Capítulo 46

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Gonzalo

Miro al frente enternecido, estudiando cada milímetro del rostro de Alejandra, quien en estos instantes está riendo con Natalia a carcajada limpia. Arthur ha contado uno de sus horribles chistes y de lo malo que ha sido, les ha entrado un ataque de risa a las dos. La gente de nuestro alrededor empieza a percatarse de que no pueden dejar de reír, y a Lucas se le está empezando a poner la cara de todos los colores.

—Por favor os lo pido —ríe Marcos mirándolas—. Callaos antes de que salga Manuel de la cocina a regañarnos.

—Es que... —empieza a decir Alejandra, antes de verse interrumpida por una carcajada de Natalia y reír de nuevo.

Tardan casi cinco minutos en poder calmarse, y cuando lo hacen, empezamos a hablar de lo increíble que estaba la cena y el éxito asegurado que va a tener el cambio de carta. Ha sido una apuesta arriesgada el cambio que ha decidido pegar Manuel Pérez en su cocina, pero sin duda alguna va a lanzarle muchísimo más alto de lo que ya está.

Un par de horas después, la velada concluye y todos salimos del restaurante, esquivando cámaras y periodistas para que Lucas no tenga que atenderles. En seguida nos encontramos en una callecita y nos miramos de buen humor.

—Bueno, ¿y ahora qué queréis hacer? —pregunta Lucas con una sonrisa—. Dentro de dos días empezamos el instituto otra vez, así que... propongo aprovechar la noche al máximo.

—Bueno, en realidad... —hablo rascándome la nuca nervioso—. Mamá se ha ido a la vez que nosotros a Córdoba con Pedro, así que...

—¡Tenemos la casa sola otra vez! ¡Sí! —se emociona Marcos dando un salto de repente—. Qué coordinados estamos con mamá, qué fantasía de mujer.

Mientras todos empiezan a hablar y a valorar el plan que acabo de proponer muy torpemente, me acerco a Alejandra con algo de nerviosismo.

—¿Te apetece? —pregunto en un susurro mirándola.

—¿Pasar la última noche de libertad de mi novio con él en su casa? —sonríe rodeándome el cuello con cariño—. ¿Estás de broma?

En seguida sonrío de buen humor y me acerco a ella hasta juntar nuestros labios lentamente.

Alejandra

—Venga, no seas tonto —susurro contra la boca de Gonzalo con una sonrisa—. Deja de hacerte de rogar.

—Se burlarán de mí durante un mes —susurra de vuelta, mirándome a los ojos con deseo.

Estamos en el salón de la casa de los gemelos. Gonzalo y yo llevamos "jugando" diez minutos sin que nuestros amigos se den cuenta, y yo necesito ir a su habitación cuanto antes a poner remedio al calentón que tengo. Calentón que sé que él también tiene porque ha tenido que ponerse un cojín encima para que no se le note, pero como es tonto no quiere levantarse porque dice que los cromañones de sus amigos se meterán con él. Como si no tuviese derecho a follar.

—Nos vamos arriba, sois un coñazo todos —informo en voz alta, poniéndome de pie rápidamente y agarrando a Gonzalo del brazo.

—¿Te llevas el cojín, hermanito? —ríe Marcos viendo cómo se levanta a la fuerza con un cojín tapándole la entrepierna—. Deberías dejarlo aquí.

—No, es que... es muy blandito. Quiero dormir con él —contesta con torpeza mientras caminamos a las escaleras.

—¡Gonzalo todos nos hemos empalmado aquí! ¡No te avergüences, amigo! ¡El sexo es maravilloso! —exclama Lucas corriendo hacia él y quitándole el cojín de un movimiento rápido—. Disfruta de la noche, colega.

Y de repente tú IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora