Capítulo XVI - El dragón de fuego (Lemmon)

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Dicen los que saben, o que alguna vez los vieron, que los dragones eran criaturas asombrosas más allá de cualquier posible descripción que los humanos pudieran dar. Enormes, peligrosos, egoístas, dominantes y posesivos, pero de una majestuosidad sin par; los humanos y demonios palidecían ante uno, y hasta los dioses se revolvían incómodos en sus tronos ante ellos.
Tras aquella explosión Lucy sintió unos potentes brazos tomarla por la cintura y llevarla lejos de allí, pero no tuvo miedo; jamás lo sintió. Porque su corazón sólo bailaba a ese ritmo por una persona. Para su sorpresa, él estaba consciente.

- ¿Sabes Natsu? Todo esto no era necesario realmente.

- Pero no sería yo si no lo hiciera... - respondió él con una sonrisa, eterna, brillante sonrisa, una de las que sólo él podía dar. Si todo sería de esa manera tal vez aquello del celo no fuera tan malo. Pero cuando el sol se ocultó en su totalidad y llegaron a lo que parecía su destino, el semblante de Natsu cambió drásticamente. Su mirada tenía una dureza implacable, la mandíbula tensa y los puños apretados.

- Te alejaron de mí, Lucy.

- Natsu..

- ¿Por qué? ¿Por qué te fuiste?- el dolor en su voz era como una daga en el corazón de la maga.

- Natsu yo... No lo sé. Me dijeron que debía venir. Cuando llegué me enteré de todo lo que estaba pasando y simplemente no supe reaccionar.

- ¿Tenías miedo, Lucy?

- ...

- Lucy.

- Tal vez - admitió ella - pero no de ti, Natsu. Por ti. Si te sucedía algo, si llegaba a perderte yo... Yo no puedo pasar por eso de nuevo.

Una furtiva lágrima rodó por su rostro. El olor a sal hizo a Natsu perder la conciencia. Sus manos se transformaron en garras. Sus brazos se cubrieron de escamas de un rojo furioso. Protuberancias se notaron en su espalda. Sus colmillos se alargaron. Y su poder mágico era una locura. Las finas pupilas de reptil del mago se clavaron en los ojos de la rubia.

- ¿Qué ves ahora? ¿Aún sientes miedo?

Lucy miró a la criatura humanoide frente a ella, y vio lo único que podía ver, lo que siempre había visto.

- No Natsu. Te veo a ti. Eso es lo que siempre veré.

Se acercó a él abrazándolo. Natsu levantó el rostro de Lucy, y como si llevara toda la vida y todad las vidad haciéndolo, la besó. Fue un beso cargado de sensaciones donde las palabras sencillamente sobraban. La forma humana de Natsu regresó gradualmente, pero aún así el mago ya no podía detenerse. La aferró de las caderas e interrumpió el beso para dedicarse al cuello de la maga. Allí, en la zona de la clavícula, donde la piel era más delgada, pero sin tocar el hueso. Besó de manera obsesiva esa zona, mientras las manos de Lucy recorrían inquietas aquellos rígidos músculos. Al rozar levemente la erección de Natsu y sentir el gruñido que éste le devolvió, perdió completamente el autocontrol desvistiendo al mago. La temperatura en la cueva era una locura; la magia de Natsu no paraba de crecer, pero en lugar de agobiarla aquello parecía excitar a Lucy aún más.
El Dragon Slayer tumbó a su compañera y hundió su rostro en lo que él denominaba secretamente como "las cosas más perfectas del mundo". Eran lo más suave y cálido que había sentido hasta ahora, y no podía evitar besarlos y apretarlos, y por qué no morder levemente aquellos rosados botones.
Y la temperatura seguía subiendo. Los gemidos de Lucy eran una verdadera sinfonía, una oda al placer. La blonda estaba húmeda para él, Natsu podía oler su esencia, pero quería que todo fuera perfecto. Bajó una mano a la intimidad de la maga, y sin dejar de besarla y acariciarla amasó ligeramente aquel dulce botón de nervios antes de penetrarla con un dedo, jugueteando con él en ese maravillosamente húmedo lugar. Introdujo un segundo dedo, y se juró que en el mundo no podía haber nada más hermoso que el rostro de Lucy llegando al orgasmo, el cual usó como puente para fundirse con ella a través de su pronunciada virilidad.
Si había una sensación más maravillosa que aquella (a pesar del dolor), Lucy no quería saberlo. El miembro de Natsu se hundía en ella acercándola cada vez más al infierno; un infierno de lujuria donde cada flama provenía de su fuego. Natsu sintió a Lucy contraerse, el orgasmo era inminente. Volvió a aquella zona de la clavícula, y cuando su esperma alcanzó el interior de la maga, le enterró los colmillos en la piel.

- Mía - gruñó contra aquella piel. Y ambos se entregaron a los brazos de Morfeo.
















































¡Hola! He aquí el NaLu. Espero haber estado a la altura.
Esta historia está llegando a su fin. No porque no me guste, sino que no quisiera estirarala agregando dramas que luego no sabría solucionar del todo. Francamente estoy bastante conforme con ella, y para ser la primera que hago creo que está bien por ahora. Igualmente, tengo un par más en mente. El próximo capítulo estará en breve.
¡Hasta la próxima!

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