Capítulo 7.

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Gonzalo

Mi hermano, Arthur y Lucas ya se han ido hace un rato. Deben ser algo más de la una, y yo sigo tumbado en la cama, pensando en lo que ha pasado hace unos momentos. Hay una chica que quiere conocerme, a mí, al tío más friki y solitario del instituto. Me quiere conocer a mí.

La verdad es que en parte me emociona, pero por otra parte me cabrea sobremanera. Me emociona porque parece que por fin dejo de ser invisible para el género femenino, pero me cabrea porque mis amigos han tenido que acudir a una web para ligar a mis espaldas. Es ridículo.

Es ridículo pero así es mi vida, así que...

Estoy mirando la foto de la chica que me mandó anoche un mensaje. Me he descargado la aplicación en el móvil porque me ha picado la curiosidad por descubrir cómo es esa mujer que tanto ha impresionado a mis amigos, y cuando he visto su perfil lo he entendido todo. Se llama Alejandra, vive en Triana y es tan guapa como mis amigos han adelantado.

De primeras no parece un mal partido: le gusta leer, escribir, la poesía, el teatro y la música. Toca el violín y quiere estudiar Derecho en Inglaterra, lo que significa que además de un alto nivel de inglés, debe tener una nota media envidiable, porque solo alguien excelente tiene esas aspiraciones.

Llevo más de diez minutos mirando la pantalla de mi IPhone indeciso. ¿Debería hablarla? Creo que sí, pero... ¿y si me distrae de los estudios? ¿Y si la cago? ¿Y si no estoy a la altura? ¿Y si hago el ridículo?

"Lo contrario de vivir es no arriesgarse" me repito mentalmente, suspirando e intentando reunir el valor suficiente para contestarla.

Que le den a los estudios, tengo que vivir experiencias nuevas.

—Gonzalo —me llama mi hermano, entrando en el cuarto justo en el instante en el que le doy a "enviar" —. Dice mamá que bajes a comer, que luego sigues estudiando —me informa frunciendo el ceño, mirando mi teléfono—. ¿Qué estabas haciendo? —sonríe insinuante.

—Nada, consultaba la página del instituto para una cosa de Anatomía —miento, resultando bastante convincente—. ¿Bajamos?

Alejandra

—¿Cómo hemos llegado a este punto? ¿Cuándo se te ha ido tanto la cabeza? ¿Desde cuándo tomas decisiones tan espantosas? —me pregunta Natalia, caminando junto a mí hacia la plaza del pueblo—. ¿Una página web de contactos? Es absurdo. No necesitas eso para ligar, Alejandra. Los tíos hacen cola en la puerta de tu casa.

—No es tan fácil, ¿vale? Después de lo de Pablo necesito sentir que confío plenamente en un chico. Necesito saber que es sensible, romántico y, sobre todo, buena persona. Melómano, amante del buen cine e inteligente. Tiene que ser culto y tener planes de futuro. No quiero conformismo, ni superficialidad, quiero conocer a un chico que me llene a nivel emocional tanto como a nivel intelectual. Para un polvo sirve cualquiera, y yo no quiero a cualquiera —le explico, dándome cuenta de la sonrisa que me sale mientras hablo.

—¿Lo quieres esculpido en mármol y envuelto para regalo, también? —ríe de buen humor—. Tú lo que quieres es al Marc Márquez de los hombres. Pides un Dios griego, pero, cariño, los dioses no se pasean por Sevilla buscando alguna chica tonta y soñadora como tú a la que cautivar. La definición que has dado no vale. No existen los tíos así, ya no. Esos se quedaron en el siglo pasado, por lo menos.

—Pues yo quiero intentarlo —suspiro mordiéndome el labio inferior al recordar la fotografía de perfil del tal Gonzalo Zájara—. Además, a lo mejor tengo suerte y aparece algún príncipe azul justo para mi cumpleaños. No sé, vete tú a saber. Confío en el azar, y tengo fe, así que voy a seguir intentándolo en esa página web aunque no te guste la idea.

Y de repente tú IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora