8: Carajo.

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8: Carajo.

Tragué saliva y desvié mi mirada a William.

-Joven Jason, ¿necesita que cargue sus maletas hasta...-

Rodé los ojos.

-Si, William. Carga todas las maletas a mi habitación.

Caminé en dirección a la entrada evitando mirar de vuelta a los ladrones de antes. No merecían que los observara y mucho menos que los pensara. Al entrar me encontré con que habían más pandilleros que afuera y yo solo podía preguntarme a dónde rayos me había mandado mi madre.

Con un nudo en la garganta y tratando de pasar desapercibido subí las escaleras. Pero como siempre me pasa, todo el mundo me observó. Sonreí mientras pasaba por un pasillo de gente... en el pasillo. A pesar de que me encantaba recibir atención, esto era más de la que esperaba. Era extraño que este tipo de gente me mirara tan de cerca, pero bueno. ¡Las cosas que hay que soportar por ser un heredero!

Una ruido se escuchó a lo lejos haciendo que yo frunza mi ceño. ¿Risas? ¿Aquello fue una risa?

Más chistosos se sumaron y dentro de poco estaba metido dentro de un tumulto de risas. Me sentí malditamente acorralado y William tuvo que escabullirme entre ellos para poder volver a respirar y llegar sano y salvo a mi habitación. Al cerrar la puerta miré con miedo a la chica parada frente a mí con tan solo una... bata de baño.

-Que rayos...-Susurré. Ella volteó y sus ojos se abrieron tanto que, si no hubiera leído tantos libros sobre el cuerpo humano, creería que se iban a caer. Pero mi rostro de sorpresa fue de seguro igual o peor al ver que mi dibujo de hace una semana había cobrado vida.

La vi aprietar su bata a su cuerpo con sus débiles manos las cuales, por cierto, debían de ser la mitad de pequeñas que las mías. Me dediqué el único segundo que se me permitió a observar su pequeña figura.

-¡Pervertido!-La oí gritar con todas sus fuerzas. Tanto que creí que mis tímpanos habían reventado para quedar sordo de por vida y no volver a escuchar ese agudo grito otra vez. Chillé haciendo una mueca y volteé quedando frente a la puerta, creyendo así que ella desaparecería de mi vista. En cambio, quería seguir viéndola.

William interrumpió en la habitación y pareció ver a la pequeña gruñona, porque volteó enseguida y tapó lo que parecía ser su vista periférica que la incluía a ella. Yo me centré en la puerta que estaba asquerosamente pintada de rosa pastel. Oí a la cascarrabias gritar un par de cosas y lo que no quería oir: el mismo montón de gente de hace unos minutos caminando interesados a la habitación. Los pasos de sus zapatos de segunda manos hacían eco en el suelo de madera.

Carajo, esto se pondría feo.

Dance before die (resubido)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora