Capitulo quince

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Hogar, amargo hogar   

Parecía que hubieran pasado años y no unos días desde la primera vez que había montado en un zepelín. Habían pasado tantísimas cosas desde aquel inocente día en el cual se dirigió  a Rubofh con la reina. Recordó que aquel día pensó que su vida cambiaría para siempre, que al fin dejaría tediosa vida sedentaria de La Fortaleza para hacer una más interesante y social. 

Y, a pesar de que su vida cambiara con una fuerza brutal a partir de ese día, nada fue como Rea pudiera haber imaginado aquella tarde ya tan lejana en la cual preparó su equipaje con su querida Jazal, la mujer que siempre le había servido con cariño y devoción y que, por su culpa y por la de Xeral, estaba muerta. 

"Yo debería haber sido atada en aquel máquina infernal. Mis músculos eran los auténticos destinatarios de aquella tortura y no los tuyos." 

Pero ya nada podía hacerse. El pasado no podía cambiarse a pesar de que uno lo deseara con todas sus fuerzas. Tal vez Cronos, al ser el amo y señor del tiempo, fuera capaz de coger sus intrincados hilos y estirarlos hacia atrás para hacer que un momento pasado fuera un momento presente. 

O tal vez no. 

De ser así, Rea estaba completamente segura que él había retrocedido en el tiempo para salvar la vida de Eneseerí a como diera lugar. Así pues, tal vez, un Dios no fuera tan omnipotente después de todo o tal vez todo quedase reducido en la norma primera que toda divinidad debía respetar: nada de interferir en asuntos humanos. 

Ella fue un asunto humano y ahora también lo era. 

Apartando la vista de la impecable ventana que había tras de sí, se volvió hacia delante y clavó su mirada violeta en los suculentos manjares que había dispuesto el cocinero y el sirviente del zepelín real. 

Todo tenía una pinta estupenda y un olor que alimentaba y le hacía salivar interiormente. Deseándole a Kerri un buen provecho, la joven tomó un pedazo de pato a la naranja con salsa de chocolate y un pedazo de pan recién horneado. Igual que la noche anterior, prácticamente se le saltaron las lágrimas de felicidad al volver a tomar aquella comida tan exquisitamente cocinada y que tanto había extrañado. 

Aquella misma mañana, después de tomar un abundante desayuno procedente de la mejor taberna de Ündrus, Kerri había mandado recoger el campamento mientras ella se vestía con un sencillo vestido del color del trigo que el futuro rey había comprado en una tienda. 

-No he podido encontrar nada mejor - dijo Kerri a modo de disculpa mientras le entregaba a su vez una ligeras y bonitas sandalias que se ataban con cintas alrededor de las piernas. 

-No te preocupes - le restó importancia ella con una sonrisa alegre -. Es mucho más de lo que he tenido en mucho tiempo. Así me sentiré una señorita - y río con alegría cual chiquilla a la cual acaban de comprar un juguete nuevo. 

Pero el vestido no fue la mejor de las sorpresas. Lo mejor fue ver que, donde antes había estado apostado el campamento real, ahora estaba aterrizando el zepelín de los gobernantes del Señorío. Ilusionada y muy sorprendida, Rea se volvió hacia el joven rey y él se encogió de hombros con un gesto inocentemente fingido que le produjo un fulgor muy bello en sus ojos amarillos. 

-¿El zepelín? - preguntó Rea mientras la máquina voladora para transportar mercancías y pasajeros iba tomando tierra. 

-Pensé que sería mucho más cómodo para ti y para el traslado de mi padre. Por ello pedí a uno de mis Señores del Dragón que fuera a La Fortaleza a buscarlo el día anterior urgiéndole que fuera tan rápido como pudiera. 

Las guerras del Dragón (Historias de Nasak vol.3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora