Capítulo VII - Lo que siento por ti (Parte I) (Lemon)

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Estaba en su cuarto mirando el techo, ya había asumido que dormir no era una opción. Los eventos de esa noche se hilaban con los de su vida entera, y aún recordando cada uno de sus crímenes no pudo reprimir una sonrisa. A pesar de que todo lo que había ocurrido lo obligaba a pensar con más frialdad, una ola de entusiasmo lo sacudió. Ella había correspondido su beso. Y aquello había sido lo más maravilloso del mundo. ¿Llegaría ella a amarlo como él la amaba? Ahora que estaba libre gracias al indulto real, no podía permitirse perderla. Pero ¿ella lo había perdonado? Necesitaba saberlo. Necesitaba saciar sus ansias por conocer lo que ella pensaba, lo que ella sentía. Y por sobre todo, necesitaba que ella lo amara.
Se armó de valor y se dirigió a su habitación. Golpeó suavemente, con la esperanza de que ella no oyera, de que estuviera dormida. Pero no era así. Su amada pelirroja estaba frente a él sujetando la puerta, con el asombro pintado en el rostro. Furioso, Jellal se dio cuenta de que ella había estado llorando.

- ¿Puedo pasar?

- Sí, adelante. Toma asiento - el mago se sentó a los pies de la cama. Ella se sentó junto a él con la cabeza baja, cosa que no dejó de sorprenderlo. - ¿En qué puedo ayudarte?

- Quisiera hablar contigo.

- Supongo que es algo que no puede esperar hasta mañana.

- Preferiría que no lo hiciera. Es... Sobre lo de hoy.

- Hoy pasaron muchas cosas. - se desentendió ella. No podía creer lo que estaba pasando.

- No hagas eso, por favor. Realmente quiero aprovechar el poco coraje que he reunido.

- Jellal, yo...

- ¡Por favor! - rogó él. Ella lo miró a los ojos, haciendo trastabillar su confianza y valor.

- Está bien.

- Lo primero que quiero que sepas es que... Jamás hubo otra mujer. Y me he arrepentido mucho tiempo de eso, pero lo consideré necesario. Te hice mucho daño, a ti y a tantos otros, que realmente sentí que ya nada tenía sentido ¿sabes? Que ya no valía la pena. Pero aún en los peores abismos, se dibujaba tu sonrisa. Sé que no soy digno de ti, pero...

Los labios de Erza lo interrumpieron, posándose sobre los suyos.

- Yo también te amo - sonrió ella. Su corazón bailaba al compás de la voz del mago. No podía creer que él se estuviera confesando. La había besado porque la amaba. ¡La amaba! Nunca se había sentido tan feliz.
Jellal se sentía en el más generoso de los sueños. Ella lo había besado, ella correspondía sus sentimientos. ¿Había esperanza entonces? La miró a los ojos, y todo lo que vio fue amor. Se acercó y estampó su boca sobre la de ella. Sus labios iniciaron una danza lenta y dulce, jugueteando con los del otro. Una mano del joven mago subió a su rostro y acarició suavemente la mejilla de Erza. La pelirroja cruzó las suyas detrás de la nuca de del peliazul, quien con su otra mano la tomó de la cintura. Sus dedos la recorrieron lentamente sobre la tela del camisón. Erza dejó escapar un gemido, y el mago tanteó el borde de sus labios con su lengua. La suya propia acarició la de él levemente, invitándolo a entrar. Recorrió cada rincón de la boca de la joven con suavidad, como queriendo memorizar cada detalle.
El beso se volvió más demandante. Las lenguas se rozaban, se frotaban, su aliento se había fusionado y la temperatura entre ellos había empezado a subir. Las manos de Erza bajaban por la espalda de Jellal, mientras que el joven mago recorría los hombros de de ella, y pasaba un dedo sobre el inicio de sus pechos. Erza alzó su torso, llenando la mano del peliazul con su seno, haciendo que el autocontrol del chico desbarrancara un poco más. Jellal apretó suavemente aquella ofrenda, robando a la chica un audible gemido. Se puso en pie, lanzó un hechizo de silencio en la habitación y la miró a los ojos.

- Erza, yo...

- Es de mala educación interrumpir - dijo ella con voz ronca - será mejor que no lo vuelvas a hacer.

Jellal perdió completamente el control. Arrojó a la maga sobre la cama y comenzó a descender a besos sobre su cuello, mientras le arrancaba el camisón. Las manos inquietas de la joven forcejeaban para desvestirlo. Cuando el cuerpo de ella quedó sin la prenda, se tomó un segundo para contemplarlo. Aquello era verdaderamente maravilloso.
Sin dudarlo, se lanzó contra sus pechos. El suave tacto de su piel prometía volverlo loco. Se acercó a aquellas tibias cumbres, recorriéndolas con su lengua, besándolas, lamiéndolas y mordiendo ligeramente aquellos rosados y duros pezones. Erza estaba realmente excitada, ni mil libros de los que a ella le gustaban podían compararse con aquellas sensaciones.
Una mano traviesa se aventuró por el vientre de la maga, haciéndole ligeras cosquillas y robando uno que otro suspiro. El dedo índice del mago jugueteó con la prenda íntima que restaba, arrebatándosela con agilidad. Comenzó un camino de besos que descendía por el torso de la joven, acercándose lentamente a su intimidad. Cuando llegó a ésta, la abrió lentamente, deleitándose con la vista. Su lengua juguetona daba pequeños toques aquí y allá, antes de concentrarse en aquel dulce montículo de nervios que prometía llevar a Erza al paraíso. Un dedo se acercó con osadía a la entrada de la maga. La tensión se insinuó por un momento; Jellal levantó su rostro.

- Te amo Erza.

La lengua del mago arremetió duramente contra su clítoris. Erza estaba extasiada. Las sensaciones se multiplicaron aún más cuando Jellal introdujo en su vagina un segundo dedo y comenzó a masajearla lentamente desde adentro, al tiempo que la lamía con desesperación. Una sensación sofocante la envolvió; el sonrojo de su cuerpo se intensificó, sus pezones se pusieron aún más duros, el calor empezó a presionar su vientre y su cadera se alzó. Había alcanzado el orgasmo.
Retiró la cara de Jellal de su intimidad, y tras un apasionado beso, le rogó que tomara su virginidad. El joven no se hizo esperar. Se posicionó delicadamente sobre ella, y la besó al tiempo que, de una sola estocada, derribaba aquel muro que proclamaba la pureza de la maga. Se detuvo y besó las pequeñas lágrimas de la pelirroja. Sabía que aquello pasaría.
El dolor dio paso al placer. Erza comenzó a mover las caderas y él, captando el mensaje, aceleró el ritmo, entrando en un frenético vaivén que los llevó a ambos al clímax. El ardiente esperma del mago abrazó a la.pelirroja desde adentro, razón de un nuevo orgasmo.
Jellal salió de Erza y se acomodó en la cama. Ella se acurrucó en su pecho.

- Te amo - dijeron al unísono, antes de dejarse caer en los brazos de Morfeo.




























































Hola chicos, hasta aquí llega el capítulo siete. Espero que les haya gustado, es el primer lemon que escribo, y si bien quería dejárselo a la pareja central (NaLu), creo que se les da poco espacio al JerZa (al menos en estas historias).
El próximo capítulo empieza a redactarse hoy mismo.
¡Hasta la próxima!

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