CAPITULO 6 [part. 1]

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El extremo de la llave se deslizó por la cerradura de bronce, dejando una profunda hendidura en la puerta de madera. Maldiciendo su mano temblorosa, Jimin empujó la llave de nuevo en la cerradura. Esta vez, la llave entró.

Un hombre más inteligente habría tomado una ruta mucho más larga desde la casa de Delacroix. Una ruta que no le llevara directamente hasta su puerta hasta mucho después de la hora señalada. ¿Y qué había hecho Jimin? Había ido directamente a casa.

Eres un masoquista, ¿verdad? Y en más de un sentido.

Sacudiendo la cabeza, cruzó la oscura sala de estar de su apartamento y encendió una vela. La luz dorada iluminó la habitación desordenada en todo su esplendor. El sofá de cuero marrón con periódicos extendidos sobre los cojines llenos de bultos, pero aun así cómodos, la mesita de caoba con un volumen de Shakespeare bajo una de las patas para evitar que se tambaleara, el raspado gabinete de frontal curvo al lado del viejo sillón tapizado, y las tablas del suelo que no habían sido pulidas en años porque no podía permitirse el lujo de una criada. El papel de la pared estaba estropeado por dos grandes rectángulos donde una vez había colgado un par de cuadro con marcos de oro.

Jimin se encogió. Cristo, vivía en un cuchitril.

Bueno, no era un cuchitril, pero estaba terriblemente cerca, especialmente en comparación con la señorial casa de estuco blanco de Jungkook.

Jimin recogió apresuradamente los periódicos que había leído de pasada la última semana cuando rara vez había dejado sus apartamentos y las metió bajo el brazo, cogió los dos vacíos vasos en un extremo de la mesa. Luego recogió su capa marrón y sus botas polvorientas del suelo, y abrió el cajón inferior del armario, echando todo en el interior. El cajón no cerraba, por lo que sacó las botas, cerró el cajón de una patada y lanzó las botas hacia la habitación, sin preocuparse por dónde aterrizaban.

Se limitó a cerrar la puerta de la habitación, escondiendo el desastre que había ocasionado preparándose para el baile. No había razón para intentar ordenar esa habitación, puesto que Jungkook no querría ir allí esta noche o cualquier otra.

Gimiendo, se sentó en el sillón, se quitó las gafas y se frotó los cansados ojos.

Descansando los codos en las rodillas, dejó caer la cabeza entre las manos. Su pierna derecha se sacudía descontrolada. El rápido e inestable golpeteo de su tacón contra las tablas del suelo se hizo eco en el tranquilo cuarto. Un sudor pegajoso pinchó el cuero cabelludo. Sus entrañas se contrajeron con el pavor que hervía en su estómago.

Tragó saliva y se centró en tomar respiraciones cortas, regulares, rogando que su estómago se sosegara. No podía ponerse enfermo. No podía humillarse de esa manera. No cuando Jungkook aparecería en cualquier momento.

El impulso de caer de rodillas e implorar el perdón de Jungkook había sido tan abrumador que Jimin no había confiado en sí mismo para permanecer en el baile, ni siquiera un instante después de que Jungkook le volviera la espalda. Había necesitado todo su coraje para fingir el falso acento y admitir dónde había encontrado el pasador de corbata del hombre. Pero la parte más difícil había sido permanecer allí de pie y ver el dolor y la furia distorsionar las hermosas facciones de Jungkook . La fuerte mandíbula fuertemente apretada. Los labios firmes formando una línea recta. Sus magníficos ojos cerrados con fuerza.

Jimin aún no había visto u oído lo peor. Incluso tomando el camino directo hasta su casa, el paseo desde la casa de Delacroix llevaba cerca de una hora. Jungkook tenía un coche. Elegante, reluciente y negro, tirado por cuatro caballos zainos idénticos Todo lo que correspondía a su posición como segundo hijo del obscenamente rico marqués. Llegaría dentro de poco y desataría contra Jimin toda la ira que había reprimido mientras estaban en el baile de su tía.

Jungkook tenía todo el derecho a arremeter contra él. Jimin no estaba feliz ante la perspectiva, pero estaba preparado. Nervioso, con náuseas de los nervios, pero preparado. En el largo camino a casa había sido golpeado por un extraño momento de lucidez, la comprensión atravesando su insoportable angustia.

No tenía nada que perder. No había razón para ocultar nada. En unos pocos minutos, Jungkook llegaría y probablemente nunca volvería a hablar con Jimin de nuevo una vez que saliera de su maltrecho salón. Pero mientras estuviera aquí, no recibiría nada más que brutal honestidad.

Un sentido de propósito se apoderó de él, serenando su estómago y alejando la ansiedad de su mente. De pie, se desabotonó la chaqueta y la colocó cuidadosamente sobre la parte posterior del sillón. Se puso las gafas de nuevo, dio a su chaleco blanco un enérgico tirón, y se quitó el pasador de corbata, preparándose para regresárselo a Jungkook.

Estaba comprobando el reloj cuando unos pasos pesados resonaron en su puerta. Cuadrando los hombros, juntó las manos detrás de la espalda y aferró el alfiler de jade con fuerza, presionando la piedra ovalada contra su palma.

No tienes nada que perder.

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La historia a llegado a su final, la dividí en tres partes, como regalo de navidad les dejaré esta parte, la primera parte del final, gracias por el apoyo ¡Feliz Navidad! 

(¿Quieres conocer más historias? Pásate por mi perfil, tengo más Jikook y Jikookmin, gracias)

SERIE ATADOS ◂Kookmin▸ (Adapt.)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora