35. El Sol Reflejado en la Nieve

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     Parte VII - Ego femenino y ego masculino

     35. El Sol Reflejado en la Nieve

     Una estrella dorada brillaba en la palma de la mano de Naminé, mientras sus ojos buscaban con curiosidad a quien sería su afortunado compañero. Y aunque ella creía que la mala suerte que se cargaba era suficiente como para que le tocase ir con Vanitas también, muy en contra de todo pronostico, la estrellita destelló por igual en la mano de Roxas.

     Y la rubia lo sintió, creyó que iba a morir de alegría en ese mismo instante. Sus amigas supieron por la pequeña sonrisa, que esa era la oportunidad que tanto había esperado para acercarse más a él. Era ahora o nunca.

     Sin embargo, en el frágil corazón de Xion nació la sensación de tristeza, que le decía a gritos que seria dejada atrás, y muy lejos de tener celos, se sentía derrotada. Al ver a Naminé marchándose con Roxas entre lo árboles y las sombras de la noche se le clavó en el pecho la horrible idea de que estaba perdiendo algo que nunca fue suyo. De haber estado sola hubiese roto en llanto. Antes, le había gritado a su amiga que estaba enamorada de un chico que pasaba de ella, pero la verdad es que solo hizo porque Aqua lo había dicho primero. Fuera de eso, no sabía si tenia alguna oportunidad con él.

     Pero si Naminé le quitaba a Roxas, entonces el juego había acabado.

(...)

     La lampara que Riku había dejado flotando a media tienda brillaba más débil que nunca. Roxas se preguntaba si a la rubia le daría miedo la oscuridad, porque seguramente a Xion si le hubiese dado.

—Tú... —murmuró Naminé—. Tú... ¿quieres empezar?

—Habría jurado que intentarías demandarme si yo me atrevía a tocarte un solo cabello —confesó él—. Entonces no tienes mayor problema con esto, ¿cierto?

—No, no, para nada, es solo un juego, puedes hacer lo que quieras —se apresuró a aclarar ella—. ¿Y tú tienes algún problema?

     «Que me gusta Xion y si pudiera estar allá en la fogata junto a ella, no estuviese aquí jugando esta estupidez» la idea le atormentaba.

—No, ¿cómo crees? Ningún problema...

      Ambos se quedaron viendo la cara de idiotas por unos momentos, hasta que Naminé finalmente cerró los ojos y soltó un suspiro. Esperaría hasta que el rubio estuviese cómodo con la situación. Aguardó con los ojos cerrados a que el supuesto príncipe azul le diera un beso.

      Roxas la observó, una de las chicas más bonitas del colegio, sentada justo al frente suyo, esperando a que la besara, y aparte de eso, parecía bastante complaciente en ciertos términos. El cabello rubio a un lado, el vestido blanco que la hacia lucir como un ángel, la piel como una muñeca de porcelana y los labios rosa brillando como si ella hubiese besado a las estrellas. No lo ponía en duda, era preciosa y podía entender por qué a Riku le gustaba. Pero así de caprichoso era el amor, pues él se sentía bastante indiferente al respecto.

     La tomó por los hombros y percibió cómo la chica estremecía a su tacto, se le acercó al rostro lo suficiente para darle un suave beso y al final, aunque no lo queria, se dejó ganar por la situación e imprimió un poco más de fuerza.

     «¿Sí recuerdas que Riku está terriblemente enamorado de Naminé, verdad?» cuestionó su conciencia.

     Inmediatamente me se apartó de ella.

—Naminé, no puedo hacer esto, de verdad lo siento mucho, mucho, mucho, pero no puedo —dijo él, sintiendo su propio corazón desajustado.

—¿Q-Que ocurre, hice algo mal?

La Mafia es Color Rosa // Kingdom HeartsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora