2.

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—Se rumora que le tienen una sorpresa fabulosa, Princesa, ¿no está feliz por ello?—Preguntó Annabeth trenzando el cabello de la Princesa con delicadeza.

Cassandra exhaló el aire que contenía.—Mi padre me oculta algo, Annabeth, lo presiento. Ha estado actuando extraño, y mi madre no deja de sonreír y decirme qué debo hacer y decir en mi cumpleaños, creí que sería como los otros cumpleaños no que el reino entero estaría invitado.

—Su padre debe estar nervioso porque ya tiene dieciocho, Princesa, puede tomar el trono—Aseguró Piper apretando su corsé más de la cuenta. Cassandra estaba intentando no respirar—. Se verá magnífica, Princesa, de seguro consigue algún pretendiente.

Cassandra rodó los ojos alejándose de sus doncellas.—No necesito un pretendiente, quiero ser libre, ¿Quién dice que no puedo gobernar sola?

{Bueno, lo dice el estatuto real, Princesa, su bisabuelo lo firmó—Annabeth hizo una mueca después de hablar y se encogió de hombros—. Por cierto, ya está lista, es hora de ponerse el vestido y va a deslumbrar.

Piper y Annabeth sacaron el vestido que su madre le había indicado para tal celebración, era un vestido largo celeste que resaltaba sus atributos naturales con pedrería en tonos similares y su cuello era adornado por los huesos marcados de su clavícula y un delicado collar, su cabello trenzado y semi recogido con ondas para crear la ilusión de delicadeza, y por último su tiara, una pequeña pieza plateada que adornaba su cabeza.

Bajó las escaleras del castillo sabiendo que era mirada por todo el reino, era la celebración que sus padres esperaban hace años y no iban a escatimar en nada, mucho menos en invitados. Podía sentir la mirada de todos y sabía que podía ser juzgada por lo que usaba, lo que decía y lo que incluso pensaba. Ella se sentía mareada, muy mareada, casi ni respiraba y le costaba trabajo caminar correctamente, quizás era el corsé.

Sus padres la recibieron con aplausos que fueron seguidos por los demás súbditos para festejarla, no pudo hacer más que sonreír y saludar con una reverencia como su madre le había pedido que hiciera. Incluso eso le costaba hacer con normalidad y esperaba que no lo tomaran como un gesto despectivo contra ellos, porque no era así.

El rey Arthur decía algo en voz alta, veía algunos sonreír y a otros reír, pero no escuchaba nada más que el sonido de la sangre aglomerada en sus oídos y la sensación de querer desmayarse en ése preciso instante delante de todos, pero mantuvo la compostura y una sonrisa grande en sus labios cuando vio a muchos niños sonreírle, con los que había jugado hace un par de días atrás libremente. Como quisiera volver a esos momentos.

—¿Gusta bailar, Princesa?—Preguntó un chico. Cassandra lo miró y vio la sonrisa encantadora del joven, asintió.

Le dio la mano al joven y se dispusieron a bailar como todos los demás, aunque claro, le dieron el lugar de espectáculo al medio de todos, sabía que sus movimientos eran juzgados, así que simplemente sonrió y comenzó a moverse con el joven al ritmo de la música lenta. Esperaba, deseaba, que el chico no hablase, porque ella no podía respirar con facilidad y el hecho de que tuviese que fingir era aún peor.

—Se ve maravillosa ésta noche, Princesa, si perdona mi atrevimiento—Comentó el joven logrando que Cassandra maldijera en su cabeza, pero asintió con una sonrisa—. No he visto mujer igual.

—Y será mejor que te alejes de ella si sabes lo que te conviene.

Ambos dejaron de bailar en el momento en que las palabras fueron pronunciadas. Cassandra hizo una reverencia frente al General al igual que el joven a su lado. El General besó la mano de la Princesa intentando que nadie notara el tenso momento que estaban viviendo, recordandose que el Rey tenía razón cuando le dijo que Cassandra no debería enamorarse de otros hombres, cuando él iba a ser su esposo.

The Crown's Price [Percy Jackson]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora