Capitulo veinticuatro

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  • Dedicado a A todos los que recuerdan con nostalgia a Varel y Criselda
                                    

El corazón del laberinto

 

La gigantesca puerta de la muralla que rodeaba la majestuosidad de la ciudad laberinto, estaba completamente abierta cuando los Activistas llegaron a las inmediaciones. En ellas, cuatro soldados hacían guardia de igual modo que había otras personas que parecían estar esperando algo.

O a alguien.

Con una sonrisa feliz en su rostro, Nïan vio la figura de Chisare, ataviada con un precioso vestido dorado de gasa, acompañada de Araghii y de los demás contrabandistas vestidos a su vez con elegantes prendas. Al verles en las primeras filas, la Dama de Gea corrió a darles la bienvenida a él y a sus bisnietos. Los gemelos, como si fueran uno solo, se abalanzaron sobre ella para darle un fuerte abrazo.

-          Príncipe.

Araghii, acercándose a él, le dio un abrazo y él, sorprendido pero a la vez alagado por su muestra de afecto, correspondió su gesto y, al cabo de unos segundos, los demás hombres acudieron a su lado para darle la bienvenida con golpes afectuosos - aunque rudos- en la espalda, el estómago, el pecho o en el hombro.

-          Menuda sorpresa – dijo Araghii una vez sus hombres se fueron apartando -, no os esperábamos hasta mañana.

-          Hemos tenido que viajar más aprisa – explicó él mientras Hoïen, Zerch, Malrren y Corwën se apeaban de sus orequs para hablar con los guardias.

-          ¿Ha ocurrido algo? – preguntó el hombre con un brillo siniestro en los ojos.

-          Sí – y le explicó lo sucedido.

-          Mal rayo parta a esos bichos y a ese Dios – maldijo el contrabandista escupiendo a un lado -. Si yo hubiera estado ahí…

-          Desde luego, se te echó de menos, Araghii. Al igual que a vosotros, chicos – añadió mirando a los demás.

Mochuelo, Tocino y Cascabel sonrieron alagados por sus palabras mientras que Zorro, Carroñero, Pólvora y Sanguijuela asintieron respetuosamente con la cabeza.

-          ¿Cómo os fue el viaje? – se interesó el príncipe mientras Hoïen gritaba para que todos fueran entrando en la ciudad. Al fin – se dijo con el corazón acelerado.

-          No nos podemos quejar, ¿verdad camaradas? – vociferó Araghii mientras se ponían de nuevo en marcha. Kanian, que había desmontado, acarició el morro de aquel buen animal y siguió la estela del General Rojo, Corwën, Malrren y Zerch.

-          No, pues aquí hay buena comida y buena cerveza negra – soltó Tocino con el rubor habitual pintado en sus mejillas sarnosas.

-          ¿Es qué sólo piensas con el estómago? – le recriminó Carroñero chasqueando la lengua.

-          ¿Pues sí y qué? – lo encaró. Carroñero chasqueó la lengua y negó con la cabeza dándole por perdido.

-          Lo mejor ha sido dormir en esas torres. Es como hacerlo en el cielo – intervino Mochuelo excitado y mirando hacia el cielo, hacia los edificios.

Imitando al chico, Nïan fijó la mirada en Mazeks y se quedó tan impresionado por lo que la ciudad ofrecía al traspasar su muralla, que no pudo evitar quedarse embobado.

-          Nïan – lo llamó Galidel con un grito estridente y lleno de emoción.

-          Ya te llama la parienta – canturreó Cascabel a lo que Pólvora soltó una risita.

Las guerras del Dragón (Historias de Nasak vol.3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora