas, me portaré bien.
Mamá soltó un suspiro y abandonó la maleta roja en el suelo. Caminó a mí despacio y se sentó a mi lado.
-Has crecido tan rápido, Eva.-Susurró ella mientras me apretaba en un abrazo lleno de cariño. Oh no, no quería que se pusiera emotiva.
-Mamá, iré a estudiar, no me voy a casar.-Reí bajo y le respondí su abrazo.
-Lo sé, lo sé. Pero mírate,-se separó de mí y acarició mis mejillas. Si no la conociera de seguro pensaría que iba a pellizcarme como lo haría una tía o abuela.- tienes 17 años ya. Eres toda una señorita.
-Mamá, ¿por qué no terminamos de hacer las maletas y vamos de compras luego?-Ella sonrió levantándose. Aplaudió como una adolescente y caminó de vuelta a mi armario.
A veces ella parecía demasiado joven.
Me recosté en la suave colcha de color blanco y miré al techo. Sonreí al ver las estrellas que papá mandó a dibujar cuando era una chiquilla. Siempre me gustó ver el cielo, y deseaba verlo desde mi cama. Como él se negaba a colocar vidrios en lugar de un techo, terminó por ordenar que dibujaran 400 estrellas de color blanco en el techo negro. La pintura de una luna llena en una de las esquinas otorgaba un toque de serenidad. Amaba con toda mi alma mi habitación y me entristecía un poco tener que abandonarla.
Volví a leer la carta de aceptación. Esto seguía siendo irreal. Viajaría a Londres, bailaría como siempre había soñado y tendría amigos que compartirían la misma pasión que yo. Rodé en la cama como una niña y cerré los ojos. Las cosas marcharían genial, de eso estaba segura.
-Cuando estés allí quiero que vayas a visitar a Layna.-Comenzó mi madre mientras doblaba un par de jeans y trataba de meterlos en una nueva maleta.- Ella se llevará una grata sorpresa.-Sonrió cuando por fin logró cerrarla. Tomó otra.
-Si, lo tenía planeado-Confesé mirando la fila que había formado amontonando bolsos y maletas. Reí por lo bajo y ella me miró con cierta confusión.
-¿Qué es divertido?-Preguntó enderezándose y apoyando sus manos en sus caderas. Sonreí.
-¿No crees que estás empacando demasiado?-Cuestioné mientras me quitaba los tacos para luego dejarlos al lado de mi cama. Me levanté y mis pies me agradecieron cuando tocaron la suavidad de la alfombra.
-Una mujer debe ir siempre bien equipada. Nunca se sabe.
-Mamá, has empacado como como cien vestidos.
Ella me miró y soltó un bufido.
-Si la academia es tan buena debería tener también grandes armarios.
No pude evitar reír mientras ella mantenía esa mirada fastidiadosa en su cara. Yo sabía con certeza que a ella no le causaba ninguna gracia los lugares pequeños. Siempre le han gustado los grandes armarios donde cabían sus abultados vestidos que usaba para sus lujosas fiestas. Dejé de reír y sonreí en forma de disculpa. Moví mi mano indicandole que podía seguir añadiendo más trabajo para cuando me tocara desempacar.
Si hacía enojar a mamá me podía costar caro. Caminé a lo largo de mi habitación y salí. Di el recorrido por el pasillo mirando de reojo la puerta de la oficina de mi padre y bajé las escaleras. Di pequeños saltos hasta entrar a la cocina y me sorpendí al ver a James ahí. Sonreí enormemente y me desplomé en una de la sillas de caoba que mamá había comprado hace añares.
-¿Lo conseguiste, rubia?-Preguntó mientras vertía café recién hecho en mi taza favorita y luego en la suya. De seguro estaba en su descanso.
Asentí manteniendo mi sonrisa mientras apoyaba mis pies descalzos en la barra, cosa que mi madre me había prohibido pero aún seguía haciendo. Él, que ya se había quitado sus feos anteojos, me miró cálidamente de reojo y me sonrió. Caminó y se sentó frente a mí al mismo tiempo que me daba la taza.
-Te lo merecías, de verdad.-Revolvió con la pequeña cuchara de plata el líquido y lo miré. Sonreí de lado.
-Lo anhelaba con todas mis fuerzas.
El miró su taza y luego a mí. Sonrió de vuelta.
-Festejemos.-Reímos y ambos chocamos nuestras tazas para luego beber un buen trago de un delicioso café caliente.
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Dance before die (resubido)
Teen FictionJason Windsor nunca pensó que con su frío y arrogante carácter iba a conquistar el cálido corazón de Evangelina Egea. Tampoco pensó que alguien iba a arrebatársela sin haberla tenido siquiera. Porque el aseguraba que nadie iba a prohibirle algo al f...