26.

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—¿Dónde demonios está Cassandra?

—¿Cuál es tu interés real en ella?—Cuestionó el general. Miraba de forma furtiva al heredero de Mégara, quien soltó una gran risa.

—Creí que era obvio, general. Me ha gustado durante bastante tiempo—Aclaró. Su mirada iba en distintas direcciones, buscando al enemigo—. Aunque posibilidades no tengo, si es lo que le preocupa. Me lo ha dejado en claro desde siempre. No soy un peligro para usted.

—¿Ella lo sabe?

—General, ella lo ha sabido incluso antes que yo mismo—Sonrió—. Por cierto, felicidades por el compromiso, ha conquistado a la reina y al pueblo. Gran jugada, se lo aplaudo.

—Escucho algo de sarcasmo en su tono de voz—Comentó el General—. ¿Algo que me quiera decir?

—Aparte de que no le creo su romance con la reina, no, nada.

Perseo fijó su vista en Adrián. —Sólo está celoso, eso es lo que ocurre.

—Vaya, General, ha tomado demasiado en serio unas atribuciones que no le corresponden. Sea como sea, sigo siendo el príncipe de Mégara, y hasta que no se case con mi querida Cassandra, usted sigue siendo un General, ¿me equivoco? Y no confiamos en el otro, por lo que no entiendo a qué viene su gran grado irrespetuoso hacia mí.

—No vuelva a tratar a Cassandra de aquella manera—Hizo una mueca de desagrado—. "Mi querida Cassandra". Suena tan desesperado en usted, príncipe. Y por supuesto que no he olvidado mi puesto, pero tampoco olvido que usted ha querido estar en mi lugar desde que la reina se ha comprometido conmigo.

Adrián giró bruscamente, tomando del cuello al General y apoyándolo contra la pared más cercana. Su respiración estaba entre cortada y sus ojos llameaban en ira contenida, probablemente había estado esperando explotar frente al General desde que Cassandra le había comentado en un descuido sus inseguridades. No entendía como es que aquel ser humano, frente a él, podía tener a Cassandra sintiéndose de esa forma, cuando lo único que él quería hacer era protegerla y mimarla hasta que ella se sintiera mejor consigo misma.

—¿En serio tú crees que tienes todo seguro con ella, no?—Se burló—. No sabes lo que dices, ni lo que estás a punto de perder por tu estupidez. No voy a ensuciar mis manos contigo, serás tu propia ruina.

—¿Es aquello una amenaza?

—No soy yo el que tiene una mirada de miedo, General—Amenazó—. Eres bueno, sí, pero no mejor que yo. Recuerda de dónde aprendiste tus trucos, tienes talento, pero yo pulí ese talento. Sé tus debilidades y sé de lo que hablo. Tu gran problema es el gran ego que te cargas y pronto vas a perder todo.

—¿De qué demonios hablas?—Se lo quitó bruscamente del cuello. Adrián le sonrió de lado, mostrando aquella sonrisa burlona—. ¿Cuánto tiempo crees que le tome a Cassandra descubrir que en realidad estuviste jugando a dos bandos durante el mayor tiempo posible?

—No sé de qué me hablas.

—Una de mis mayores estrategias es vigilar al enemigo. Te lo he enseñado, Perseo—Movió su espada, sin mirar el General. Jugaba con ella—. Descubrí que Annabeth se pone nerviosa cuando debe estar en una misma habitación contigo y con Cassandra, mis sospechas aumentaron considerablemente, hasta que, un día, dejó caer una carta. Por cierto, una chica siempre merece una ruptura de frente y no mediante cartas o terceros.

—No jugué con ambas. Tenía algo con Annabeth desde antes, algo...

—¿Intermitente? ¿De vez en cuando? ¿Sólo cuando volvías de guerra? ¿Cuándo estabas aburrido? Las opciones son infinitas, y no me interesan—Le miró serio—. Asegúrate de amar a Cassandra, porque vale la pena, General. No merece ser la segunda opción, nadie lo merece, y ella te tiene como prioridad. Si has terminado con Annabeth, asegúrate de hacer feliz a Cassie y no volver a hacerle esto, porque yo mismo me encargaría de hacértelo pagar. ¿Sabes la pena que paga un consorte de la reina por un engaño?

The Crown's Price [Percy Jackson]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora