Capítulo 24.

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Alejandra

Le muerdo el labio inferior, separándome de él tan solo un par de centímetros. Le sostengo la mirada un par de segundos, completamente rendida ante él y su atractivo. Si le pudierais verle a la misma distancia que yo, así, del mismo modo, me entenderíais.

Sonrío sin poder evitarlo al notar cómo vuelve a cogerme de la nuca, atrayéndome hacia él y besándome con unas ganas que nunca antes le había visto tener. Me siento a horcajadas sobre sus piernas y vuelvo a separarme él, tan solo unos instantes, un par de centímetros, para admirarle con atención. En esta posición noto perfectamente el efecto que han tenido nuestros besos en sus pantalones, y no puedo evitar bajar mis manos por su camiseta hasta llevarlas al comiendo de sus vaqueros.

Le vuelvo a mirar en silencio, dándole a entender que necesito que diga o haga algo, hasta que suelta un suspiro y deja caer la cabeza hacia atrás con impotencia. Se está agobiando.

—Me vas a odiar, Ale. Soy insoportable —susurra mirándome otra vez, dejando alguna que otra caricia en mis muslos—. Es que... no estoy seguro de esto.

—Solo tienes que dejarte llevar —susurro besándole el cuello—. Vamos, tú no tienes que hacer nada. Deja que te demuestre lo increíble que resulta el sexo.

Suspira cuando mi mano derecha le desabrocha el cinturón que lleva puesto, y sonrío al bajarle la cremallera del pantalón y no recibir negativa por su parte.

—Hoy no tienes que hacer nada más que dejarte llevar. Deja que yo lo haga todo —repito jugando con el elástico de sus bóxer—. ¿Sí? —pregunto contra su mandíbula, provocando que asienta al instante y yo vuelva a dirigir mi boca hacia su cuello.

Gonzalo

—¿Vas a pasarte el resto de la noche sin mirarme? —se molesta Alejandra buscando mi mirada—. Vamos, cariño. Habla conmigo ¿Qué te da vergüenza?

Niego en silencio como un niño pequeño, terminando de subirme los pantalones y abrochándome el cinturón. Me he dejado llevar y ahora me ha entrado ansiedad, es lo que suele pasar.

—Gonzalo, te la he chupado y te has corrido. Es lo que suele pasar —ríe acercándose a mí de buen humor—. Si no hablas conmigo, ¿cómo quieres que entienda qué pasa?

Suelto un suspiro pesado, mirándola por fin, después de unos incómodos y largos minutos. No es que me haya gustado, es solo que... la experiencia ha sido nueva y la sensación, extraña. Quiero decir, nunca he sentido lo que he sentido hoy, nunca he llegado a ese nivel de placer y libertad, y... ahora mismo no sé qué siento. Mi cabeza vuelve a ser un montón de dudas, miedos e inseguridades.

—Lo siento —murmuro sentándome a su lado en el sofá—. Es... nuevo para mí y no lo sé. Ha sido raro.

—Me encanta la sinceridad con la que hablas siempre —vacila con una sonrisa—. Tienes que aprender a improvisar y a dejarte llevar. Te estás perdiendo las mejores cosas de la vida por pensar demasiado —sentencia antes de darme un beso en la mejilla—. Y el sexo es una de ellas.

—Marcos se va a pasar semanas riéndose de mí en cuanto se entere de esto.

—¿De verdad estás pensando ahora en tu hermano? Mira, no se lo digas —se encoge de hombros antes de levantarse—. No tienes que contarle todo lo que haces. Tú también tienes derecho a tener una vida privada, intimidad y todas esas cosas que reconoce la Constitución —sonríe con diversión—. Guárdate el secreto.

Asiento en silencio, pensando en sus palabras, y sonrío mirándola de nuevo.

—Pero... tienes que aclarármelo —murmura acercándose otra vez a mi boca—. ¿Te ha gustado?

Y de repente tú IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora