CAPITULO 8

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Con una mano fría sobre la inestable barandilla, Jimin se detuvo en la parte superior de la escalera y parpadeó. Sí, ese era Jungkook, de espaldas a la puerta de su apartamento, las manos juntas y las piernas ligeramente separados, como si estuviera de guardia. El largo abrigo oscuro, añadía volumen a sus ya anchos hombros, hasta el punto que Jimin apenas podía distinguir la puerta detrás de él.

¿Dónde has estado? He estado esperando durante veinticinco minutos. El tono acusatorio borró la sorpresa, ahuyentando el frío que se había filtrado en los huesos de Jimin en el camino a casa haciendo que se le pusieran los pelos de punta, rígidos y erizados. De modo que al hombre no le gustaba esperar. Qué lástima. ¿Y por qué estaba Jungkook allí de todos modos? ¿es que no había sido lo suficientemente claro? Ya no quería tener nada que ver con el hombre.

Si Jungkook suponía que podía hacer que Jimin se inclinara, usarlo para sólo una conveniente follada, un recipiente anónimo para saciar sus deseos, entonces estaba muy equivocado.

Maldito bastardo arrogante.

Tirando de la llave en su bolsillo, cerró la distancia que los separaba y fulminó a Jungkook con la mirada. El hombre se movió a un lado lo suficiente para que Jimin pudiera encajar la llave de latón en la cerradura y abrir la puerta.

¿Dónde has estado? preguntó Jungkook.

De nuevo. Jimin encendió la vela en la mesita. La débil luz dorada iluminaba una sala no muy vacía mientras Jungkook le seguía al interior. Desde luego no iba a responder a la pregunta del hombre. No era de su incumbencia, ni tampoco necesita saber que Jimin había tomado una larga ruta a casa para prolongar lo inevitable. Tres semanas y aún dolía volver a casa a una habitación vacía. Para saber que tendría una larga y solitaria noche por delante.

La puerta se cerró. Jimin apretó los dientes. Por Dios, el hombre tenía cojones.

Con la boca torcida en una mueca, Jimin puso las cerillas en el cajón y lo cerró de golpe. ¿Has venido para invitarme a tu boda? Si es así, no tienes que preocuparte. Jungkook necesitaba ir a un manicomio si pensaba que Jimin iba a sentarse felizmente en uno de los bancos en la iglesia de Seúl y verle casarse con esa chica. Y, por supuesto, Jungkook se casaría en Seúl.

Jungkook deslizó su abrigo de los hombros y la puso sobre su brazo, acomodándolo hasta que estuvo colgado en pliegues ordenados.

Cuando la prenda estuvo a su gusto, alzó la vista y la clavó en Jimin con una mirada solemne. No. Quería aconsejarte que tengas cuidado con los juegos de azar.

Inseguro de como tomar esa declaración, Jimin se acercó a la chimenea, se puso de cuclillas, y empezó a apilar troncos sobre la parrilla para encender el fuego. Le había preguntado a Jungkook si debería apostar por su inminente matrimonio o no. ¿JungKook estaba tratando de decirle que no iba a casarse con la chica?

Sólo había una forma de averiguarlo.

¿Te vas a casar con ella? preguntó Jimin con el atizador de hierro para empujar las ascuas ardientes. Las llamas parpadeaban, alzándose hacia la chimenea, la madera estallando y agrietándose, ofreciendo un poco de calidez de bienvenida. Mantenía las cortinas de terciopelo marrón raídas herméticamente cerradas en los meses de otoño e invierno, pero no hacían mucho para mantener fuera el frío.

Las tablas del suelo crujieron una vez, dos, tres veces. A continuación, la sala quedó en silencio.

No.

Su mano tembló ligeramente mientras apoyaba el atizador con cuidado contra los ennegrecidos ladrillos de la chimenea. Se puso de pie y se volvió para encontrar a Jungkook a un paso de él. El abrigo oscuro cubría el respaldo del sillón cercano. ¿Por qué no? Tu padre lo espera. Arrojó las palabras como si hacer algo diferente a lo deseaba por el marqués fuera inconcebible.

SERIE ATADOS ◂Kookmin▸ (Adapt.)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora