Capitulo 16

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« Asimismo el hombre que hiere de muerte a cualquiera persona, que sufra la muerte. El que hiere a algún animal ha de restituirlo, animal por animal. Y el que causare lesión en su prójimo, según hizo, así le sea hecho rotura por rotura, ojo por ojo, diente por diente; según la lesión que haya hecho a otro, tal se hará a él.» Levítico 24:17-20

Pedofilia, extorsión, desapariciones, prostitución, drogas. Hechos que ocurrían día a día tras las paredes pintadas de una falsa pureza y que eran cubiertos con extremo cuidado de los ojos curiosos que aguardaban en el exterior de esta.

Aún en esas condiciones, le prohibieron amar. Aún con todas las aberraciones cometidas, decían que él había cometido la más grande. Las miradas reprobatorias que parecían recriminarle su dolor, su insoportable desdicha y su incomprensible desespero por encontrar a esa adolescente. Fue varias veces al lugar donde estaba su padre, siempre encontrándose con la guardia suiza impidiéndole el paso y al mismo tiempo impidiéndole encontrarla.

Su padre, el hombre que le había dado la vida, había arruinado la suya sin pensarlo, desde separarlo de su madre hasta arrancarle el amor de su vida, todo por la sede corrupta a la que decía servir. Pero ya nada de eso importaba, la venganza estaba escrita y el juicio de ese hombre estaba pactado, no había vuelta atrás.

Él se aseguraría de eso, ahora.

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