XXXVIII

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"No vuelvas a gritarme! Ahora dime adonde pensabas ir tan temprano?!" me pregunta.

"Y-Yo iba a darte la sorpresa d-de comprarte un pastel por lo orgullosa que estaba de t-ti... Pero ahora v-veo que no, eres un m-mentiroso y no quieres cambiar," respondí en una voz baja mientras lloraba.

Segundos después, Mario me suelta y se acerca para abrazarme.

"No me toques!"

"Mi amor, yo..."

"No!" grito, "siempre me dices lo mismo y ya estoy cansada."

"No, por favor no me digas eso, yo te amo," me dice.

"Si en realidad me amaras, por lo menos hicieras el esfuerzo por cambiar," le digo, "y no te pido que cambies no más por que sí, es por el bien de nosotros."

"Lo sé pero, no creo poder hacerlo solo."

"Para eso me tienes a mí," agarro sus manos, "de ahora en adelante, iremos los dos a tus citas, de acuerdo?"

Él comienza a limpiarme las lágrimas que quedaban en mi rostro, para después hacerme pequeñas caricias con los pulgares.

"No sabes cuanto te amo Yuli, perdóname por ser un idiota."

Antes de que pudiera responder, Mario une nuestros labios en un dulce beso mientras frota mis brazos con sus manos para desaparecer el dolor que me había causado.

Antes de que pudiera responder, Mario une nuestros labios en un dulce beso mientras frota mis brazos con sus manos para desaparecer el dolor que me había causado

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Ese mismo día, lo acompañé a ver a su psiquiatra, al igual que los demás días. Cada vez que íbamos, Mario entendía mejor las cosas y mejoraba su comportamiento, tanto que hasta ya quería moverse de casa.

Todo iba perfecto, hasta que un día, una persona que solía ser muy cercana a mí, llegó y cambió todo.

"Mi amor, ahorita vengo, se me olvidó mi cel en el auto," le digo.

"Está bien, pero no te tardes que ya casi empieza nuestra serie favorita," me dice.

Salgo por la puerta trasera de la casa y abro el auto con las llaves de Mario. Al abrir la puerta, vi mi celular y lo agarré. Pero justo al levantarme, alguien me cubrió la cara con una bolsa negra y me metió al auto bruscamente. No tuve ni tiempo de gritar o pedir ayuda, sólo escuché el auto encenderse e irse conmigo dentro, antes de que me desmayara por la falta de oxygeno dentro de la bolsa.

-Narra Mario-

Pasó casi media hora y Yuli aún no regresaba. Empecé a preocuparme por ella, así que decidí ir a verla. Sin embargo, para mi sorpresa, no estaba ella ni el auto.

Obsesiona2 || Mario BautistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora