Alessia siempre le había parecido tan pura e inocente que era ciertamente, agobiante. De cierta forma, ella le recordaba a si mismo cuando era un niño. Quizás a eso se debían sus ganas inmensas de protegerla para que continuara viendo el mundo con tanta luz como solía verlo, que siguiera creyendo fielmente en las palabras que el mismo recitaba en la iglesia o en aquel campo de flores. Un gran error. Error que le había costado su vida, error que causaba tanto dolor, error que causaba un ardor incomprensible en su pecho y que sus manos derramaran sangre sin cesar.
— ¡Maurizio, Maurizio! — la voz del Padre Ruggiero lo saco de sus lúgubres pensamientos, los cuales solían tomar su mente casi las veinticuatro horas del día, mas, cuando caminaba por los pasillos de la Capilla Sixtina. Francesco Ruggiero era un hombre muy anciano que solía pasar casi todos los días recogiendo huevos de su viejo gallinero para darlos a comedores comunitarios. No sabía que había hecho en su juventud, pero por ahora, era uno de los pocos hombres que no le parecían pura y completa maldad.
— ¿Ha ocurrido algo, Padre? — pregunto con voz baja, áspera a causa del poco uso que solía darle a sus cuerdas vocales.
— ¡El obispo Coppola ha desaparecido! Al igual que el Cardenal Testa y varios sacerdotes, su santidad ha solicitado una reunión urgente con el estado Italiano, teme que hayan sido asesinados — el anciano jadeo, no sabía si se debía al horror o a las dificultades físicas que presentaba con su edad « Todos ven los males ajenos pero nadie ve los propios » pensó con ironía ante sus palabras, de todas formas, fingió sorpresa.
— ¿Por qué alguien quería asesinar a esos... honorables hombres de dios? ¿Están seguros que simplemente no han ido de paseo y habrán perdido el curso? La mayoría son ancianos.
— ¿Por una semana? No digas tonterías, muchacho. Además, también hay jóvenes entre los desaparecidos — el anciano volvió a jadear, su preocupación latente en cada poro— O están secuestrados, o muertos. De todas formas, solo venía a advertirte, muchacho, estoy consciente de tus paseos nocturnos
Asintió
— Muchas gracias por la advertencia, estaré bien
Su expresión se oscureció al ver al viejo sacerdote desaparecer por el pasillo, dándose la vuelta y tomando el camino contrario a él. Le costó reprimir la sonrisa irónica, pensando en cómo buscaban al enemigo afuera cuando estaba dentro de su misma sede podrida.
Y sin intención alguna de detenerse.
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DIOS TE SALVE
Short StoryPuedes correr, pero no esconderte. Puedes luchar, pero no ganar. Puedes sufrir, pero no puedes llorar. SEGUNDA PARTE DE LA SAGA PECADOS CAPITALES: Ira. (BORRADOR) Prohibida la copia total o parcial de esta obra.