CAPITULO 1

13.2K 1K 387
                                    

Abril de 1822 Busan, Corea del Sur

— ¿Cuánto?

Madame Delacroix se dio uno golpecitos con el dedo contra sus labios pintados. —Su solicitud es única.

—No creo ser el primer hombre en hacer dicha solicitud. Ciertamente hay otros precedentes. —Por supuesto. — La mujer remetió un mechón de pelo castaño rojizo detrás de su oreja. —Pero en esta situación, un hombre no es intercambiable por otro. Eso quiere decir que es su solicitud lo que lo hace único.

Su tono falsamente aristocrático transmitía tanta confianza que Park Ji Min se removió incómodamente en la silla de cuero granate. Evitaba a esta mujer siempre que podía, prefiriendo tratar directamente con sus empleados, pero esta noche no tenía elección. Después de armarse de valor, había llegado a esta oficina y expresado la fantasía que le acosaba en sueños y casi cada momento consciente del día. Encontraría una manera de pagar el precio que ella pedía, y resultaba evidente que la señora que se sentaba detrás del escritorio de madera satinada lo sabía. Sólo podía esperar que su padre, el reconocido señor Park, tuviera una reputación que le precediera y la mujer no incrementara el precio excesivamente por miedo a ir más allá de las posibilidades de Jimin.

Pero no había ninguna razón para hacérselo demasiado fácil a ella. Jimin se puso derecho. —También recibirá el pago de Jeon Jung Kook. Va a ganar el doble, y su empleado estará libre para atender a otro cliente.

—Eso es cierto. — Delacroix se levantó. El susurro de su vestido de seda carmesí rompió el silencio mientras se dirigía a una mesita junto a la pared. Miró por encima del hombro. —¿Le apetece una copa?

Ni siquiera una botella de whisky podría desenredar los nudos de su estómago. —No, gracias.

Una arruga se dibujó en su frente. Era probable que la mujer no estuviera acostumbrada a escuchar la palabra no. Llenó un vaso corto y liso con líquido claro. El olor le llegó a la nariz. El cristal tintineó cuando puso el tapón en la botella alta y estrecha. Su elección de bebida desmentía la elegancia artificial de la habitación y de su aspecto. Sin embargo, se las arregló para tomar un recatado sorbo de ginebra.

—Usted ha solicitado el uso de mi establecimiento.

Jimin echó la cabeza hacia atrás y empujó a toda prisa de sus gafas, que se habían deslizado por el puente de su nariz. —Es preciso que así sea. Él acude al lugar el primer jueves de cada mes, ningún otro.

Descansando una cadera contra la mesita, la mujer agitó el contenido de su vaso. — Quiere engañar a uno de mis clientes. Un cliente asiduo, confiable y que paga bien. Jeon Jung Kook no estaría contento si se enterara de mi papel en esta trama.

—Nunca se enterará.

—Podría, —dijo ella con una elevación casual de un hombro.

—Usted me aseguró que la prostituta no dirá nada. Yo nunca se lo diré y tomaré todas las precauciones para asegurarme de que no descubra que soy yo.

Ella arqueó una ceja. —Jeon JungKook es un hombre astuto. Le reconocerá. Una sombra de barba de tres días no bastará para engatusarle.

Jimin se pasó una mano por la áspera mandíbula. —Y tampoco soy tan tonto como para creer que lo hará. Al menos no con solo eso. La habitación estará a oscuras y JungKook no tendrá ninguna razón para siquiera sospechar de mi verdadera identidad. Va a creer lo que la puta le diga, que soy simplemente un reemplazo del hombre que por lo general contrata.

Conocía a JungKook desde la infancia. Ambos segundos hijos de conocidos empresarios, se habían encontrado en el primer día de colegio, y por razones que Jimin todavía no podía explicar, el severo y correcto niño de once años le había cautivado. Un estudiante promedio en el mejor de los casos, Jimin sólo debía de haber sido expulsado en numerosas ocasiones gracias a las tutorías de JungKook.

SERIE ATADOS ◂Kookmin▸ (Adapt.)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora