Entro a la vieja habitación de madera en total silencio, haciendo la señal de la cruz ante el pequeño altar que tenía a su fallecida madre. ¡Dios tenga misericordia de su inocencia! Murió creyendo fielmente en la sede corrupta que dominaba aquella ciudad manchada con la sangre de los inocentes.
Todo por culpa de él. Su padre, su maldito padre.
Abandonados en una pobre callejuela de Roma, la mujer que lavaba trapos para mantener a su único hijo, el niño de aspecto fantasmal que jugaba con una pelota desinflada, sin saber nada del mundo y a la vez enterándose de todo.
« Mamá, ¿dónde está papá? » Preguntaba con una constancia que hacía temblar a la menuda mujer. « Tu padre está sirviendo a Dios, igual que tú lo harás algún día » Si era un hombre de dios ¿Por qué no estaba con ellos? ¿Por qué los había abandonado a su suerte?
Dios no abandona, Dios no hace daño, ¿Por qué su mamá dejo que se lo llevaran? No quería ir con ellos, no quería ir con papá, él era malo, él los abandono, él les hizo daño, seguía haciendo daño...
« Es por tu propio bien, hijo...»
« ¡No! »

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DIOS TE SALVE
ContoPuedes correr, pero no esconderte. Puedes luchar, pero no ganar. Puedes sufrir, pero no puedes llorar. SEGUNDA PARTE DE LA SAGA PECADOS CAPITALES: Ira. (BORRADOR) Prohibida la copia total o parcial de esta obra.