Capitulo dieciocho

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 Calma y tempestad

 

El día ya estaba comenzando y la luz del astro rey traspasaba la tea de la tienda haciendo que le molestase en sus ojos cerrados. Galidel, demasiado somnolienta todavía y, a la vez, demasiado a gusto en los brazos de Nïan, se negaba a abrir los ojos.

Por los Dioses de la creación ¿cómo podía ser tan increíblemente maravilloso pasar las noches con la persona amada? Ella, que siempre había pecado de curiosa, había imaginado de mil formas distintas lo que sentiría al encontrar al hombre amado y lo que eso significaría en su vida. Mas, aunque la imaginación es un arma muy poderosa, para algunos menesteres no llega a acercarse a la realidad.

Hacer el amor todas las noches con Nïan era lo más magnífico y extraordinario del mundo. Ni el manjar más suculento o el licor más añejo podían llegarle a las suelas de los zapatos al indescriptible placer que se conseguía en el lecho con un buen amante.

Y su príncipe lo era y de lejos.

Para la joven, a partir de aquel momento, sería impensable separarse de Nïan y no disfrutar de sus besos, sus caricias ardientes y certeras, su cuerpo duro y potente, su aliento quemándole la piel, su voz murmurando su nombre o gimiendo…

El recuerdo de la noche anterior asaltó su mente aún medio dormida y una sonrisa llena de felicidad se dibujó en sus labios. ¡Cómo le dolía el cuerpo después de la pasión desenfrenada de su Dragón! Kanian era puro fuego en todos los sentidos. ¿Sería por su descendencia? Tal vez, no en vano se decía que los Hijos del Dragón eran los mejores amantes a causa de la sangre del animal mítico que corría por sus venas.

-          ¿Qué estará soñando que está sonriendo? – escuchó que susurraba la voz de Nïan. Su sonrisa se ensanchó un poco mientras su cerebro iba tomando poco a poco más conciencia y se despertaba por momentos.

-          Estoy soñando con el hombre más maravilloso del mundo entero – dijo y abrió los ojos para ver el rostro más hermoso de todo el continente.

Nïan, sorprendido por ver que estaba despierta, le dedicó una cálida sonrisa y la estrechó contra su pecho desnudo.

-          ¿A sí? ¿Y quién es?

-          Bueno – comenzó ella con voz ronca y frotando la mejilla contra su pecho como  una gatita juguetona -, es un hombre demasiado guapo para su propia integridad física.

-          Ajá – asintió él acariciándole la espalda de un modo demasiado lento y sensual. Se le puso la piel de gallina al instante -. ¿Qué más? Necesito más pistas para intentar saber quién es.

Galidel rozó con la nariz la piel de Kanian.

-          Es un gran guerrero, el mejor que jamás se haya visto desde hace mucho tiempo. Aunque tiene un carácter algo difícil de descifrar, tiene un corazón bueno y noble que no le cabe en el pecho y, además, un coraje y un valor dignos de admirar.

-          Vaya – dijo él acariciándole la cintura desnuda con sus majestuosos dedos -, que buena opinión tienes de él.

-          Tengo la opinión que se merece.

Mirándola con ternura y diversión, Kanian, que no dejaba de acariciarle la piel que había cerca de su glúteo, bajó el rostro y le besó los labios con lentitud para saborearla a gusto y placer. Gali, encantada con la muestra física de su amor por ella, se dejó hacer saboreando el momento.

-          ¿Tan difícil es mi carácter? – le preguntó mientras le mordisqueaba el labio inferior.

-          Al principio de nuestra relación desde luego que lo era – corroboró la joven -. No voy a negarte que, en múltiples ocasiones, me costaba mucho entenderte.

Las guerras del Dragón (Historias de Nasak vol.3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora