Déjame dormir contigo

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No era común escuchar que llamaran a su puerta a esas horas de la noche (aunque también era difícil diferenciar el día de la noche en el espacio), aún así Shiro se levantó de su cama para descubrir quien lo solicitaba. Posiblemente Keith con alguna duda o Lance con una queja, incluso Coran o Allura con una emergencia. Nunca se esperó a quien se encontró del otro lado de la puerta:

–¿Pidge?

–Hey Shiro –lo saludó ella con normalidad. Su aspecto la hacía verse más pequeña de lo normal, con el cabello enmarañado y una cobija sobre sus hombros –. Eh... –masculló sin estar muy segura de lo que quería decir.

–¿Sucede algo? ¿Hay algún problema?

–No –respondió ella levemente desviando la mirada –. Quería... quería preguntarte... ¿Si puedo dormir aquí? –soltó su pregunta tan rápido como si arrancara una bandita medica.

Por un segundo, Shiro creyó haber escuchado mal la petición de la bajita paladín verde, pero continuaba plantada frente a él con una intensa mirada, dejándole en claro que no había ninguna confusión.

–¿Quieres dormir aquí? –repitió Shiro aún dudando –. ¿Aquí conmigo?

Ella solo asintió con la cabeza como si fuera poca cosa su petición.

–Pidge... no sé si es...

–Por favor –insistió ella dando un pequeño paso hacia delante y sin apartar la mirada de los ojos oscuros de Shiro –. Solo esta noche, pleassssse... –agregó en suplica mientras sus enormes y hermosos ojos color miel sacudieron el corazón de Shiro.

Sería cruel decirle no a esa cara.

Soltando solo un leve suspiro, el paladín negro se hizo a un lado permitiendo a Pidge entrar en su habitación. Ésta sin dudarlo ni un instante, fue directo hasta la cama y se apretó contra la pared formando un capullo con las sabanas y dándole la espalda a Shiro.

La seguridad en las acciones de su compañera paladín, dejo a Shiro levemente sorprendido junto a la puerta, le tomó un par de segundos recomponerse y cerrarla detrás de sí.

–Muy bien –dijo algo nervioso paseando su mirada por los alrededores del cuarto y evitando a toda costa posarlos en Pidge –. Tú puedes dormir en la cama... yo buscaré donde...

Pero antes de que terminara su frase o comenzara a acomodarse en el suelo, Pidge alzó la cabeza de entre su capullo y bramó casi con desesperación:

-¡No! ¡No vas a dormir en el suelo! ¡Dormirás a mi lado!

–Pidge –dijo Shiro con calma pero dejando en claro su conflicto –. No podemos dormir juntos en la misma cama.

–¡Claro que sí! –insistió ella con vehemencia –. ¡No es como si fuera a pasar algo!

La fuerza de su voz y su mirada suplicante, le dejaron claro a Shiro que algo más pasaba por la cabeza de la joven paladín, tanto que pasaba por alto lo poco apropiado de su petición.

–Está bien –aceptó finalmente Shiro subiendo a la cama.

Sin decir más, se recostó en el colchón perdiendo la vista en el techo de la habitción, en lo que la joven a su lado volvía a formar su apretado capullo de sabanas contra la pared.

Pasaron varios minutos en los que Shiro no pudo conciliar el sueño ante la incomodidad.

–Lo siento –escuchó murmurar a la chica a su lado–; si mí presencia te molesta tanto, puedo marcharme.

–No –contestó éste tratando de mostrar seguridad en su voz –. Es agradable tener compañía. Es solo... que en realidad me es difícil conciliar el sueño. Solo o acompañado.

Después su sincera declaración continuaron varios minutos en silencio en lo que la mente de la paladín verde trabajaba al mil por hora tratando de encontrar todo el trasfondo de aquellas palabras.

–Por cierto –volvió a hablar Shiro tratando de distraerla –. ¿Puedo preguntarte por qué esa necesidad de dormir aquí conmigo?

–Es por el estúpido de Lance... y Coran.

–Pidge.

–Lo siento, pero... pero de verdad me asustaron con sus historias de terror. Sé que lo de Lance solo eran cuentos, pero Coran no necesitaba confirmar que de verdad existe una criatura que aborda la naves solitarias en el espacio y se come a sus tripulantes. Aunque no es lo más terrorífico de la galaxia, es suficiente para que mi imaginación activa trabaje de más.

–En otras palabras, te dio miedo.

Pidge no contestó, en cambio se apretó más en su capullo y se negó a darle la cara a Shiro. Sin duda debía estar sonrojada. El paladín negro no pudo evitar sonreír, imaginándose que en situaciones como esas Pidge debió correr con su hermano por su protección y compañía. Pero Matt estaba perdido y Pidge sin duda buscó al mejor sustituto. Eso estremeció su corazón.

–Tal vez pueda hablar con Coran –comentó Shiro– sobre los lugares y momentos para verificar historias sobre las criaturas fantásticas en el universo.

–¿Y Lance?

–Me haré cargo de él.

–Gracias.

–Pero no puedo evitar preguntarme –continuó Shiro con curiosidad – de todos los que nos encontramos en el castillo ¿Por qué me elegiste a mí?

–Es que... -balbuceó la paladín con denotada timidez –sabía que a tu lado estaría más segura.

La sonrisa de Shiro se marcó más en lo que contemplaba la maraña de pelo que era la nuca de Pidge.

–Si el watumork (como lo llama Coran) apareciera de repente, tardaría más tiempo en comerte a ti primero, dándome el suficiente tiempo para escapar.

Tras eso, el momento conmovedor desapareció totalmente.    

Hasta ahí llegaron los malos pensamientos

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Hasta ahí llegaron los malos pensamientos.

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