Gonzalo
Doy vueltas por toda mi habitación durante unos largos y desesperantes minutos. Esta noche no he conseguido dormir nada, y eso es algo que me frustra muchísimo porque si no descanso, no estudio bien. Mañana empiezan las clases, y yo no puedo permitirme volver al instituto con la preocupación de no saber si Alejandra y yo estamos bien.
Llevo toda la noche intentando entender por qué he sido yo el que ha actuado mal, pero por más vueltas que le doy, no logro sentirme culpable. Es mi amigo, tenía y un problema y solo confió en mí para contárselo. No podía traicionarle de esa manera, Alejandra tiene que entenderlo. Sé que Lucas no ha actuado bien, pero... yo he hecho todo lo que he podido dentro de la complejidad de la situación. Yo estaba entre la espada y la pared: si hablaba con Ale, traicionaba a Lucas, pero si no hablaba lo hacía, la traicionaba a ella. ¿Qué habríais hecho vosotros? Intenté que mi amigo entrase en razón y le ayudé a ver que tenía que tomar una decisión. No podía hacer nada más sin traicionar la confianza de alguien, así que decidí mantenerme al margen. Personalmente creo que lo hice bien, aunque mi novia no está de acuerdo conmigo.
—He quedado con los chicos para ir a jugar al tenis, ¿te apetece venir? —pregunta Marcos entrando en mi habitación—. ¿Qué te pasa? ¿Qué ha pasado? ¿Va todo bien? —se preocupa al ver cómo me toco la oreja nervioso.
Siempre que una situación me desborda, me rasco la oreja con insistencia. Más de una vez he acabado con heridas por esto mismo.
Suspiro mirándole y me acerco a darle un abrazo necesitado antes de contarle lo que me pasa. No entiendo por qué se ha enfadado Alejandra y eso me tiene desesperado.
—Seguramente a Ale lo que le ha sentado mal ha sido que Lucas le ha hecho daño a su mejor amiga, tú lo sabías y no has hecho nada para evitarlo —me explica con calma después de escucharme—. Pero no lo has hecho mal, Gonzalo. Has actuado bien.
—¿De verdad lo crees?
—Sí —asegura sin dudarlo un instante—. La lealtad a tus amistades siempre tiene que ser prioridad. Eso no significa que tengas que asentir como un tonto a todo lo que hagamos, pero tú lo hiciste bien: le ayudaste, le hiciste ver que estaba equivocado, le regañaste y le obligaste a posicionarse y rectificar. Ayudaste a Miriam de manera indirecta, y no traicionaste a Lucas.
Asiento en silencio y me miro las manos nervioso. ¿Qué tengo que hacer ahora?
—Ve a hablar con Alejandra, anda —sonríe mirándome—. Hablad bien las cosas. No sigáis enfadados por esto, no merece la pena.
Alejandra
Me levanto de la silla de mi escritorio en el preciso momento en el que suena el timbre. Mis padres están trabajando, para no variar, así que estoy sola en casa. Nada más abrir la puerta, me encuentro con Gonzalo.
—Me ha dejado entrar al portal un señor que salía —explica desviando la mirada incómodo—. Es que... creo que tendríamos que aclarar lo que pasó anoche.
Asiento y le dejo pasar sin decir nada. Nada más entrar en el salón, se quita el abrigo y me mira nervioso.
—No puedes echarme en cara que no te lo contase, Ale. Si lo hacía hablarías con Miriam y... era algo de Lucas. Puede decírtelo él: le eché la charla porque lo que estaba haciendo no estaba bien, le dije que tenía que aclararse y enfrentarse a sus sentimientos, pero... no me correspondía a mí contar nada.
—Tienes razón —contesto mirándole algo arrepentida—. Me he equivocado yo, Gonzalo. Era una situación complicada y... no puedo recriminarte que fueses leal a tu amigo.
—¿De verdad? —se extraña mirándome.
—Yo tampoco te hubiese contado nada en caso contrario. Si Natalia o Miriam hubiesen tenido el mismo problema... tu no te habrías enterado por mí.
Asiente en silencio y se toca la nuca nervioso durante unos segundos, hasta que suspiro y me acerco a él.
—Perdón —me disculpo rodeándole el cuello con las manos y jugando con su pelo—. Estaba tan enfadada con Lucas por haberle hecho tanto daño a Miriam que al final lo pagué contigo. Lo siento de verdad, Gonzalo.
Vuelve a asentir en silencio y baja la mirada a mi boca antes de que yo me encargue de recortar la escasa distancia que nos separa. Sus manos se dirigen con precisión a mi cintura y sonríe débilmente antes de separarse un par de centímetros de mí.
—¿Estás sola en casa? —pregunta jugando con el comienzo de los vaqueros que llevo puestos, por lo que asiento con picardía antes de volver a atacar su boca con necesidad.
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Y de repente tú I
Teen FictionSi a todas las complicaciones que trae enamorarse le sumas una cabeza más que caótica, tres amigos pesados, imbéciles e insistentes, y miles de obsesiones y manías, nada puede salir bien. ¿Conseguirá Gonzalo Zájara sobrevivir al amor?