Gonzalo
Acabamos de terminar de cenar, aunque las sobras y las cajas de pizza siguen en el suelo de nuestro salón por si a alguien le entra hambre después. Bueno, por eso y porque nadie quiere levantarse a recoger. Así que estamos repartidos entre el sofá, los cojines y el suelo, planteando opciones e intentando decidir qué haremos ahora. Yo estoy en el suelo, con la espalda apoyada en el sofá, mientras Alejandra está tumbada en él, justo encima de mí. Me toca el pelo distraídamente, bajando de vez en cuando hasta mi nuca, alargando las caricias todo lo que puede. Y admito que me gusta estar así, me gusta su contacto.
—¿Un "Yo nunca"? —propone mi hermano apareciendo por la puerta del salón con un par de botellas—. Una fiesta de pijamas no es una fiesta de pijamas sin beber y sin perder la dignidad en algún juego de estos.
—Yo no bebo, ya lo sabes —suspiro, levantándome para sentarme junto a Alejandra—. Jugad vosotros. Yo puedo mirar y reírme de vuestras confesiones.
—Ale tampoco bebe —informa Natalia desde el suelo, haciendo que la mire extrañado—. Sois igual de raros y frikis. Vaya dos os habéis ido a juntar.
Antes de que ninguno podamos contestar, el timbre suena y me levanto a abrir la puerta, pensando por el camino en las palabras de Natalia. Sinceramente, me ha sorprendido que no beba, aunque eso no tiene por qué significar que no le guste salir de fiesta. En cualquier caso, no me importaría.
—¿Es aquí la fiesta? —sonríe Marcos cuando abro la puerta, entrando en mi casa con total confianza—. Traigo tequila.
—Pasa, estás en tu casa —murmuro cerrando la puerta y mirándole—. Mi hermano se va a poner muy contento de verte.
Sonrío de buen humor y le acompaño hasta donde el salón, donde yo recupero mi asiento, las chicas le saludan efusivamente y mis amigos le observan extrañados. Creo que no entraba en sus planes.
—¿No estaba con su novio? —pregunta Marcos mirando a Natalia—. ¿Y quién le ha llamado?
—No seas maleducado, cuida el tono —ordeno reprendiéndole con la mirada—. Estás más que invitado a pasar la velada con nosotros, Marcos.
—Tú puedes llamarme Dani, me has caído bien —asegura guiñándome un ojo—. ¿Quién le ha dicho que yo estaba con mi novio? ¿Quién ha mentido tan descaradamente? Estoy soltero, cariño. Avísame si decides probar experiencias nuevas —sonríe mirando a mi hermano con picardía, provocando que se tense al instante—. Es broma, Marcos. No acoso a heterosexuales, pero está claro que tú te sientes así. Vamos a intentar llevarnos bien, ¿vale? Ahora vamos a tener que vernos muy a menudo.
—Siéntate e ignórale, es lo que hacemos nosotros —dice Lucas con amabilidad—. ¿Has cenado? Ha sobrado algo de pizza, pero también podemos prepararte algo si tienes hambre. Estábamos a punto de jugar a un "Yo nunca", has llegado justo a tiempo.
Marcos
—Vale, vale. La tengo —sonríe Arthur con un vaso en la mano—. Yo nunca he mantenido relaciones sexuales con alguno de los presentes.
Me quedo unos segundos en silencio, maldiciendo en siete idiomas diferentes a mi mejor amigo, sorprendiéndome ante mi capacidad interna de cagarme en los muertos de Satanás en hebreo. Suspiro al intercambiar una mirada rápida con Natalia, mirada que ambos interpretamos como un "es mejor que no demos explicaciones después", y me acerco el vaso a los labios para dar un trago. Natalia imita mi gesto y, justo a continuación, Miriam hace lo mismo.
—No quiero que esto te suene raro —anticipa Lucas mirando a Miriam—. Pero, Marcos, dime, ¿te parto la cara antes o después de que intentes explicarte?
—A mí no me mires, tío. No tengo nada que ver con que ella haya bebido —aseguro, intimidado ante la mirada que me dedica—. Te lo prometo, Lucas, tío. Soy un capullo, pero aún reconozco los límites.
—Un momento —se extraña Arthur mirándolas—. ¿Vosotras dos habéis...? Pero... ¿Cómo...?
—Teníamos curiosidad y queríamos probar nuevas experiencias —explica Natalia con una débil risa—. ¿A qué vienen esas caras? ¿Ofende a vuestra masculinidad o a vuestro status de machos alfa?
Miro a Lucas, a Arthur y a Gonzalo sin saber qué decir. Mi hermano parece estar a punto de echarse a reír, y nuestros dos amigos mantienen la misma expresión sorprendida que yo. Eso no nos lo esperábamos ninguno de los tres, en absoluto. Era lo último que esperaba escuchar esta noche.
—Están de coña, rey —ríe Dani mirándome—. No se han acostado juntas. Beben siempre que jugamos a esto.
—¿Era una broma, entonces? —pregunta Lucas, visiblemente más tranquilo—. Tampoco pasaría nada, quiero decir... no supondría ningún problema, cada uno vive su sexualidad como prefiere. Es solo que nos... nos ha pillado por sorpresa.
—La pregunta no es esa —habla Alejandra haciendo una mueca —. La verdadera pregunta es, ¿en qué momento? ¿Cuándo os habéis acostado? ¿Cuándo os ha dado tiempo si os habéis conocido esta mañana?
—Pasapalabra —murmuro desviando la mirada y bebiendo de mi vaso nuevamente.
—Mira, está muy bueno. Deberías saber reconocerlo porque su hermano es casi una copia exacta de él —contesta Natalia, logrando sorprenderme ante su naturalidad—. Esta tarde hemos quedado mientras tú estabas con Gonzalo y ha surgido. Marcos me pone, no tengo que dar más explicaciones. Me le he querido tirar y lo he hecho. Si os molesta, os jod...
—Vale, chicos —corta Gonzalo al ver el rumbo de su discurso, poniéndose de pie y dando una palmada al aire—. Es tarde, yo me voy a dormir. Vosotros podéis seguir bebiendo hasta desmayaros, o... lo que sea que tengáis pensado hacer. Buenas noches.
—¡Buenas noches, Gonzalín! —exclama Lucas antes de lanzarse a darle un abrazo—. Sueña conmigo —le desea de buen humor, dándole muchos besos en la mejilla—. Pero no sueñes con cosas guarras, me daría mal rollo.
—Gonzalo —le llama Alejandra con una sonrisa—. Antes de dormir siempre leo algo...
Veo cómo mi hermano sonríe y asiente con la cabeza, indicándole con un gesto que suba con él las escaleras. Se me hace rarísimo verle así de tonto, creo que me va a costar acostumbrarme a esto muchísimo más de lo que pensaba.
Cuando desaparecen, intercambio una mirada rápida con mis amigos y Arthur explota a carcajadas antes de hablar.
—Ni de coña, quitároslo de la cabeza —ordena sin dejar de reír—. Leer para ellos es leer un libro, no aprender braile ni contar lunares —nos hace notar de buen humor—. Literalmente, van a leer.
—Lo de los besitos ha sobrado un poco —río mirando a Lucas—. Cada vez te pareces más a nuestra abuela.
—Adoro a Gonzalo, no voy a dejar de darle besitos por mucho que intentes ofenderme —sonríe antes de hacerme un guiño—. Déjanos con nuestra relación rara.
—Bueno, coñas aparte. ¿Nosotras cómo vamos a dormir? —interviene Miriam captando nuestra atención.
ESTÁS LEYENDO
Y de repente tú I
Novela JuvenilSi a todas las complicaciones que trae enamorarse le sumas una cabeza más que caótica, tres amigos pesados, imbéciles e insistentes, y miles de obsesiones y manías, nada puede salir bien. ¿Conseguirá Gonzalo Zájara sobrevivir al amor?