El corazón del laberinto
La gigantesca puerta de la muralla que rodeaba la majestuosidad de la ciudad laberinto, estaba completamente abierta cuando los Activistas llegaron a las inmediaciones. En ellas, cuatro soldados hacían guardia de igual modo que había otras personas que parecían estar esperando algo.
O a alguien.
Con una sonrisa feliz en su rostro, Nïan vio la figura de Chisare, ataviada con un precioso vestido dorado de gasa, acompañada de Araghii y de los demás contrabandistas vestidos a su vez con elegantes prendas. Al verles en las primeras filas, la Dama de Gea corrió a darles la bienvenida a él y a sus bisnietos. Los gemelos, como si fueran uno solo, se abalanzaron sobre ella para darle un fuerte abrazo.
- Príncipe.
Araghii, acercándose a él, le dio un abrazo y él, sorprendido pero a la vez alagado por su muestra de afecto, correspondió su gesto y, al cabo de unos segundos, los demás hombres acudieron a su lado para darle la bienvenida con golpes afectuosos - aunque rudos- en la espalda, el estómago, el pecho o en el hombro.
- Menuda sorpresa – dijo Araghii una vez sus hombres se fueron apartando -, no os esperábamos hasta mañana.
- Hemos tenido que viajar más aprisa – explicó él mientras Hoïen, Zerch, Malrren y Corwën se apeaban de sus orequs para hablar con los guardias.
- ¿Ha ocurrido algo? – preguntó el hombre con un brillo siniestro en los ojos.
- Sí – y le explicó lo sucedido.
- Mal rayo parta a esos bichos y a ese Dios – maldijo el contrabandista escupiendo a un lado -. Si yo hubiera estado ahí…
- Desde luego, se te echó de menos, Araghii. Al igual que a vosotros, chicos – añadió mirando a los demás.
Mochuelo, Tocino y Cascabel sonrieron alagados por sus palabras mientras que Zorro, Carroñero, Pólvora y Sanguijuela asintieron respetuosamente con la cabeza.
- ¿Cómo os fue el viaje? – se interesó el príncipe mientras Hoïen gritaba para que todos fueran entrando en la ciudad. Al fin – se dijo con el corazón acelerado.
- No nos podemos quejar, ¿verdad camaradas? – vociferó Araghii mientras se ponían de nuevo en marcha. Kanian, que había desmontado, acarició el morro de aquel buen animal y siguió la estela del General Rojo, Corwën, Malrren y Zerch.
- No, pues aquí hay buena comida y buena cerveza negra – soltó Tocino con el rubor habitual pintado en sus mejillas sarnosas.
- ¿Es qué sólo piensas con el estómago? – le recriminó Carroñero chasqueando la lengua.
- ¿Pues sí y qué? – lo encaró. Carroñero chasqueó la lengua y negó con la cabeza dándole por perdido.
- Lo mejor ha sido dormir en esas torres. Es como hacerlo en el cielo – intervino Mochuelo excitado y mirando hacia el cielo, hacia los edificios.
Imitando al chico, Nïan fijó la mirada en Mazeks y se quedó tan impresionado por lo que la ciudad ofrecía al traspasar su muralla, que no pudo evitar quedarse embobado.
- Nïan – lo llamó Galidel con un grito estridente y lleno de emoción.
- Ya te llama la parienta – canturreó Cascabel a lo que Pólvora soltó una risita.
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Las guerras del Dragón (Historias de Nasak vol.3)
Viễn tưởngUna nueva guerra se avecina. Después de escaparse de su tío y recorrer el Señorío en busca de su destino, Kanian ha decidido luchar para salvar todo lo que ama y enfrentarse al rey Xeral, el tirano que se lo arrebató todo. Para ello cuenta con su am...