3: Viviendo con la defensa.

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3: Viviendo con la defensa.

Jason:

-Jason, te ha llegado esta carta.-William extendió su mano y me entregó el sobre, el cual acepté con disgusto.- Es de la academia de la señora Jerkoby.-Sonrió mirándome. Le dirigí una mirada de indiferencia mientras ladeaba la cabeza.

-Puedes retirarte.-Mi voz no perdía ese tono de desprecio. ¿Desde cuándo se permitía entrar a los empleados a mi habitación? Al menos que no sean las sirvientas, no tenía por qué ingresar.

Miré el sobre que me había entregado el chofer personal de mi padre y fruncí el ceño. Yo no quería ir a esa maldita academia en la que solo había gente pobre. Rodé los ojos al recordar las palabras de mi madre. "No deberías criticar a la gente por su dinero, cariño". La gente sin dinero es pobre, la gente pobre acostumbra a robar. Lo único que conseguiré en ese lugar será romperme los huesos y que roben todo lo que lleve.

Pero no. Mi madre quería que tuviera una vida social más extensa y activa.

Lo abrí y leí la carta de soslayo sin evitar suspirar de vez en cuando. Maletas, 5 días, 6 años de pura mierda. Bailar es de mujeres, no de futuros reyes.

Cuando sea el rey, lo primero que voy a hacer es ordenar que destruyan esa endemoniada academia y que le corten la cabeza a la bruja que me aceptó en ella. Si, eso haría. Contuve una risa maligna y comencé a armar mis maletas con notorio desgano, pensando con qué iba a encontrarme allí.

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Solté un bostezo y me senté tocando mi piercing. Recuerdo perfectamente cuando mi niñera me llevó a hacerse uno y salí con un aro en mi labio inferior. Mis padres la despidieron y denunciaron... pero no me sacaron el piercing. Éste pequeño amiguito lleva conmigo unos... 9 añs. Mis bolsos estaban en los pies de mi cama y yo me había quedado dormido armando la última maleta. Me paré y terminé de meter mis calcetines, cuando escuché unos gritos.

Gritos que conocía de memoria, claro está. Mi padre gritandole unas cuantas verdades a mi madre, creyendo que yo no podía escucharlos. Pero lo hacía, los escuchaba desde los 10 años. Mi infancia se había destruido cuando comencé a escucharlos insultarse y notar que su amor se había ido a la basura.

Caminé al stereo y lo encendí, sintonizando una pieza de Bethoven que se había vuelto mi amiga en estos últimos años. Subí el volumen hasta que el ruido de la discución quedara perdido. Me quité los zapatos y me recosté en la cama, cerrando los ojos e imaginando la vida feliz que pude tener.

Las primeras veces que los escuché pelear yo me había largado a llorar y mi abuela era la que me abrazaba y decía que eso era normal en las parejas. La mayoría de las noches consistían en los gritos de mis padres, mis llantos y los abrazos de mi querida abuela. A ella la apreciaba mucho, era como mi segunda madre.

Pero todo empreoró cuando ella falleció de un infarto el siguiente año. Las peleas en mi familia se hicieron más constantes, ellos dormían en cuartos separados y al despertarse actuaban como si nada hubiera pasado.

Desde ese entonces me había hecho la promesa de nunca casarme. Solo iba a tener una novia (si es que llegaba a gustarme alguien), tendría un hijo con ella y la trataría lo mejor que pudiera. Me había quedado claro que el matrimonio arruinaba el amor. El casarse era algo inecesario. Si estás con alguien es porque ambos se aman. ¿Qué haría el casarse? No traería nada nuevo además de peleas.

Dance before die (resubido)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora