xiii. cataclismo

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El cuerpo de YoonGi se apartó tan rápido del otro como pudo. Con una agitación contenida en su respiración, ambos jóvenes que habían estado adorándose en su soledad, observaron hacia la puerta del pasillo que ahora era abierta por la llegada de Ana. La sonrisa de ella, un tanto pintada en confusión y sorpresa, causó que JiMin aclarara su garganta y rascara su nuca con cierto nerviosismo.

—Oh, hola, YoonGi —saludó Ana, cargando en sus manos las bolsas del supermercado—. No sabía que estabas aquí... ¿Vas a...?

—No —negó al instante, tocándose las manos—. Ya me iba.

JiMin lo miró con cierta desazón posada en su pecho, a pesar de asentir a sus palabras.

—Vino a charlar sobre sus clases en la universidad.

YoonGi mantuvo el silencio ante aquello, tratando de no evocar en su rostro la extrañeza por esa excusa tan inverosímil y aleatoria.

—Ah, ya veo —musitó la mujer, acomodando su coleta dorada y parpadeando unas cuantas veces de forma continua. Deslizó su mirada en el muchacho con poliosis que, con el rojo de su rostro y la chaqueta un tanto descuidada, su imagen le causó cierto disgusto y ansiedad—. Bien. Espero que te vaya bien, YoonGi. Y, oh... Peter está afuera. —Esta vez, sus ojos recayeron en su esposo—. Me lo encontré en el mercado y estuvimos... hablando un poco. Estaba por llevarle unas cosas que me pidió.

Aquel comentario se arrastró desde los oídos de YoonGi hasta la boca de su estómago, causándole una presión en ese sitio y una tensión que la pareja logró notar en un santiamén. Con el corazón rebotando contra sus huesos, YoonGi tragó saliva y guardó las manos sudadas en sus bolsillos en un acto ansioso, posando sus pupilas en el rubio de modo suplicante.

JiMin sintió su sangre burbujear ante la mención de su cuñado. Dio un paso más cercano a YoonGi con la mirada ya seria y el ceño ligeramente fruncido, como si la existencia misma le estuviera gritando que protegiera a aquel joven de pestañas blancas y lo escondiera de las garras de aquel acechador.

—Espera hasta que se vaya —le indicó JiMin con un tono bajo pero sobreprotector, llevando luego sus ojos a los de su mujer para señalarle, con un corto movimiento de su barbilla, que atendiera como correspondía a Peter y así el otro pudiese marcharse de una vez.

—Él no es una mala persona —habló Ana, con el cuello más estirado y el mentón en alto, echándole un vistazo rápido a JiMin para después fijarse en YoonGi con su completa atención—. Sé que ha cometido errores, pero no va a dañarte. No le tengas miedo.

—No le tengo miedo. Sólo me carecen las ganas de ver su rostro o estar en su presencia —escupió YoonGi con el pecho hinchado de nervios florecidos en las costillas.

Ana contempló la expresión de inexistencia de amor en YoonGi por su hermano, en una posición casi indefensa y frágil y, en esa cercanía con JiMin, lucía como si su esposo estuviese cuidándolo con cuerpo y alma. Las entrañas se le revolvieron por la imagen bocetada con almíbar y se enfermó de ver a su hombre yacer tan cercano a aquel individuo de tez pálida y belleza rebosante. Escondiendo sus celos intensos y el enojo hirviendo en la concavidad de su pecho, Ana hizo renacer otra vez su máscara de empatía y logró asentir leve con su cabeza, desviando sus ojos de la escena que ambos masculinos le entregaban, prefiriendo callar aquella voz en su interior que batallaba con hacer cosas contra Min YoonGi.

Cuando Ana desapareció tras una puerta, YoonGi largó otro suspiro pesado y se removió en el sitio, alejándose cada vez más del pasillo que daba a la salida.

—¿Y si entra a la casa? Déjame ir a tu cuarto, JiMin —pidió con la voz ahogada tras su lengua, comenzando a caminar hacia el lado de los cuartos y el baño. Apuntó su mano hacia el picaporte de la habitación, pero en cuanto alcanzó a abrir siquiera un centímetro, se volvió a cerrar de un portazo cuando JiMin tiró de ella otra vez contra el umbral.

Allergic to the arctic (CANCELADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora