Capítulo 23.- Enredadera

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—¡Quédate quieto animal!- Anya dio un pellizo al hombro de Philip

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—¡Quédate quieto animal!- Anya dio un pellizo al hombro de Philip.

El chico se removió en el sillón alejándose de ella —¡Si no fueras una sádica me quedaría quieto!

—Dame eso- Philip le quitó a la chica, el algodón con alcohol con el que estaba limpiando la herida en su ceja —Yo puedo hacerlo por mí mismo.

—Yo estoy curándote, eres un mal agradecido- Anya se cruzó de brazos —Esto es tu culpa de todas formas, solo a ti se te ocurre involucrarte en una pelea con Gail. Hay gente idiota y luego tú, tienes suerte que no te hizo puré.

—Y me lo viene a decir la chica que terminó en la cárcel por no saber cerrar la boca- Philip hizo un gesto de dolor al dar toques a su ceja con el algodón húmedo de alcohol.

—Ya, por favor- suplicó Luigi mirándolos a los dos —Ya no quiero saber nada de pleitos ni discusiones.

El pequeño castaño se veía triste
—Lo siento- dijeron Anya y Philip al mismo tiempo que se miraban entre ellos, sorprendidos de haber dicho la misma cosa al mismo tiempo.

—Gracias- Luigi extendió a Philip una de sus camisas, la más grande que encontró en su closet
—Cámbiatela por favor, la tuya se manchó con sangre.

El otro castaño negó con su cabeza —No es necesario.

—Lo entiendo- el pequeño abrazó la prenda inmerso en su tristeza y se dio la vuelta, el otro recibió una mirada asesina de parte de la chica y Philip entendió que había hecho sentir peor a Luigi.

Se puso de pie y corrió para alcanzarlo —Tienes razón- dijo tocando la tela —Mi camisa está estropeada, gracias.

El pequeño solo asintió y sonrió un poquito.

El mayor se quitó la camisa, alzó sus brazos y deslizó la tela sobre su cabeza, acción que captó toda la atención de Anya, pues la espalda de Philip tenía marcas grabadas en su piel morena clara, unas tres cicatrices; otra más en su abdomen, unos centímetros arriba de su ombligo.

Luigi miró a Anya como buscando una respuesta, pero solo hubo silencio. Ya con la camisa que se le había ofrecido puesta, Philip tomó asiento de nuevo y la chica continuó con la curación —Pensé que por ser el favorito del director tenías trato preferencial- comentó al tiempo que ella alzaba la tela de su blusa y por un segundo le mostró una gruesa cicatriz en su costado derecho.

Él sonrió —Lo tuve, es por eso que mis compañeros me dieron varios recordatorios de que yo era un huérfano, igual que todos ellos.

Anya asintió entendiendo. En silencio hizo un vendolete y con cuidado lo colocó en la ceja herida del castaño.

—Gracias salvaje- sonrió el chico a la pelinegra.

—Que no se te haga costumbre idiota o te cobraré caro- su gesto no pudo omitir la sonrisa que se asomó a sus labios.

A La Novia Me Robaré Y Al Novio TambiénDonde viven las historias. Descúbrelo ahora