SERIE ATADOS ◂Kookmin▸ (Adapt.)

CAPÍTULO 1

Diciembre de 1823

Seúl, Corea del Sur.

El familiar toque de piel cálida y sedosa contra el muslo despertó a Jungkook del sueño. Por un momento, mantuvo los ojos cerrados y disfrutó la sensación de las suaves respiraciones que cosquilleaban el vello de su pecho, el peso del cuerpo esbelto tendido sobre él y el brazo cruzado sobre su cintura. Una combinación que permanecía después año y medio con este hombre y una de las que estaba convencido nunca se cansaría.

Con el sordo gruñido propio de alguien sumido en un sueño profundo, su amante se movió, acercándose más. Una sonrisa se formó en la boca de Jungkook. Eso fue sin duda era erección, dura e insistente, el calor prácticamente marcando su muslo.

El deseo estalló bajo su piel, despertando sus sentidos empañados por el sueño. La sangre corrió a su ingle. Lo que antes había sido una agradable erección matutina ahora empujaba contra las mantas que los cubrían a él y a Jimin. Abrió los ojos. La luz se filtraba a través de las ranuras en las cortinas verde bosque, pero no penetraba en su totalidad las sombras de la noche que se aferraban a las esquinas de la habitación. A juzgar por la definida pero todavía débil luz del sol, acababa de amanecer. Quedaba mucho tiempo hasta que su ama de llaves llegara para preparar el desayuno y arreglar las alcobas.

Un pequeño empujoncito en el hombro de Jimin y, tomando la colcha y las sábanas con él, Jimin rodó sobre su espalda. Maravillosamente dócil, incluso dormido. El frío aire de diciembre golpeó la piel de Jungkook, pero no se molestó en levantarse de la cama para encender el fuego en la chimenea. Dentro de unos de minutos el calor que rápidamente se encendía en su interior haría que el calor del fuego se sintiese como un caluroso día de verano.

Se movió hacia un lado y se alzó sobre uno de sus codos flexionados. El pecho de Jimin subía y bajaba rítmicamente, relajado. Con un toque suave como un susurro, Jungkookapartó las olas despeinadas y demasiado largas ondas de pelo de sus ojos. Al ver la dura polla de Jimin sobresaliendo de la mata de pelo oscuro de su ingle, Jungkooksonrió. No habían jugado la noche anterior, simplemente se habían metido en la cama.

Era uno de los beneficios de las visitas a su propiedad de Seúl -con tantas noches a su disposición en las que tenían el lujo de compartir una cama, podían pasar una, dos, o más, simplemente durmiendo juntos. Pero a juzgar por el estado de su hermosa polla, Jimin definitivamente parecía estar listo para algunos juegos.

Jungkookestaba más que dispuesto a complacerlo.

Su mirada recorrió el cuerpo de Jimin mientras numerosas opciones pasaban por su cabeza. No tenía intención de coger nada del baúl cerrado que había bajo del tocador. Para eso sería necesario salir de la cama. Sin embargo...

Inclinándose sobre un lado del colchón, recogió la arrugada corbata blanca del suelo. Con cuidado y lentamente, posicionó los brazos de Jimin sobre su cabeza. El largo abanico negro de sus pestañas descansando contra sus pómulos altos ni siquiera se agitó ante el cambio de posición. El hombre dormía tan profundamente como lo había hecho en la adolescencia. Antes, cuando habían compartido un dormitorio, ni una tormenta podía despertarlo.

Con unos hábiles movimientos las muñecas de Jimin quedaron asegurados a la cabecera de caoba, el nudo lo suficientemente suelto como para que un rápido tirón lo soltara. Cuando Jungkookhabía comprado la finca de su padre hace más de dos años, no había pensado mucho en el mobiliario. Su único interés era la creencia firme de que podía convertir la propiedad en una rentable inversión. La cama, sin embargo, con sus cuatro postes robustos y los intricados husillos que abarcaban el ancho de la cabecera y el pie, había demostrado ser tan valiosa como la mina de carbón que había encontrado en el extremo noroeste de la propiedad. Y la reacción de Jimin cuando Jungkooklo ataba entre esos cuatro indicaba que el hombre le tenía más apego a la cama que a cualquier cosa que genera ingresos.