The Crown's Price [Percy Jackson]

16.

Cassandra se aferró al pecho de su padre, negándose a dejarle ir a descansar para siempre en un ataúd. Lágrimas corrían de sus mejillas y los sollozos eran desgarradores para los cercanos que veían la escena. Gritó que volviera, que no la dejara sola, que no quería la corona si no lo tenía a él, que lo necesitaba. Estaba negada a dejarlo ir, su corazón estaba oprimido y fue peor cuando supo que la esperó todo el tiempo para despedirse, hasta que su corazón y sus pulmones no pudieron más y decidió rendirse.

Elizabeth se encontraba en la estancia abrazandose a sí misma al ver cómo su hija se aferraba a su padre con tanto afán y dolor, exigiendo que volviera a la vida, pidiéndole perdón por dejarlo en los momentos que más la necesitaba, pidiendo ayuda para lo que vendría después. Jamás había sentido el corazón tan hecho trizas como en el momento en que perdió al amor de su vida y vio como su hija llegaba herida, casi moribunda, a su hogar. Estuvo a punto de perder a otro de sus seres amados el mismo día y el dolor y las emociones habían podido con ella. Estaba destruida.

—Cassie... Cariño, debes... Debemos dejarlo ir—Murmuró acariciando los brazos de la chica para que dejara que se llevaran al Rey. Ambas sollozaban sin parar, con el corazón hecho añicos—. Deben ver tus heridas, querida, por favor... Por favor, hazlo por mí. No puedo perder a nadie más de la familia, querida.

Cassandra se separó de su padre para finalmente mirar a su madre. La última vez que la había visto parecía jovial, llena de vida, y ahora... Ahora podía notar los signos de envejecimiento en su madre, podía notar arrugas, sus ojos llorosos y parecía que habían pasado años desde la última vez que la vio. Se aferró a ella, ignorando el dolor de su costado, que ya estaba vendado, y sintió el punzar de su cabeza.

Salieron de la habitación del Rey para que lo prepararan para su entierro, y Elizabeth guió a Cassandra hasta su habitación donde esperaban Piper, Hazel y Annabeth, las tres con lágrimas en los ojos, enviando sus condolencias con sus miradas. Elizabeth besó la frente de Cassandra con cariño antes de dejarla sentada en su cama y retirarse para que sus doncellas la ayudaran a estar mejor. Se sentia cansada, triste y muy sola en aquellos momentos. Se metió a su baño para asearse, después de semanas sin sentir agua caliente, sintió sus músculos relajarse, revelandole a Piper todas sus marcas de entrenamiento y batalla.

Hazel se encargó de vendar y curar sus heridas y Annabeth de vestirla y dejarla presentable en un vestido negro, uno que Cassandra jamás había usado hasta ése día. Le dolía más el corazón que las heridas que tenía en su cuerpo, y fue peor cuando llegó Zander a su habitación con la corona en sus manos para colocarla sobre la cabeza de Cassandra. Aquello fue como un gran peso sobre sus hombros, pero se dejó abrazar por Zander antes de volver a llorar sobre su hombro.

—Tranquila, todo estará bien, Cassie—Murmuró acariciando la espalda de ella para confortarla. El nudo se notaba en su voz—. Tu padre estaba orgulloso de ti, Cassie. Lo harás bien.

—No quiero nada, lo quiero a él—Sollozó aferrándose a los brazos de Zander como un niño a su madre. Jamás había sentido tanta pena como en aquel momento—. Gracias por salvarme, aunque no fuese la mejor situación.

—Tu madre me había avisado que el Rey estaba mal, dejé la guerra para volver a Tebas—Murmuró en su oído con sollozos ahogados—. Quería verte, él quería verte, y llegó Hazel diciendo que ya muchos sospechaban de ti, fui por ti con todos, pero el doctor había dicho que tu padre no iba a pasar el día. Lamento haber tardado tanto.

Se separó de él.—¿No... No estabas cerca cuando el ejército fantasma nos atacó?

—¿Qué? ¿De qué hablas, Cassie? ¿Los atacaron? ¿Quieres decir que los soldados no fueron los que te dejaron en ése estado?—Preguntó con sus ojos muy abiertos, analizando cada parte de Cassandra con preocupación—. ¡Mierda! Sabía que no debería dejarte sola, ¡lo sabía! Algo dentro de mí me decía que debía quedarme contigo, protegerte. Pensé que te habían descubierto en el ejército del General.